ESTAMOS EN EL NEGOCIO DE LA MISERICORDIA

ESTAMOS EN EL NEGOCIO DE LA MISERICORDIA

Por Monseñor José H. Gomez
Arzobispo de Los Ángeles

11 noviembre de 2017

Este pasado fin de semana fui invitado para hablarle a los estudiantes del programa de negocios de la Universidad Mount Saint Mary’s, aquí en Los Ángeles.

Yo no tengo una maestría en negocios. Mi entrenamiento es de contador, de modo que sé cómo funcionan las empresas. Sin embargo, mi trabajo principal es ser un pastor, un sacerdote.

Pero al estar orando y pensando en esto, me di cuenta de que podemos aprender lecciones de administración de Jesús y de la Iglesia.

La Iglesia no es una “corporación”. La Iglesia es la familia de Dios en la tierra, y está llamada a desempeñar la misión que Jesucristo le dio. Pero en términos terrenales, contamos con una especie de “perfil corporativo”.

La Arquidiócesis de Los Ángeles emplea a más de 16,000 personas. Tenemos un control de la nómina y de los impuestos, de las pensiones y de los planes de atención médica; administramos una gran cartera de inversiones. Operamos también varias fundaciones sin fines de lucro que ofrecen donativos de caridad.

Por supuesto, nuestra “fuente de ingresos” principal proviene de la generosidad de nuestros fieles católicos. Somos una organización sin fines de lucro y para nosotros eso significa que todo lo que aportamos se traduce en servicios para nuestros fieles y para la comunidad en general.

Tenemos alrededor de 500 o 600 “franquicias” o “puntos de presencia” en un “territorio de servicio” de aproximadamente 9,000 millas cuadradas, que incluye nuestras parroquias, escuelas y todos nuestros diversos ministerios en los condados de Los Ángeles, Ventura y Santa Bárbara.

Nuestra “base de clientes” consta de alrededor de 5 millones de católicos y es increíblemente diversa en términos de raza, etnia y situación económica. Llevamos a cabo nuestras operaciones en más de 40 idiomas diferentes.

Entonces, ¿cuál es el “negocio” que desempeña la Iglesia?

La gente tiende a ver a la Iglesia como una institución caritativa o humanitaria. Y esa es una parte importante de lo que hacemos.

Nuestras parroquias y agencias prestan servicios a casi 1 millón de personas cada año, la mayoría de las cuales no son católicas. Servimos a casi 80,000 jóvenes en nuestras escuelas; dos tercios de ellos provienen de hogares de minorías y alrededor de un tercio pertenecen a familias que viven por debajo de la línea de pobreza.

Pero nuestra misión corporativa va mucho más allá. Yo diría que estamos en el “negocio de la misericordia”.

La Iglesia posee la “mercancía” más preciada. Nuestro Fundador y propietario la llamó “la perla de gran precio”, el camino hacia la verdadera felicidad y la vida eterna que cada persona anhela encontrar.

Esa es la esencia de la Iglesia.

Y al estar pensando en ello, como arzobispo, mi filosofía de administración se basa en las palabras y en el ejemplo de nuestro “Fundador corporativo”, Jesucristo. Para mí, el liderazgo en la Iglesia consiste en tratar de conocer nuestro propósito, es decir el “por qué” estamos haciendo lo que hacemos.

Todos sabemos lo que hace la Iglesia. Celebramos la Misa y ofrecemos los sacramentos: el bautismo, la confesión, el matrimonio, la confirmación. Enseñamos a los niños y sanamos a los pacientes. Ayudamos a los ancianos y a los pobres. Trabajamos por la justicia en la sociedad y tratamos de inspirar a las personas para que hagan el bien y busquen a Dios.

Pero nada de eso explica “por qué” hacemos lo que hacemos. Y si no pensamos en el “por qué”, la Iglesia queda reducida a una agencia humanitaria más, que intenta hacer del mundo un mejor lugar.

Jesús es “el por qué” de la Iglesia. Él es el Fundador y el dueño de la Iglesia y nosotros hacemos todo a causa de Él y por Él.

Además de las habilidades técnicas y profesionales que aportan a su trabajo, nuestros empleados deben amar a Jesús y deben querer seguirlo y estar al servicio de su misión. Esta es la clave de nuestra “identidad corporativa”.

Nosotros no sólo tenemos un trabajo, tenemos una misión. El “por qué” actuamos, marca toda la diferencia.

Alimentar a los que tienen hambre es importante. La gente necesita comer. Pero cuando alimentamos a los hambrientos, como seguidores de Cristo, tenemos en mente la amplitud de la misión de Él. A través del amor que mostramos hacia los pobres, esperamos llevarlos a descubrir el amor de Dios.

Jesús también nos dio instrucciones acerca de “cómo” ejercer el liderazgo.

Al fundar la Iglesia, Él les dijo a los apóstoles: “El que quiera ser grande entre ustedes, deberá ser el servidor”.

Él se puso a sí mismo como el modelo de liderazgo. Dijo que vino no para ser servido, sino para servir”. Ese debería ser el lema del liderazgo para todos en la Iglesia: servir, no ser servidos.

No somos líderes por “ser el jefe”. Más bien, ejercemos el liderazgo a través del servicio humilde a los demás, preguntándonos siempre: “¿Qué necesita esta persona y cómo puedo ayudarla?”.

Quizás nuestras escuelas de administración deberían estudiar el “estilo de liderazgo” de Jesús. Después de todo, Él fundó la institución más exitosa en la historia de la humanidad: la Iglesia Católica.

Los santos y fundadores religiosos que siguieron las huellas de Jesús son algunos de los “empresarios” más dinámicos que el mundo haya jamás conocido.

Oren por mí esta semana y yo estaré orando por ustedes. Y pidámosle a nuestra Santísima Madre María que interceda por nosotros y que nos guíe siempre para seguir las huellas de su hijo. VN

El Arzobispo Gomez anima a la gente a visitar y compartir su nuevo sitio web: TheNextAmerica.org, un recurso para informarse sobre la reforma migratoria y participar en ella.

Los escritos, homilías y discursos del arzobispo se pueden encontrar en ArchbishopGomez.com

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El nuevo libro del Arzobispo José H. Gomez, ‘Inmigración y el futuro de Estados Unidos de América’, está disponible en la tienda de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. (www.olacathedralgifts.com).

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