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EL ASTRONAUTA HISPANO JOSÉ HERNÁNDEZ DESCRIBE SU VISIÓN DE UN PLANETA SIN FRONTERAS

La cosecha que creció hasta el espacio

Imagínese flotar ingrávido en el espacio infinito, con la circunferencia completa del planeta Tierra girando allá lejos, bajo sus pies. ¿A qué tipo de reflexiones -en medio de la soledad, el silencio y la quietud cósmica- puede conducirlo una situación tan fuera de este mundo?

Pero en vez de usted o yo, mejor imaginemos la justicia poética de un humilde campesino enviado al espacio. Un sencillo hijo de inmigrantes dejando de cultivar la tierra con sus propias manos… para ir a sembrar el universo con los sueños del hombre.

¿Quién podría obtener una perspectiva mejor de la humanidad que ese humilde trabajador, observándonos desde lo alto?

Viajando a bordo del transbordador Discovery, José Hernández acaba de vivir esa experiencia. Mientras cumplía su misión como astronauta seleccionado por la NASA, lo que vio en el planeta azul a sus pies, con total claridad, fue la insensatez e injusticia contra los inmigrantes.

Y con ese mensaje urgente e inspirador volvió a la Tierra.

Allá por los años 50, los esposos mexicanos Salvador y Julia decidieron probar suerte como trabajadores migratorios en los Estados Unidos.

Originarios de Michoacán, México, empezaron a viajar de ida y vuelta entre ambos países, siguiendo las temporadas de las cosechas. En el valle de San Joaquín trabajaban en la pizca de tomates y pepinos. Las fiestas de Navidad y Año Nuevo las celebraban regresando a su pueblo natal. Durante esos desplazamientos anuales, la familia iba creciendo un poco al azar, según donde los agarrara el viaje en ese momento: así, dos niños nacieron en México y otros dos en Estados Unidos. El menor de ellos, José, el niño que llegaría un día a ser astronauta pese a la astronómica falta de oportunidades con la que parecía tomar forma su vida, nació en el norte de California, en French Camp, Stockton, un 7 de agosto de 1962.

Pero todos los hermanos Hernández por igual, a medida que crecían y asistían a sus múltiples escuelas, los fines de semana unían sus esfuerzos a la faena familiar: arquear el lomo de sol a sol en los campos de cultivo.

A pesar de que los esposos Hernández no tuvieron más remedio que abandonar sus estudios en los primeros años de escuela primaria, aprendieron bastante de la vida como para valorar la importancia de una buena educación. Luchando contra las dificultades nómadas de su trabajo que los obligaba a cambiar a sus hijos de escuela según donde fuera la cosecha, los padres no dejaban de recordarles: “Si no quieren que este tipo de trabajo sea su destino, deben estudiar”.

Un maestro de escuela en Stockton, pueblo ubicado al norte de California, le aconsejó a Salvador que establecieran un hogar definitivo para asegurarles esa preciada educación. La familia Hernández siguió el consejo y se estableció en Stockton.

Al menor de la familia Hernández, José, le había tocado nacer en California. Y aunque no aprendió a hablar inglés hasta los 12 años, desde el principio se destacó en la escuela por su interés y facilidad con las matemáticas.

José ha comentado frecuentemente que uno de sus recuerdos más impactantes de la infancia es el de estar parado sosteniendo la antena de la televisión que transmitía en blanco y negro la llegada del hombre a la luna. Su fascinación ante la proeza de la NASA, el astronauta Neil Armstrong, y la misión Apolo en general, definió su vocación y ha continuado guiándolo desde entonces. Así avanzó en sus estudios, sobresaliendo especialmente en física e ingeniería.

Al graduarse como ingeniero en la Universidad de California en Santa Bárbara y presentar su solicitud de trabajo inmediata en la NASA, el padre de José expresó, riéndose satisfecho y orgulloso: “Pensar que él siempre decía desde chiquito que quería ser astronauta y nosotros no le creíamos”.

AÑOS DE ENTRENAMIENTO

Con una gran persistencia nacida a los 7 años, la edad en que se acostaba en el pasto a contemplar las estrellas jurándose que un día viajaría hacia ellas, el flamante ingeniero José Hernández se presentó ante la NASA. Una gran inspiración para animarlo a presentar su solicitud de ingreso fue la figura del astronauta costarricence Franklin Chang-Díaz, quien en 1981 se convirtió en el primer astronauta latinoamericano en el programa (y fue también, por supuesto, entrevistado por Vida Nueva para su publicación de esa época).

A pesar de este estímulo proporcionado por el ejemplo de Chang-Díaz, durante los siguientes 12 años José fue consistentemente rechazado por la NASA.

Sin desanimarse, y mientras esperaba su turno en la historia de los viajes espaciales, el joven Hernández obtuvo empleo en una serie de proyectos de alta tecnología, tales como un laser de rayos X a ser desplegado en el espacio, un sistema de mamografía digital y un programa de eliminación de residuos nucleares en Rusia.

