ENCONTRAR A DIOS EN LOS MIGRANTES Y EXTRANJEROS

Entrevista con la hermana Marilyn Lacey

El temor a los migrantes es comprensible, pero superarlo es esencial para los cristianos que pueden encontrar a Dios en los extranjeros, afirma la hermana Marilyn Lacey, con treinta años de experiencia en el servicio a los “extraños”.

Marilyn Lacey es de la congregación de las Hermanas de la Misericordia y directora de la organización benéfica “Mercy Beyond Borders”, que colabora con mujeres y jóvenes desplazadas del sur de Sudán para aliviar su extrema pobreza.

En su libro, “This Flowing Toward Me: A Story of God Arriving in Strangers” (Ave Maria Press), publicado la última primavera, escribe sobre su trabajo con refugiados en Estados Unidos, África y Asia.

La hermana Lacey ha compartido su experiencia entre migrantes y refugiados con ZENIT con motivo de la celebración en Estados Unidos de la Semana Nacional de las Migraciones, que se acaba de celebrar.

-A MENUDO LA INMIGRACIÓN SE DESCRIBE EN NÚMEROS PERO, RESPECTO AL PERFIL DEL INMIGRANTE INDIVIDUAL, ¿CUÁLES SON SUS ESPERANZAS Y TEMORES, DIFICULTADES Y NECESIDADES?

HERMANA LACEY: Es muy natural pensar en los migrantes como “otros”, alguien muy diferente a nosotros.

En la ley de inmigración, el término técnico usado para ellos es “alien”, que literalmente significa “otro”.

Esto refuerza nuestra tendencia a temer a los migrantes, dado que generalmente nos resulta difícil confiar en personas que son percibidas como diferentes a nosotros.

De hecho, los migrantes son seres humanos con familias que alimentar, hijos que proteger, sueños que conseguir. Sus necesidades más básicas son las de ser acogidos y refugiados, encontrar trabajo y hacer amigos. Como Iglesia tenemos una seria obligación –que actualmente es una estupenda invitación- a ser ese lugar de bienvenida.

Hace algunos años un refugiado católico, un joven de Eritrea recientemente reasentado en California, me expresó gran confusión diciendo: “¡Hermana, aquí en Estados Unidos las iglesias están cerradas por la noche! Yo admití que era así.

Su respuesta inmediata fue: “Pero si las iglesias están cerradas, ¿donde dormirán los viajeros?”. Su pregunta debería llevarnos a un examen de conciencia.

¿Cuán acogedores somos (como personas y como Iglesia) con los extranjeros en medio de nosotros?

-LA SEMANA NACIONAL DE MIGRACIÓN DE ESTE AÑO SE CENTRÓ EN LOS NIÑOS. ¿PODRÍA DESCRIBIR LA VIDA DEL TÍPICO NIÑO MIGRANTE?

HERMANA LACEY: La mayor parte de mi ministerio se ha llevado a cabo con refugiados. Los niños en familias refugiadas no llevan lo que usted o yo consideramos vidas normales.

Han dejado sus casas; han experimentado largos y difíciles viajes. Muchos han perdido a sus familiares o han sido asesinados.

Muchos han presenciado directamente atrocidades; algunos han sido niños soldados forzados a ser violentos. Han pasado años en una existencia artificial en campos de refugiados, donde su escolarización era irregular (en el mejor de los casos) y su nutrición escasa.

Su percepción del mundo es que es un lugar peligroso. Y sin embargo son maravillosamente resistentes.

Si se les da un lugar a salvo y la presencia de adultos cariñosos que les apoyan, pueden prosperar.

-¿LA MAYORÍA DE LOS INMIGRANTES NO QUITAN ALGO A LOS CIUDADANOS DEL PAÍS? ESPECIALMENTE EN ESTE TIEMPO DE RECESIÓN ECONÓMICA, CUANDO MUCHOS CIUDADANOS ESTÁN DESEMPLEADOS, ¿NO ES NATURAL QUE LA GENTE QUIERA PROTEGER SUS PROPIOS RECURSOS? ¿HAY ALGÚN MODO DE CAMBIAR ESTA POSTURA DEFENSIVA?

HERMANA LACEY: Defender la propia familia y el país contra las amenazas es comprensible e incluso honorable.

Lamentablemente, los seres humanos tendemos a confundir la identificación de las verdaderas amenazas. En mi opinión –que espero está basada en una clara lectura del Evangelio- la amenaza real a la vida y felicidad verdaderas no son los migrantes sino nuestra propia avaricia, egoísmo y acaparamiento.

Los países desarrollados parecen intentar acumular más y más la riqueza del mundo mientras que al mismo tiempo ponen en acción leyes de inmigración que mantienen a los otros lejos de cualquier participación en estos bienes.

El Evangelio pone ante nosotros las Bienaventuranzas: ser pobre, compartir lo que tienes, aceptar el sufrimiento, trabajar por la justicia, soportar la persecución.

Estamos incluso llamados a amar a los enemigos que tratan de hacernos daño. Mientras que el mundo trata de convencernos de que la seguridad reside en matar a nuestros enemigos, o al menos mantenerse lejos de ellos, el Evangelio nos enseña que debemos crecer en perdón, inclusión y un modo de vida que invite a todos a la mesa.

¡El cielo, está dicho, está abierto a todo el que quiera sentarse a la mesa con cada uno!

Personalmente, creo que “el problema de la inmigración” no puede ser resuelto sólo con un debate racional.

