
EL ESTUDIANTE AL QUE LE DIJERON: “TÚ SÍ PUEDES”
ALEJANDRO RIVAS aprovecha una oportunidad para llegar lejos en los estudios y en la vida
De una infancia feliz pero con privaciones económicas, a un avance meteórico por las prestigiosas universidades de Loyola, Stanford y Princeton, la historia personal de ALEJANDRO RIVAS nos recuerda que el talento, la disciplina y la constancia superan los obstáculos que típicamente enfrentan en este país los hijos de inmigrantes.
Aun así, no hay mayor bendición para un joven que recibir, durante su formación estudiantil, el apoyo de algún “mentor” que cree en él y le dice, mirándolo a los ojos: “tú sí puedes”.
Esas precisas palabras fueron las que escuchó ALEJANDRO RIVAS de labios de su maestra Carrie Sebenius, primero, y luego del padre Gabino Zavala (hoy día Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Los Angeles).
Palabras convincentes, mágicas, que cambiaron para siempre su vida e impactan a su comunidad.
Alejandro Rivas, un joven nacido en la ciudad de Los Angeles, de padres mexicanos, nos da algunas razones por las cuales se considera afortunado: mantenerse alejado de las drogas, las pandillas y la vagancia. Pero, sobre todo, tener padres que le inculcaron buenos principios y quienes sustituyeron los juguetes electrónicos por libros, llevándolo muy seguido a la biblioteca.
De esa manera, sin saberlo, se le formó el hábito de la lectura y aprendió a encontrar diversión en lo que muchos consideran aburrido y sin sentido; a entretenerse en forma sana y sin complejos de inferioridad por su pobreza o sus rasgos latinos.
EL MUNDO ESCOLAR
Alejandro recuerda que de niño le gustaba leer sobre Historia y una de sus lecturas preferidas era la historia de los Estados Unidos: la formación y desarrollo de esta nación que había adoptado a sus padres y por lo cual él ahora gozaba de los privilegios de ser ciudadano americano.
“La historia siempre está cambiando, nada es estático; lo que era verdad en el pasado no es verdad ahorita”, razona hoy Alejandro, reconociendo que esa forma de ver las cosas no era normal para un niño que apenas estaba cursando sus primeros años de primaria en una escuela pública.
A medida que iba creciendo y conocía nuevas cosas le atrajo la Biología, todo a lo que se refiere al funcionamiento del cuerpo humano y también de los animales. “Me gustaba investigar sobre cosas que para mi edad eran complejas de entender”, explica Alejandro. Agrega que ese “don” de indagar sobre lo que no entiende lo lleva en su sangre porque hasta hoy le permite profundizar en temas que otros no logran encontrarle una explicación.
Mientras Alejandro se desarrollaba como niño con naturalidad, su vida no pasaba desapercibida, porque siempre llamó la atención de sus maestros y consejeros en cada escuela que llegaba; primero, porque era un niño persistente en sus estudios para lograr buenos grados y, segundo, porque sus estudios los tomaba como una diversión y no porque se lo impusieran.
Algunas veces se constituyó “un problema” para sus maestros porque estudiaba adelantado. En lugar de parar en los temas que estaban en el programa de los maestros para determinado tiempo, estudiaba aquellos temas que verían la próxima semana, mes o año. “Me gustaba leer cosas más avanzadas que las lecciones que imponían en la escuela”, comenta Alejandro, al explicar que esos detalles llamaron la atención tanto a sus padres como a sus maestros y autoridades de la escuela, quienes no sabían cómo lidiar con él.
“Cuando tienes un alumno que ya sabe la lección de la semana, del mes o del año ¿qué haces con ese estudiante?”, se pregunta Alejandro ahora que estudia un Doctorado en Sociología en la Universidad de Princeton y que da clases en la universidad. “Tienes que buscar otra manera de entretenerlo”, se responde.
Sin embargo, Alejandro reconoce que para que un joven que provenga de una familia humilde triunfe, no es suficiente tener toda la inteligencia del mundo o ser un genio, es necesario contar con un mentor, alguien que se interese por él, que lo oriente dándole consejos certeros sobre su futuro que le permitan conocer el sistema educativo de los Estados Unidos para obtener nuevas oportunidades.
De hecho así fue. Carrie Sebenius, una de sus maestras de la Escuela Foothill Middle School de la ciudad de Azusa, California, quien conocía su destacado desarrollo como estudiante de primaria, comenzó a interesarse por él.
La señora Sebenius tenía un hijo que estudiaba en Loyola High School, una escuela privada de varones donde había mucha ayuda para los estudiantes que de verdad quieren estudiar. Ella habló con su esposo Gus Sebenius, que en ese entonces era diácono de la Arquidiócesis, sobre la oportunidad que Alejandro se merecía por ser un estudiante excepcional, y éste a la vez se lo comunicó al padre Gabino Zavala –ahora Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Los Angeles.
El obispo Zavala hizo todas las gestiones pertinentes para que el joven Alejandro tuviera la oportunidad de obtener una beca para que estudiara en la referida escuela, donde estaba seguro recibiría buena educación y lejos de cualquier influencia negativa para sus estudios.
