EL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO Y EL ECUMENISMO, BASE PARA AFRONTAR LAS MIGRACIONES

Monseñor Marchetto interviene en Pordenonelegge

PORDENONELEGGE.- Para afrontar cada vez más eficazmente la realidad de las migraciones tan característica de la sociedad de hoy, es necesario concentrarse en el diálogo, y en este caso en sus tres aspectos fundamentales: en el interior de la Iglesia, entre los cristianos y con los fieles de otras religiones.

Es el mensaje lanzado por el arzobispo Agostino Marchetto, ex-secretario del Consejo Pontificio para los Migrantes e Itinerantes, en su intervención, el miércoles pasado, en Pordenonelegge, la Fiesta del Libro con los autores que se celebra en Italia hasta ayer, domingo 19 de septiembre.

“El encuentro de personas y grupos que históricamente han vivido antes por separado hace surgir inevitablemente numerosos problemas, frente a la necesidad de formar una nueva existencia juntos”, dijo monseñor Marchetto.
En este contexto, es indispensable el diálogo, que asume “diversas formas concretas”.

“Un congreso de expertos pertenecientes a diversas religiones -dijo- es sólo una de estas formas, que se añade al considerado diálogo de la vida, quizás la forma más importante y frecuente, porque es la cotidiana, en la que personas de varias religiones buscan vivir juntas como vecinos, compartiendo alegrías y dolores, problemas humanos y preocupaciones”.

“Después está el diálogo de la acción, que implica a cristianos y no cristianos en una colaboración encaminada a promover el desarrollo integral de la sociedad”.

“Finalmente está el diálogo de las experiencias religiosas compartidas, en las que personas bien arraigadas en sus tradiciones religiosas comparten sus propias riquezas espirituales”.

El primer diálogo debe darse dentro de la Iglesia católica, salvaguardando en particular la lengua de los emigrantes, dado que la experiencia pastoral “enseña que cuando los emigrantes se sienten comprendidos y cómodos, se integran más fácilmente en la comunidad y la enriquecen”.

En este sentido, monseñor Marchetto recordó que “los emigrantes católicos incluyen también los grupos rituales y, especialmente, los que provienen de las Iglesias orientales católicas”, de las que debe cuidarse la liturgia, que se celebrará “en el rito de la propia Iglesia sui iuris”.

En segundo lugar, está el diálogo con las demás Iglesias y comunidades eclesiales, que “ofrecen una oportunidad de diálogo, especialmente en ese ecumenismo de la vida cotidiana, que refuerza en su base vínculos de unidad (hasta donde es posible) y caridad y promueve una mayor comprensión recíproca”.

En el tercer nivel está el diálogo con los pertenecientes a otras religiones, “un diálogo que se basa en nuestra identidad, suscitando respeto recíproco y el descubrimiento de los valores religiosos y humanos del otro”.

El prelado señaló que los problemas concretos que surgen entre los cristianos y los emigrantes de otras religiones requieren “una mentalidad y una actitud de diálogo por parte de todos”.

“No es fácil -reconoció-. El encuentro con personas profundamente arraigadas en convicciones y costumbres no compartidas por los cristianos puede ser duro”.

Por eso son útiles “mucha paciencia y perseverancia”, “una sólida formación de los agentes pastorales y una información sobre las otras religiones, para derrotar prejuicios, para superar el relativismo religioso y para evitar sospechas y miedos injustificados, que generan tantas consecuencias negativas”.

Monseñor Marchetto afirmó después que el diálogo y la evangelización “no son opuestos”, porque “el diálogo de la vida, que da un testimonio de caridad cristiana, requiere también una explicación”.

El mismo san Pedro, por otra parte, exhortaba a los cristianos a estar “siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza”, destacando que esto debe hacerse “con dulzura y respeto” (1 P 3,15).

Y concluyó: “Con mucho respeto y atención a las tradiciones y culturas de los emigrantes, estamos llamados, nosotros cristianos, a testimoniar el Evangelio de la caridad y de la paz también ante ellos y a anunciarles explícitamente también a ellos la Palabra de Dios, de manera que les llegue la bendición del Señor prometida a Abraham y a su descendencia para siempre”. VN

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