EN EL CORAZÓN DE NUESTRA CIUDAD, DIOS ESTÁ AQUÍ

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles

En el corazón de esta metrópoli, esta Catedral nos recuerda que estamos viviendo en La Ciudad de los Ángeles, ¡El Pueblo de Nuestra Señora de los Ángeles!

Ella nos recuerda que nuestra moderna ciudad secularizada –la que juega un importante papel en la formación de las opiniones, las modas y la cultura- es nombrada por los ángeles de Dios y la Santísima Madre de Jesucristo, que es la Reina de todos los ángeles en el cielo.

Los Ángeles –y toda California y las Américas- están edificadas sobre un fundamento cristiano. Ellas son producto de la misión cristiana al Nuevo Mundo. ¡Nunca podremos olvidar eso!

Ya que esta Catedral fue construida para continuar esa misión en nuestros tiempos, es conveniente que haya sido consagrada hace diez años en esta fecha –cerca del aniversario de la fundación de la ciudad de Los Ángeles en 1781.

Los fundadores de esta Catedral sabían que la historia de Los Ángeles es parte de la gran historia de salvación que Dios sigue escribiendo en la historia de las naciones.

Esta es la historia que es contada en los hermosos tapices en el santuario de la catedral.

Es una historia de conversión y testimonio. Es una historia de hombres y mujeres buscando a Dios y su santidad; sus ojos están fijos en Jesucristo, siguiéndolo a Él con fe y alegría.

Como todo el buen arte religioso, esos tapices nos mueven a orar y reflexionar. Hoy, me impresiona que en uno de esos tapices, San Marcos, el escritor del Evangelio, está de pie cerca de Junípero Serra, el padre de las misiones de California.

Para mí, este es un hermoso símbolo de la unidad del plan salvífico del amor de Dios.

Los apóstoles de Cristo llevaron su Evang
elio desde Galilea y Jerusalén, a toda Europa y Asia. Siglos después, sus sucesores enviaron misioneros desde España a las Américas, que ellos llamaron El Nuevo Mundo.

Esos misioneros vinieron desde México a evangelizar California. Ellos construyeron iglesias misioneras a todo lo largo y ancho del largo camino que ellos llamaron El camino Real, el Camino del Rey. Como sabemos, ese original camino pasaba no muy lejos de este lugar.

Todos somos hijos de esta gran misión a California y las Américas. Esta Catedral es la más nueva de nuestras “iglesias misión”.

Por eso es importante que en este aniversario estemos dedicando una hermosa nueva capilla en nuestra Catedral para la reliquia de la tilma de San Juan Diego.

Nuestra Señora de Guadalupe fue la inspiración para la primera evangelización de las Américas. Y como nuestro Santo Padre el Papa Benedicto XVI nos ha recordado, necesitamos mirarla a ella como la estrella brillante y patrona de la nueva evangelización.

Necesitamos hacer de nuestra Catedral un centro para que la gente descubra su vocación cristiana: vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, pero también un lugar donde los laicos redescubran y cumplan su responsabilidad con la Iglesia y especialmente su llamado misionero.

La misión de la Iglesia continúa en ustedes y en mí. La fe que hemos recibido, estamos llamados a darla a otros. A través de nuestra fe y en nuestras vidas, todos estamos llamados a escribir nuevos capítulos en la historia de la salvación. Estamos llamados a construir sobre los cimientos colocados por el Padre Serra y aquellos primeros misioneros.

San Pedro nos dice que somos piedras vivas llamadas a construir una casa espiritual. Así es como tenemos que pensar sobre nuestras vidas.

Esta Catedral –hecha de piedra, vidrio, mármol y madera- es un símbolo de la Iglesia viva de Dios. Es un símbolo del templo espiritual que Dios está construyendo en su mundo a través de la historia. Cristo es la piedra angular de este edificio. Pero Dios está construyendo su Iglesia con nosotros. Nosotros somos sus “materiales de construcción”. Cada uno de nosotros es “una piedra viviente”.