Un día inesperado, luego que el obispo Zavala había visto las calificaciones destacadas de Alejandro y fuera del conocimiento de las autoridades de la escuela de Loyola, recibió la notificación que la Arquidiócesis le había concedido la beca. La noticia causó mucha alegría al joven y a sus padres Alejandro y Margarita Rivas, como también a su hermana mayor Lizbeth.
EL MUNDO DE LA SECUNDARIA
Una vez que se inscribió en la nueva escuela, luego de andar por sus recintos y de recibir sus primeras lecciones, Alejandro percibió la diferencia; vio que todos los estudiantes eran aplicados en sus estudios sin excepción. Y aunque algunos procedían de padres ricos que podían pagar su colegiatura y otros, como él, eran becados porque habían demostrado ser buenos estudiantes, valorizaban la enseñanza y no perdían el tiempo, recuerda.
Y es que los estudiantes cuyos padres eran ricos estaban conscientes que no tenía sentido gastar ocho mil dólares al año para sacar malas notas, de manera que todos sus amigos -becados o no- tuvieron las mismas metas: “Ir a estudiar a las mejores universidades y estudiar buenas profesiones”, aunque para ello debieran estudiar a altas horas de la noche para estar seguros que podían agarrar buenos grados y enviar el mensaje a sus consejeros y maestros que todos querían tener éxito en sus estudios.
“Cuando era estudiante de primaria no tenía aspiraciones, todo lo hacía por diversión, pero cuando ya estaba en Loyola High School nos enseñaron a pensar en nuestro futuro”, recuerda. Tanto así que algunos consideraban meterse al ejército, ir a la universidad o estudiar para sacerdote, pero todos pensaban hacer algo después de los cuatro años de secundaria, comenta.
Alejandro hace una pausa para reflexionar sobre los estudiantes que tienen problemas de drogas o pandillas, simplemente porque sus padres ya no pueden mantenerlos, o sencillamente porque no hay una idea clara del “poder de la educación para arribar a niveles que le permitan una mejor vida” y, en ese sentido, no hay un incentivo para continuar estudiando.
Agrega que los hijos de inmigrantes, en su mayoría, “no conocen cómo trabaja el sistema de los Estados Unidos, ellos entienden que la educación es una buena cosa, que la educación la pueden traducir a un buen trabajo o dinero, pero no saben cómo trabaja eso”. Lo experimentó con sus padres, quienes no sabían cómo aplicar a una universidad, y ese mismo problema se presenta hoy, cuando los padres ya no pueden ayudar a sus hijos para que sigan estudiando una carrera universitaria.
“De igual manera muchas personas que vienen de Centroamérica o México, donde hay conflictos sociales y de pobreza, y viviendo ya aquí en los Estados Unidos experimentan una mejor situación económica, se dedican a trabajar, ganan dinero y viven en paz sin interesarse por estimular a sus hijos a seguir estudiando”.
En el caso de sus padres, comenta Alejandro, fue diferente, porque le dieron valor al estudio. Así como trabajar era importante para ellos a fin de mantener a la familia, era muy importante estudiar para sus hijos.
“Mis padres me dieron el apoyo emocional, moral y lo único que les importaba era que yo estuviera feliz y de esa manera me ayudaron, pero los consejeros y los maestros de Loyola fueron los que me prepararon espiritual y emocionalmente para el cambio hacia el colegio y hacia la universidad”, recuerda.
Después de salir de Loyola High School donde había mostrado ser un buen estudiante, Alejandro mandó solicitudes a varias universidades y todas lo aceptaron. Él escogió la Universidad de Stanford en Palo Alto, cerca de San Francisco, California, un centro de estudios que de 25 mil solicitantes sólo aceptaba 2 mil estudiantes cada año. En ese sentido, además de haber aprobado con la calificación más alta en su escuela, se propuso y se esforzó por sacar la mejor calificación en el examen SAT.
EL MUNDO UNIVERSITARIO
“Stanford era considerada en el pasado como una de las universidades con más discriminación racial, donde sólo aceptaban a los blancos” comenta Alejandro. Ahora, en cambio, ofrecía oportunidades a los jóvenes de minorías y entre ellos estaba Alejandro, dispuesto a demostrar ser tan bueno como los mejores y a aprovechar la oportunidad que un día le había dado el Obispo Zavala de la Arquidiócesis de Los Angeles.
El joven estudiante confiesa que el primer año fue difícil. Extrañaba a su familia y a los amigos que había dejado en Los Angeles. Por ello, quizás, aunque estaba acostumbrado a sacar las mejores calificaciones, sus grados bajaron considerablemente. Además, no encontraba una motivación mayor, porque creía que ya había cumplido su objetivo de estar en una de las mejores universidades de los Estados Unidos.
En ese sentido, tuvo que reconsiderar y proponerse estudiar más y sacar mejores notas al igual que lo había hecho en primaria y en la secundaria, sabiendo por experiencia que todo esfuerzo tiene su recompensa en el futuro.
