EMPIEZA EL AVIVAMIENTO EUCARÍSTICO    Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ

EMPIEZA EL AVIVAMIENTO EUCARÍSTICO    Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ

Arzobispo de Los Ángeles 

(fOTO: El Arzobispo Gómez encabeza la procesión de salida de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles en la festividad del Corpus Christi, el 19 de junio, para dar inicio a la celebración del Renacimiento Eucarístico. | Víctor Alemán / Vida Nueva / AngelusNews).

El renacimiento eucarístico está comenzando.

En una Misa y procesión que se celebraron el mes pasado en la catedral, con motivo de la fiesta de Corpus Christi, lanzamos el Avivamiento Eucarístico Nacional, que es una iniciativa de los obispos católicos de Estados Unidos. Este avivamiento continuará durante los próximos dos años y se clausurará con un Congreso Eucarístico Nacional en Indianápolis, en julio de 2024.

El 13 de agosto celebraremos nuestro Congreso Eucarístico Arquidiocesano en la catedral.

Espero que muchos de ustedes me acompañen ese día. El evento, de un día de duración, es gratuito para todos. Tendremos Misa y Exposición del Santísimo Sacramento, al igual que conferencias impartidas por los mejores oradores, que serán impartidas tanto en inglés como en español.

Le pido a Dios que nuestro Congreso Eucarístico sea un encuentro con Jesús que nos renueve y transforme nuestra vida cotidiana.

Este avivamiento tiene como objetivo el de restaurar nuestra percepción de la Eucaristía como el centro de la identidad católica, al igual que en nuestra experiencia de seguidores de Jesucristo.

En el misterio de la Eucaristía, damos testimonio de la perspectiva del mundo que como católicos tenemos, de esa maravillosa verdad de que nuestro mundo es creado y sostenido por el amor de Dios.

En la Eucaristía, proclamamos esa verdad de que esta creación tiene un Creador amoroso y de que cada uno de nosotros recibimos nuestra vida como un don del Creador.

Proclamamos que el Padre nos ama tanto a cada uno de nosotros que nos ha dado a su Hijo único, el cual ofreció su cuerpo y su sangre y entregó totalmente su vida en la cruz, muriendo y resucitando por nosotros para comunicarle la vida a este mundo que él ha creado.

En la Eucaristía recordamos que Jesús nos ama hasta el extremo, que él entregó en la cruz todo lo que tenía, por nosotros.

Él se hizo carne en el seno de la Virgen María para ofrecer su carne y su sangre en la cruz. Y ahora, nos da su cuerpo y su sangre, para que sea nuestro pan de cada día, para nutrirnos y fortalecernos, durante el camino que hacemos con él en nuestro recorrido por este mundo.

Cuando el sacerdote pronuncia las palabras de la consagración en el altar, nosotros proclamamos la muerte de Jesús y él vuelve a nosotros y nos habla de su amor. En estas palabras el Señor nos está diciendo: Éste es mi cuerpo, partido y entregado por ustedes y por su salvación.

Ésta es mi sangre, derramada por ustedes y por la vida del mundo.

Y así como Jesús se humilló a sí mismo para compartir nuestra humanidad, en la Eucaristía, él nos llama a compartir su divinidad. Jesús quiere vivir su vida en nosotros y quiere que vivamos nuestra vida por él, en él y con él.

Estos son misterios que van más allá de las palabras. Pero estos misterios le dan una dirección, una forma y un propósito a nuestras vidas.

La plegaria del ofertorio que decimos en cada Misa —“Levantemos el corazón / Lo tenemos levantado hacia el Señor”— nos recuerda que así es como debemos vivir ahora, devolviéndole nuestra vida a nuestro Creador. Deberíamos devolverle este don que hemos recibido con agradecimiento y en memoria del don que él nos hizo, de su sacrificio por nosotros y por nuestra salvación.

La Eucaristía hace de nuestra vida de católicos una oración, hace de ella algo bello que le ofrecemos a Dios y a nuestros hermanos y hermanas.

Así como el pan y el vino que ofrecemos en la Misa se transforman en el cuerpo y la sangre de él, nuestra vida ha de ser transformada a través de nuestra participación en la Eucaristía.

Así como Jesús entregó su vida por nosotros, ahora nos llama a caminar con él y a seguirlo.

Él nos llama a amar como él ama y a entregar nuestra vida por los demás, en obras de misericordia y de amor.

Durante estos próximos dos años, se nos presenta una maravillosa oportunidad de reavivar y renovar nuestro amor personal por Nuestro Señor en la Eucaristía y de redescubrir su amor por nosotros.

Oren por mí y yo oraré por ustedes. Y oremos para que el Espíritu Santo traiga muchos corazones de vuelta a la Eucaristía y a la Misa en el curso de estos próximos meses.

Que nuestra Santísima Madre María, en quien el Verbo se hizo carne, nos ayude a todos a hacer de la Eucaristía y de la Santa Misa el centro de nuestra vida. VN

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