<!--:es-->EL LEGADO DE CÉSAR CHÁVEZ CONTADO POR SU HIJO<!--:-->

EL LEGADO DE CÉSAR CHÁVEZ CONTADO POR SU HIJO

El abogado Fernando Chávez analiza la labor del líder mexicoamericano que dejó huella en la historia estadounidense

El próximo año se cumplirá medio siglo de un notable acontecimiento histórico en el movimiento de derechos civiles en Estados Unidos. Todo comenzó en un pequeño pueblo en el Valle Central de California llamado Delano. Allí, hombres, mujeres y niños sufrían, enfrentando el mismo tipo de racismo y opresión que se había vivido en el Sur de Estados Unidos durante muchos años.

Fue entonces cuando mi padre, César Chávez, mientras organizaba a los trabajadores del campo comenzó a obtener reconocimiento nacional. Hasta el momento de su muerte, su modestia le hizo minimizar ese reconocimiento y la adulación. Siempre decía que lo que comenzó en Delano no fue obra de una sola persona, sino de muchas; que él pudo haber sido la chispa pero que hubo muchos más involucrados, como Dolores Huerta y otros que convirtieron al movimiento de derechos civiles latinos en la labor de su vida.

La huelga de Delano es un hecho histórico en el movimiento moderno de los derechos civiles de los hispanos, así como en los movimientos laborales y de justicia social estadounidense.

A veces tendemos a idealizar esos tiempos a través del lente de la historia, pero los obstáculos que enfrentaron mi papá y gente como Dolores Huerta fueron muy difíciles. Todos los expertos decían que las probabilidades estaban en contra de ese pequeño grupo de individuos, muchos de ellos con poca o ninguna educación. Mi padre apenas terminó el séptimo grado, pero lo que le faltaba de educación formal lo compensaba con su inmenso aprecio y amor por la lectura. Leía todo lo que caía en sus manos. Cuando yo iba creciendo, recuerdo ir a su dormitorio por la noche y verlo leer “Abraham Lincoln” de Carl Sanburg y una biografía de Winston Churchill, y por supuesto muchos, pero muchos libros sobre Mahatma Gandhi y su compromiso de toda la vida con la no violencia, como una forma de lograr la justicia social.

La gente siempre se pregunta cómo alguien como mi padre, con tan poca educación, pudo concebir la idea de formar un sindicato para los trabajadores agrícolas. Mi padre sabía que se necesitaría más que un sindicato para superar la pobreza y discriminación que sufrían los campesinos en los cultivos y en la comunidad en la que vivían. Él sabía que se iba a necesitar un Movimiento. Lo que hizo fue formar a la Unión de Campesinos (UFW) con las mismas ideas del sindicalismo social de principios del siglo 20, cuando muchos miembros del sindicato eran también inmigrantes recién llegados: polacos, italianos, rusos y judíos, que no hablaban el idioma, que habían sufrido discriminación y que sabían poco sobre la vida cívica de Estados Unidos o las instituciones políticas. Y eso fue décadas antes de que se aprobaran leyes laborales nacionales y antes de los contratos sindicales. En ese entonces la Unión creó la cooperativa de vivienda, los bancos comunitarios y clases para enseñar inglés y educación cívica a inmigrantes recién llegados.

Así que a principios de los años sesenta, antes de que mi padre pensara en los contratos sindicales, él organizó a la gente dándole servicios. Empezó con el beneficio de una póliza de seguro por fallecimiento, un programa de ahorro y crédito, una estación de servicio y cooperativas y centros de servicio. Sabía que por la prestación de estos servicios se podría ganar la confianza y credibilidad de los trabajadores porque verían algo constructivo y beneficios reales y tangibles.

Creo que lo que a menudo se pasa por alto cuando se habla de la herencia de mi padre es que en muchos aspectos él estaba adelantado en su época. No sólo estoy hablando del uso de un boicot de uvas y lechugas contra los productores, sino que involucró al clero y comprometió a la Unión con la protesta no violenta por un cambio social. También creía firmemente en que si el público estadounidense -sobre todo el ama de casa que en esos momentos era la principal responsable de las compras- fuera más consciente de las condiciones en que estaban obligados a trabajar los campesinos, especialmente los niños, se solidarizarían con la causa de los trabajadores y el sindicato, y dejarían de comprar por ejemplo, las uvas de mesa. Creo que con lo que los dueños de las cosechas no contaban era con la capacidad de mi padre de movilizar y convencer a los líderes religiosos y al consumidor estadounidense, de todo aquello que tenían que enfrentar a diario los trabajadores del campo.

Como he dicho, mi padre fue un visionario que se adelantó en su tiempo y que utilizó estos elementos de cambio social para que los campesinos tuvieran éxito en obtener sus primeros contratos colectivos.

Así que cuando pienso en el legado de mi padre, lo veo más que como un campeón del movimiento de derechos civiles y del movimiento obrero. Lo veo realmente como un innovador en la creación de un cambio social, político y económico.

Él creía que una persona podía hacer un cambio. Una vez me contó una gran historia sobre Abraham Lincoln: Él [Lincoln] fue a Nueva Orleans con un amigo que era un abolicionista. Allí vieron a un esclavo que lo estaban azotando; su amigo le dijo: ¿Puedes creer lo que le están haciendo a ese hombre? Lincoln respondió: Sí, es triste, pero lo que es más triste es todas estas personas que lo están viendo y nadie dice nada.

Mi papá siempre decía que se necesita que haya una voz fuerte que hable en contra de la injusticia.VN

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