De hecho así fue, porque cuatro años después (2002-2006) logró graduarse como Licenciado en Biología Humana y una Maestría en Sociología; posteriormente logró ser aceptado en la Universidad de Princeton donde ahora estudia su tercer año de Doctorado en Sociología. Alejandro espera ser un profesor en Sociología y realizar estudios sobre los problemas de la inmigración de Latinoamérica a los Estados Unidos. Busca encontrar una respuesta de cómo los inmigrantes inciden en la sociedad estadounidense. Además, el cambio que sufren los hijos de inmigrantes, quienes, con todo el haber nacido en los Estados Unidos, no son como los americanos anglosajones.
Alejandro terminó esta entrevista enviando un mensaje positivo a los jóvenes, asegurando que todo lo que uno quiere en la vida se puede lograr siempre y cuando uno se lo proponga.
“Si quieres encontrar éxito no te dejes influir por las ideas negativas, sólo busca un mentor que pueda ayudarte”, concluye. VN
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
¿POR QUÉ DECIDIÓ ESTUDIAR SOCIOLOGÍA Y NO OTRA CARRERA MÁS PRODUCTIVA?
ALEJANDRO: La Sociología es el estudio de la sociedad, profundiza en los procesos sociales y la interacción de grupos” y, en ese sentido, me di cuenta que me interesaba más la gente que estudiar un órgano humano o un animal. Hay muchos problemas en esta sociedad que se pueden arreglar y que no se pueden arreglar a menos que entiendas cómo funciona la sociedad.
Los médicos salvan vidas pero a mí me interesa estudiar los problemas sociales tan complejos que se constituyen en un reto; tratar de arreglarlos y, en ese sentido, es un reto para mí. Quiero encontrarle respuesta al por qué el racismo y por qué la democracia trabaja en algunos países y en otros no.
Escogí Sociología porque me interesaba más la sociedad y pensé que era la carrera que yo quería seguir. En Sociología, como profesor, vi más opciones de continuar estudiando, escribiendo libros, dando clases a nuevos alumnos. Los sociólogos siempre están trabajando con ideas, y esas ideas son permanentes.
COMO SOCIÓLOGO, ¿CÓMO VISUALIZA EL FUTURO DE LOS INMIGRANTES EN EE.UU?
ALEJANDRO: Para encontrar una respuesta es necesario investigar si a los hijos de los inmigrantes de segunda generación o los que han nacido en los Estados Unidos, les interesa que sus hijos estudien y se desenvuelvan profesionalmente. Muchos inmigrantes de primera generación toman trabajos que no pagan mucho dinero y en ese sentido tienen menos oportunidades, pero los nacidos acá pueden superar esos niveles.
En el caso de la comunidad china no sucede lo mismo, porque mayormente mandan a sus hijos a buenas universidades, Pero muchos hijos de otros grupos minoritarios, como los latinos, se meten en pandillas o en drogas. Se busca una respuesta, saber si es por su nivel económico, por su raza o simplemente porque tienen trabajos que no les permiten superarse.
¿EXPERIMENTÓ ALGÚN TIPO DE DISCRIMINACIÓN EN LA UNIVERSIDAD POR SER LATINO?
ALEJANDRO: No encontré ningún indicio de discriminación, pero sí falta de respeto, en el sentido que pensaron que por ser hispano me habían regalado la oportunidad de estudiar y no por mi capacidad. Por suerte les demostré que era porque tenía la capacidad para estar en ese nivel al igual que los demás.
Yo veo el efecto del racismo y de la raza no tanto en mi propia vida sino en los que he dejado atrás, en los que tienen la misma situación mía de ser latinos y que no tuvieron la oportunidad de encontrarse con un mentor, alguien que les diga “tú puedes” o “si quieres estudiar en el colegio, sí puedes”.
LAS MEJORES UNIVERSIDADES DE LOS ESTADOS UNIDOS
LAS MEJORES UNIVERSIDADES DE LOS ESTADOS UNIDOS
1 HARVARD UNIVERSITY
Cambridge, Massachusets
2 PRINCETON UNIVERSITY
Princeton, Nueva Jersey
3 YALE UNIVERSITY
New Haven, Connecticut
4 MASSACHUSETTS INSTITUTE OF TECHNOLOGY
Cambridge, Massachusetts
5 STANFORD UNIVERSITY
Stanford, California
6 CALIFORNIA INSTITUTE OF TECHNOLOGY
Pasadena, California
7 UNIVERSITY OF PENNSYLVANIA
Philadelphia, Pennsylvania
8 COLUMBIA UNIVERSITY
New York, New Cork
9 DUKE UNIVERSITY
Durham, North Carolina
10 UNIVERSITY OF CHICAGO
Chicago, Illinois
11 DARTMOUTH COLLEGE
Hanover, New Hampshire
12 NORTHWESTERN UNIVERSITY
Evanston, Illinois
13 WASHINGTON UNIVERSITY IN ST. LOUIS
St. Louis, Missouri
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