Debemos incluir la dimensión de fe que nos lleva a comprender que nuestra seguridad, bienestar y felicidad genuina residen en abrir nuestras puertas a los extranjeros, a personas diferentes de nosotros.

Incluso si la inclusión de los migrantes en nuestras sociedades fuera el resultado de bajar nuestro estándar de vida (que, de hecho, no es normalmente el caso, porque su presencia estimula las economías), debería ser propio de los cristianos acogerles.

Dios viene a nosotros en forma de extranjeros. Este tema recorre todas las Escrituras: desde Génesis 18 (Abraham es bendecido por tres extranjeros a los que invita a su tienda) a las Revelaciones 3,20 (Dios permanece a nuestra puerta llamando pacientemente). Para mí, esto es más que teoría, es mi experiencia de treinta años pasados trabajando con refugiados y migrantes en todo el mundo.

-¿QUÉ PUEDE DECIR DE LOS INMIGRANTES QUE ENTRAN EN EL PAÍS ILEGALMENTE? ¿ASUMIENDO QUE HAY BUENAS RAZONES PARA LAS ACTUALES LEYES DE INMIGRACIÓN, NO ES ÉTICO CONDENAR ESTA CONDUCTA ILEGAL?

HERMANA LACEY: Algunos me preguntan: “¿Por qué estas personas no vienen legalmente? ¡Están violando nuestras leyes!”.

Es una cuestión seria, que apela a nuestra obediencia a las leyes que está en el ADN anglosajón. La gente que hace la pregunta se sorprende al saber que no hay modo de que estas personas vengan legalmente porque las leyes de inmigración no les ofrecen ninguna vía para hacerlo.

Sólo algunas categorías de “otros” pueden entrar legalmente, y muchos de ellos sólo por limitados períodos de tiempo.

Aproximadamente la mitad de todos los indocumentados de Estados Unidos, por ejemplo, son personas que entraron legalmente pero luego sus visados caducaron y están en situación irregular. Los otros son aquellos que cruzaron una frontera sin control, usualmente personas que vienen buscando trabajo para enviar dinero para ayudar a sus familias.

La actual ley de inmigración, por ejemplo, pueden mantener a los miembros de una familia esperando unos 18 años para inmigrar legalmente. ¿Cómo se conjuga esto con nuestra creencia cristiana en la sacralidad de la familia y la importancia de que la familia esté reunida?.

Antes de juzgar a quienes violan la ley, la cuestión clave para mí es preguntar si las leyes vigentes son éticas.

¿Es correcto, en una economía global donde los bienes, la información y el dinero trascienden las fronteras, evitar que los trabajadores crucen también las fronteras?

¿Es correcto, en un mundo donde algunas personas han nacido en lugares donde es casi imposible alimentar a su propia familia, evitar que la gente emigre a un lugar donde pueda proveer a sus hijos?

¿Es correcto, en un mundo que se encoge, que los que tienen expulsen a los que no tienen?

¿Es correcto construir muros (como el que Estados Unidos ha hecho a lo largo de su frontera sur) o vivir en comunidades cerradas que dejan a la gente fuera, mientras que al mismo tiempo vamos a la iglesia y oímos las historias del Rico y Lázaro (Lucas 16)?.

-MUCHA GENTE PUEDE SENTIR COMPASIÓN POR LOS INMIGRANTES PERO DICEN QUE NO TIENEN NADA EXTRA PARA DARLES. ¿QUÉ PUEDE DAR EL CIUDADANO MEDIO AL INMIGRANTE?

HERMANA LACEY: No cuesta nada (sino un poco de coraje) ser cálido y acogedor con los inmigrantes.

No cuesta nada admitir que siempre hay un poco más de “sitio en la posada”.

Mientras que puede ser arriesgado abrir tu puerta a un extranjero individualmente, el esfuerzo de un grupo lo hace fácil. Las comunidades de fe pueden ser importantes puntos de inicio de acogida a extranjeros.

Aunque no se tenga nada de reserva, estoy completamente segura de que todos nosotros tenemos mucho que compartir, y esta alegría real se nos escapará hasta que empecemos a hacerlo.

Como uno de los antiguos santos decía, “el par de zapatos extra en su armario pertenece a los pobres”. Cuando vivimos con esta clase de apertura y compartir, ¡la bendición abunda!

-¿QUIERE USTED DECIR QUE SUBRAYAR LA TOLERANCIA DE LA DIVERSIDAD CULTURAL ES LA RESPUESTA A HACER QUE LOS INMIGRANTES SE SIENTAN MEJOR ACOGIDOS, O HAY ALGO MÁS QUE USTED HA ENCONTRADO AYUDADOR EN ABRIR LOS CORAZONES A LA GENTE DE DIFERENTES RAZAS?

HERMANA LACEY: La tolerancia de la diversidad es seguramente un primer paso, pero espero que podamos movernos más allá de tolerar nuestras diferencias para celebrar cómo ellos nos enriquecen a todos.

He trabajado con refugiados y migrantes de más de cincuenta países y me considero una de las personas más felices del planeta, por haber compartido tantos diferentes puntos de vista, tantas diferentes perspectivas sobre Dios, tantos modos de superar la adversidad y vivir la vida tenazmente.

Rezo para que cada uno pueda arriesgarse a dar la bienvenida a un extranjero y descubrir, para su infinita sorpresa, ¡que Dios espera en su lugar para acogerle a él! VN

Para más información: www.mercybeyondborders.org

(Traducido del inglés por Nieves San Martín)

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