EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN, CAPÍTULO 6, VERSÍCULOS DEL 60 AL 69

6 de Mayo de 2006

CONFESION DE PEDRO

60. Después de haberlo oído, muchos de sus discípulos dijeron: “Dura es esta doctrina: ¿Quién puede escucharla?”

61. Jesús, conociendo interiormente que sus discípulos murmuraban sobre esto, les dijo: “¿Esto os escandaliza?

62. ¿Y si viereis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?

63. El espíritu es el que vivifica; la carne para nada aprovecha. Las palabras que Yo os he dicho, son espíritu y son vida.

64. Pero hay entre vosotros quienes no creen”. Jesús, en efecto, sabía desde el principio, quiénes eran los que creían, y quién lo había de entregar.

65. Y agregó: “He ahí por qué os he dicho que ninguno puede venir a Mí, si esto no le es dado por el Padre”.

66. Desde aquel momento muchos de sus discípulos volvieron atrás y dejaron de andar con Él.

67. Entonces Jesús dijo a los Doce: “¿Queréis iros también vosotros?”

68. Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabra de vida eterna.

69. Y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios”.

Comentario

60. Por no haber abierto sus almas a la inteligencia espiritual del misterio, incurren en el sarcasmo de llamar “dura” la doctrina más tierna que haya sido revelada a los hombres. Cf. v. 41 y nota.

61. Véase Luc. 20, 17 s., donde el Maestro manso y humilde de corazón es llamado por el mismo Dios “piedra de tropiezo”, o sea de escándalo. Cf. Luc. 2, 34; Rom. 9, 32 s., etc. El mismo Jesús dijo muchas veces que los hombres, y también sus discípulos, se escandalizarían de Él y de su doctrina, cuya generosidad sobrepasa el alcance de nuestro mezquino corazón (cf. Mat. 11, 6 y nota). De ahí la falta de fe que Él señala y reprocha en los v. 36 y 64.

62. Subir: en el misterio de la Ascensión lo verán volver al cielo y ya no se escandalizarán (cf. v. 41 s.) de que se dijese bajado del cielo (v. 33, 46, 50 s., 58), ni podrán creer que les ha hablado de comerlo como los antropófagos (cf. v. 52).

63. La carne para nada aprovecha: Enseñanza tan enorme y preciosa como poco aprovechada. Porque es difícil de admitir para el que no ha hecho la experiencia y para el que no escucha a Jesús como un niño, que acepta sin discutirle al Maestro. Quiere decir que “la carne miente”, porque lo tangible y material se nos presenta como lo más real y positivo, y Jesús nos dice que la verdadera realidad está en el espíritu, que no se ve (cf. II Cor. 4, 18). El hombre “prudente” piensa que las palabras son humo y ociosidad. Quiere “cosas y no palabras”. Jesús reivindica aquí a la palabra – no la humana pero sí la divina – mostrándonos que en ella se esconde la vida, porque Él es a un tiempo la vida y la Palabra: el Verbo. Véase 1, 4; 14, 6. Por eso S. Juan lo llama el Verbo de la vida (I. Juan 1, 1). Y de ahí que no solamente la Palabra es fuente de obras buenas (II Tim. 3, 16 s.) sino que el estar oyéndolo a Él y creyéndole, es “la obra” por antonomasia (v. 29), la mejor parte (Luc. 10, 42), la gran bienaventuranza (Luc. 11, 28).

65. Véase los vers. 44 y 64.

68. ss. Los apóstoles (con excepción de Judas Iscariote, que más tarde fue el traidor) sostuvieron esta vez gloriosamente la prueba de su fe. Pedro habla aquí, como en otros casos, en nombre de todos (14, 27; Mat. 16, 16). El Santo de Dios: véase Luc. 1, 35. VN

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