Dios quiere hacer de este mundo entero, su Iglesia. Un santuario de su amor. Un templo donde Él venga a encontrarse con sus hijos, y donde podamos celebrarlo y adorarlo a Él en espíritu y en verdad.

Esta hermosa verdad es contada en los tapices que cuelgan atrás del altar de la Catedral. Las calles de la ciudad de Los Ángeles están representadas, junto con algunas de las últimas palabras del último libro de la Biblia: Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos, y ellos serán su pueblo y Él, Dios-con-ellos, será su Dios. (Apocalipsis, 21,3).

¡Este es el plan de Dios para nuestra ciudad y nuestro continente! Esta Catedral es un sacramento –un signo vivo- de las intenciones de Dios. Porque aquí, en esta Catedral, ¡Dios está todavía vivo y con nosotros!

Las escrituras nos dicen que un día el cielo y la tierra pasarán y que este mundo llegará a ser el templo santo de Dios, el lugar de su presencia viva. Pero hasta el fin de los tiempos, Él estará con nosotros siempre en esta Catedral y en cada Iglesia católica.

En el sacrificio de la Sagrada Eucaristía, en este hermoso altar, Él mismo se hace presente. Para ser nuestra comida y bebida espiritual. Para darnos fuerza para nuestra misión. En el tabernáculo, en nuestra hermosa capilla, Él permanece con nosotros, de modo que nosotros podamos adorarlo con profunda reverencia.

Necesitamos recordar que esta Catedral –igual que cada iglesia católica- es más que un edificio. Este es un lugar santo. Este es terreno santificado.

El corazón de Jesucristo, el Hijo del Dios vivo, palpita aquí –en cada centro de nuestra ciudad secularizada. Cuando pasamos por las calles, ¿Nos damos cuenta del tesoro que tenemos dentro? Dentro de esos muros hechos por manos humanas, ¡tenemos a Dios!

Aquí, en esta Catedral, hombres y mujeres pueden venir a escuchar la Palabra viva de Dios. Aquí en esta Catedral, hombres y mujeres pueden venir al encuentro personal con Jesucristo.

La misión de esta Catedral –y el deber de cada uno de nosotros- es ayudar a nuestros vecinos a redescubrir al Dios vivo, que viene a nosotros en Jesucristo.

Necesitamos encontrar nuevos caminos para tocar sus corazones. necesitamos encontrar nuevas maneras para abrirlos a la verdad de los propósitos amorosos de Dios para su vida.

Esta Catedral es la madre y la cabeza de todas las iglesias en esta gran arquidiócesis. Y nosotros debemos dedicarnos de nuevo a hacer de esta Catedral el corazón vivo de una nueva misión en nuestra ciudad y nuestro continente.

¡Hagamos de esta una Ciudad de los Ángeles! Una ciudad donde la realidad de Dios sea realizada y glorificada. Una ciudad donde las enseñanzas de Dios sean los fundamentos de una sociedad donde vivamos como hermanos y hermanas, compartiendo los buenos dones de la creación de Dios.

Necesitamos llevar al Dios vivo que recibimos en la Eucaristía fuera, más allá de estos muros de la Catedral. Necesitamos llevar a Jesucristo dentro de nuestros hogares y ocupaciones, y dentro de todos nuestros deberes cívicos, como ciudadanos y vecinos. Necesitamos hacer de la belleza de este Evangelio, los fundamentos de una nueva cultura de vida y esperanza.

Así, en este nuevo momento de gracia, vivamos con un nuevo deseo de ser “piedras vivas” y de construir la Iglesia de Dios en la tierra.

Y pidamos la intercesión de Nuestra Señora de los Ángeles, de modo que ella pueda ayudarnos a cada uno a llegar a ser como ella, un templo vivo del amor de Dios.

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