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EL PAPA FRANCISCO EN ESTADOS UNIDOS

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ

Arzobispo de Los Ángeles

2 de octubre de 2015.- Recientemente tuve el privilegio de estar presente en Washington y Filadelfia para la visita del Papa Francisco a Estados Unidos y para el Encuentro Mundial de Familias.

Fue una experiencia hermosa la de poder rezar y celebrar con el Santo Padre. Y también la de poder ver cómo él escucha y se interesa por las historias de la gente con la que se encuentra.

En mis encuentros con él, se portó de manera cálida, amable y feliz. Después de la Misa de canonización de San Junípero Serra, él estaba sonriente y me preguntó por nuestros tres nuevos obispos auxiliares. Me dijo que había estado rezando por ellos y me pidió que transmitiera su bendición a toda la familia de Dios aquí en la Arquidiócesis de Los Ángeles. Y, por supuesto, también pidió que lo tengamos presente en nuestras oraciones.

Mi impresión es que el Papa Francisco se conmovió por la fe del pueblo de Estados Unidos. Creo que vio, de primera mano, que los católicos estadounidenses son hombres y mujeres de una sólida devoción, con profundos lazos familiares, y comprometidos con el servicio y la caridad.

Creo también que el Papa experimentó por primera vez como las parroquias, escuelas, hospitales, albergues y otros ministerios católicos ayudan a moldear la estructura social de Estados Unidos, trabajando por construir una cultura de cuidado y compasión en este país.

No existe nada en el resto del mundo como las redes católicas de caridad y justicia social que tenemos en Estados Unidos. Y creo que el Papa se conmovió al ver eso.

El Papa vino a Estados Unidos para escuchar, para aprender, y también para enseñarnos y acompañarnos en nuestro camino de fe.

Los invito a reflexionar en los discursos y homilías que el Papa Francisco pronunció durante su viaje apostólico. Estas pláticas nos ofrecen elementos importantes para comprender el significado y la misión de Estados Unidos, así como valiosos consejos prácticos para vivir nuestra fe católica en este momento de la historia de nuestro país.

Tuve el privilegio de estar con el Santo Padre durante su histórico discurso en Independence Mall, en Filadelfia, en frente de la sala en la que se firmaron la Declaración de Independencia y la Constitución.

Di una breve charla en Independence Mall y, en compañía de dos de mis hermanos obispos y de una familia de inmigrantes de Pittsburgh, le regalamos al Papa la Cruz de los Encuentros, un símbolo del camino de fe de la comunidad hispana católica en los Estados Unidos.

Cuando el Papa Francisco habló, usó el mismo podio que fue utilizado por el presidente Abraham Lincoln cuando pronunció su discurso de Gettysburg.

En esa ocasión nos recordó que la promesa de la libertad de Estados Unidos se basa en la creencia de los fundadores en un Creador que nos hizo a cada uno de nosotros y nos dotó de una dignidad sagrada y de derechos que nadie nos puede quitar.

Al afirmar que la libertad religiosa es “un derecho fundamental”, nos exhortó a nunca olvidar que esto es más que la libertad para rezar y celebrar el culto divino. La libertad religiosa incluye también el derecho de pensar y actuar de acuerdo a la propia conciencia y de participar en la vida cívica y cultural de Estados Unidos.

Los esfuerzos por marginar o excluir a los creyentes de la vida estadounidense son una forma de “tiranía moderna”, dijo el Papa Francisco. Ante los esfuerzos por “reducir [la religión] a una subcultura sin derecho a voz ni voto en los ámbitos públicos”, él instó a los creyentes de todas las religiones a unirse en su llamado por “la paz, la tolerancia y el respeto por la dignidad y los derechos de los demás”.

Me dio gusto también escuchar sus hermosas palabras sobre la importancia de la inmigración y de las comunidades de inmigrantes en la conformación de Estados Unidos.

