EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN, CAPÍTULO 12, VERSÍCULOS DEL 44 AL 50

10 de Mayo de 2006

44. Y Jesús clamó diciendo: “El que cree en Mí, no cree en Mí, sino en Aquel que me envió;

45. y el que me ve, ve al que me envió.

46. Yo la luz, he venido al mundo para que todo el que cree en Mí no quede en tinieblas.

47. Si alguno oye mis palabras y nos las observa, Yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvarlo.

48. El que me rechaza y no acepta mi palabra, ya tiene quien lo juzgará: la palabra que Yo he hablado, ella será la que lo condenará, en el último día.

49. Porque Yo no he hablado por Mí mismo, sino que el Padre, que me envió, me prescribió lo que debo decir y enseñar;

50. y sé que su precepto es vida eterna. Lo que Yo digo, pues, lo digo como el Padre me lo ha dicho”.

Comentario

44. Véase 6, 40 y nota.

45. Por el misterio que se ha llamado “circuminsesión”, el Padre está en el Hijo, así como el Hijo está en el Padre. Bajo los velos de la humanidad de Cristo late su divinidad, que posee con el Padre en la unidad de un mismo Espíritu. Véase 10, 30; 14, 7 – 11.

46. Jesús no quiere que sus discípulos queden en tinieblas. Elocuente condenación de lo que hoy suele llamarse la fe del carbonero. Las tinieblas son lo propio de este mundo (9, 5 y nota), más no para los “hijos de la luz”, que viven de la esperanza (I Tes. 5, 4 s.).

47. En esta mi primera venida no he de juzgar al mundo, pero sí en la segunda. Véase 3, 17; 5, 22 y nota; 8, 15; Apoc. 19, 11 ss.

48. Cf. 3, 18. Según esto, el no querer escuchar la Palabra de Cristo es peor que, después de haberla escuchado, no cumplirla. Confirma así el v. 46.

49. El que hace caso omiso del Mediador, desecha la misericordia del que se dignó constituirlo. Véase 14, 31; 15, 10. Entretanto, admiremos una vez más la humildad de niño con que el divino Legado habla del Padre. VN

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