
¿ESTÁN NUESTROS CORAZONES DISPUESTOS PARA RECIBIR EL EVANGELIO?
Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles
18 de julio de 2014.- Nuestro Arzobispo, Mons. Gomez, está de vacaciones esta semana. El siguiente texto es una adaptación de su homilía el domingo pasado en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. Contaremos nuevamente con su columna la semana próxima.
El pasaje del Evangelio que hemos escuchado esta mañana es la “parábola del sembrador”, una parábola que conocemos bien.
Como bien sabemos, el “sembrador” es un agricultor que sale a plantar semillas, y como hemos escuchado, algunas de sus semillas caen por el camino que él recorre. Otras caen en un terreno lleno de rocas y otras más caen entre las espinas. Y, por último, algunas de las semillas caen en tierra buena, y crecen.
Lo que Jesús quiere decir es que lo mismo sucede con la Palabra de Dios, con el Evangelio, con la Sagrada Escritura.
Jesús nos está diciendo que la Palabra de Dios es como una semilla que Él está sembrando. Pero no la está sembrando en la tierra o en el suelo; está plantando su Palabra en el corazón humano, en tu corazón y en mi corazón.
Jesús quiere que la Palabra de su Evangelio eche raíces y crezca en nuestro corazón.
Nos está diciendo que tenemos que recibir la Palabra de Dios y que tenemos que dejarla crecer y florecer de la misma manera que una planta o una flor crecen y florecen cuando son sembradas en la tierra. Jesús quiere que su Palabra crezca en nosotros para que podamos producir “buenos frutos”, que ayudarán a hacer que el Reino de Dios crezca en la tierra.
Entonces, la pregunta que Jesús quiere que nos planteemos el día de hoy es la siguiente: ¿Qué tipo de “terreno” tenemos en nuestros corazones? ¿Tenemos un corazón que está dispuesto para recibir el Evangelio? ¿Estamos realmente abiertos a lo que Dios quiere para nuestras vidas?
La realidad es que nuestros corazones a veces pueden ser como ese terreno duro de la parábola.
Porque tal vez no estamos prestando suficiente atención a nuestra vida espiritual. Entonces escuchamos la Palabra de Dios, escuchamos el mandamiento de amarnos unos a otros, pero no lo dejamos realmente “llegar a nuestro corazón”. No dejamos que penetre en nosotros y nos cambie. Entonces, tenemos que preguntarnos a nosotros mismos si nuestro corazón es así.
En otras ocasiones, a veces tal vez el terreno de nuestro corazón puede ser como el terreno pedregoso del que habla Jesús.
Eso sucede cuando nos emocionamos y entusiasmamos por seguir a Jesús, pero luego no ponemos el suficiente esfuerzo en nuestra relación con Dios. No oramos todos los días, no hacemos el esfuerzo suficiente por tratar de amar y servir a Dios. Tenemos que estar atentos a esto, porque eso significa que el Evangelio no está realmente echando raíces en nuestro corazón.
La otra “situación” de que habla Jesús es el terreno espinoso.
Es cuando nos dejamos atrapar por las preocupaciones del mundo. Esto nos puede suceder a todos. Llegamos a estar demasiado ocupados, nos preocupamos acerca de muchas cosas. Nos llega a interesar demasiado el tratar de estar cómodos o el tratar de tener más cosas.
Cuando esto sucede, es como si las palabras de Jesús no fueran realmente ya tan importantes. Y esto verdaderamente bloquea el amor de Dios en nuestro interior. Así que hemos de tener cuidado con esto también.
Entonces, pidamos hoy especialmente esa gracia: la de estar siempre preparados de la mejor manera posible para recibir la Palabra de Dios en nuestros corazones.
Hemos de convertirnos en personas que “den buenos frutos” para Jesús. Hemos de ser personas que se preocupen por los demás, que tengan interés por compartir el amor de Dios con los demás.
Una sugerencia práctica para preparar nuestros corazones para dar buenos frutos es el tratar de ser más positivos en nuestras vidas. Debemos esforzarnos más por tener una buena actitud y una sonrisa para los demás.
Esto parece ser muy pequeño y quizá sea algo que ya estamos haciendo. Pero tenemos que hacerlo con más frecuencia. Y, como bien sabemos, es algo que no siempre es fácil.
Tenemos que entender verdaderamente que somos hijos de Dios. El recuerdo de eso debería hacernos felices y llenarnos de esperanza.
Entonces, esta semana tratemos de ofrecer un pequeño sacrificio: ¡tan sólo el sonreírle a alguna persona cada día! Decir una palabra amable a alguien que está pasando por una situación difícil. Simplemente tratar de hacerle la vida un poco mejor a alguien.
De estas pequeñas maneras podemos hacer que sea más fácil que la Palabra de Dios pueda entrar y crecer en nuestros corazones.
Pidámosle entonces a nuestra Santísima Madre María que nos ayude a ello. Para que, como ella, podamos escuchar la Palabra de Dios y dejarla realmente crecer en nuestro interior, en nuestros corazones. Para que podamos dar buenos frutos, los frutos del amor y la misericordia entre nosotros. VN
El nuevo libro del Arzobispo José H. Gomez, “Inmigración y el futuro de Estados Unidos de América”, está disponible en la tienda de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. (www.olacathedralgifts.com).
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