Él mencionó varias veces que es hijo de un inmigrante. Y nos llamó a no dar la espalda a los inmigrantes entre nosotros.

A los miembros del Congreso, dirigió estas importantes palabras: “Miles de personas se ven forzadas a viajar al norte en busca de una vida mejor, tanto para ellos mismos, como para sus seres queridos, en busca de mejores oportunidades. ¿No es esto lo que nosotros queremos para nuestros hijos?”.

Este es precisamente el asunto: tenemos que recordar la humanidad de los inmigrantes. Tenemos que recordar que no importa la manera cómo hayan llegado aquí, todos son hijos de Dios. Sus vidas son valiosas y merecen nuestra acogida y protección.

El Papa nos llamó a los estadounidenses a recordar nuestras raíces como una nación de inmigrantes y nos pidió recordar la “Regla de Oro”: tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran. Espero que nuestros líderes y cada uno de nosotros tomemos en cuenta estos mensajes y busquemos soluciones justas, misericordiosas y duraderas para nuestros desafíos.

El Papa Francisco elogió la fe y las virtudes del pueblo hispano: su “viva fe” y su “profundo sentido de la vida familiar”.

Y se dirigió a ellos con estas palabras personales y pastorales, que espero que podamos compartir ampliamente en la arquidiócesis y en el país:

“Muchos de ustedes han emigrado a este país a costa de un gran esfuerzo personal, pero con la esperanza de forjarse una nueva vida. No se desalienten por los retos y dificultades que enfrenten. Les pido que no olviden que ustedes, así como los que llegaron aquí antes que ustedes, traen muchos dones para su nueva nación. Nunca se avergüencen de sus tradiciones. No se olviden de las lecciones que aprendieron de sus mayores, pues con eso pueden enriquecer la vida de esta tierra americana. … Al contribuir con sus dones, no sólo encontrarán su lugar aquí, sino que ayudarán a renovar a la sociedad desde dentro”.

Para mí, lo más destacado del viaje del Papa fue la canonización de San Junípero Serra. Me encantó enterarme de que nuestra catedral estaba llena de niños de las escuelas católicas y de que se nos unieron muchos otros, viendo la transmisión en vivo de la Misa de canonización.

La canonización de San Junípero es verdaderamente un momento histórico. Es el primer santo latino de Estados Unidos y un santo que nos llama a continuar la misión de evangelizar nuestra nación y nuestro continente.

En su homilía de canonización, el Papa Francisco puso a nuestro nuevo santo latino como un modelo para todos nosotros. “Él fue la encarnación de ‘una Iglesia que sigue adelante’, una Iglesia dispuesta a llevar a todas partes la ternura reconciliadora de Dios. … Él aprendió a suscitar y nutrir la vida de Dios en los rostros de todos los que conoció; los hizo sus hermanos y hermanas”.

¡Qué hermosa meta apostólica para todos nosotros en nuestras vidas: ¡llevar a todos la ternura reconciliadora de Dios, ayudarlos a darse cuenta de que son hijos de Dios y a vivir como hermanos y hermanas! Esta semana, démosle gracias a Dios por el testimonio apostólico del Papa Francisco en nuestro país. Oremos unos por otros y pidámosle a Dios que nos dé toda la gracia necesaria para renovar nuestro compromiso con el Evangelio y con nuestra misión como católicos.

También les pido que por favor recen por mí, ahora que voy a ir a Roma para el Sínodo de los Obispos sobre la Familia. Recen también por el sínodo de manera especial, y para que nuestro mundo redescubra la belleza de la familia en el plan de Dios para la humanidad.

Pidámosle a la Virgen de Guadalupe, que guió la primera misión a las Américas, que nos inspire a una nueva misión continental, a vivir según nos enseña Jesús y a servir a Dios y a los demás con amor y misericordia. VN

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El nuevo libro del Arzobispo José H. Gomez, “Inmigración y el futuro de Estados Unidos de América”, está disponible en la tienda de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. (www.olacathedralgifts.com).

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