Recién en mayo del 2004, al cumplir sus 41 años de edad, José fue finalmente aceptado por la NASA como candidato a astronauta.

Dos años después de ingresar a la Agencia Nacional de Aeronáutica y del Espacio, José Hernández completó su entrenamiento especial como candidato a astronauta. El arduo entrenamiento incluyó conferencias técnicas y científicas, instrucción intensiva en los complejos sistemas del transbordador especial y de la Estación Espacial Internacional, entrenamiento físico, instrucción de vuelo en T-38 y técnicas de supervivencia en medio de la naturaleza y en el mar.

Inicialmente, la NASA asignó a José a una oficina administrativa del transbordador espacial, como apoyo en los lanzamientos y preparación de aterrizajes del transbordador en el Centro Espacial Kennedy.

ASTRO JOSÉ

Por fin, cinco años después de su incorporación a la NASA, José Hernández fue seleccionado entre miles de candidatos, para tripular la nave Discovery, en calidad de astronauta de la misión STS-128 en ruta hacia la Estación Espacial Internacional este septiembre de 2009, con el título de especialista de misión.

Poco antes del lanzamiento, el presidente de México, Felipe Calderón, conversó por teleconferencia con su “paisano” de Michoacán, invitándolo a comer en la residencia presidencial a su regreso a la Tierra.

“Vaya vueltas del destino”… debió haber pensado en ese momento don Salvador Hernández, contemplando su propio pasado, sus viajes y esfuerzos como inmigrante, mientras su hijo pródigo charlaba por televisión nacional con el presidente de la patria que él y su esposa se vieron forzados económicamente a abandonar en pos de un futuro mejor para sus hijos.

Luego de un par de postergaciones debido al mal tiempo primero y luego a problemas mecánicos, Discovery surcó los cielos, llevando exitosamente a José Hernández hacia su meta añorada por tantos años: el espacio. Por coincidencia, lo acompañó en la tripulación Danny Olivas, otro astronauta de raíces mexicanas.

(Trece hispanos ya han sido astronautas en la historia del programa especial norteamericano, y nueve de ellos siguen activos actualmente en la NASA).

Durante sus 13 días trabajando en cero gravedad, José halló tiempo para transmitir a la Tierra mensajes en inglés y español, demostró experimentos científicos, preparó taquitos para sus compañeros, y respondió preguntas enviadas a su dirección de internet: “Astro-José”.

El astronauta México-Americano ha confesado que al darle la vuelta completa a la Tierra en sólo 90 minutos, se sintió maravillado de no poder distinguir esas fronteras artificiales trazadas sobre el planeta que dividen a la humanidad.

CON LOS PIES EN LA TIERRA

Esa experiencia especial dejó una marca indeleble en José. Por lo tanto, regresó a la Tierra con un mensaje claro y contundente. Un mensaje del cual la NASA se desligó rápidamente, como dependencia del gobierno insertada en una época donde el tema de la inmigración continúa siendo un asunto ferozmente divisivo entre la población, aclarando que las opiniones personales de Hernández no representaban la política de la Administración Espacial.

Pero el mensaje de José era simple e imposible de silenciar:

“Yo trabajo para el gobierno de Estados Unidos, pero como individuo tengo derecho a dar mis opiniones personales”, dijo ante la prensa, razonando con la misma claridad matemática con que analiza problemas técnicos de vida o muerte a bordo de una nave espacial: “Tener a 12 millones de indocumentados aquí implica que hay algo malo con el sistema, y el sistema necesita ser reparado. Lo que no es práctico es intentar deportar a 12 millones de personas”.

José Hernández, el inmigrante que por haber subido alto no ha olvidado sin embargo sus humildes orígenes, continúa luchando hoy por convencer al presidente Obama de que pase una reforma migratoria que legalice a esos 12 millones de indocumentados. Al mismo tiempo, consciente de su rol de modelo para tantos otros niños inmigrantes, busca asegurar que los estudiantes de bajos recursos también reciban una oportunidad de alcanzar sus sueños. Con ese fin, José creó la fundación “Reaching for the Stars”, (“Alcanzando las estrellas”), cuyo propósito es juntar dinero de becas para aquellos estudiantes decididos a seguir carreras en ciencias y matemáticas.

Casado con su esposa Adela, dueña de un restaurante de comida mexicana ubicado en Houston, Texas, (convenientemente cercano a su trabajo en la NASA), José Hernández es hoy día padre de cinco hijos.

Como premio a su esfuerzo y persistencia persiguiendo su sueño de ser un astronauta, Hernández gozará al fin de cuentas de un privilegio que otros astronautas no conocieron. El programa de los transbordadores espaciales está a punto de ser cancelado por la NASA, para dar lugar a una nueva y moderna generación de naves espaciales, a bordo de las cuales José Hernández también pronto se subirá para regresar al espacio.

Mientras se alista para viajar próximamente a la Ciudad de México a cenar con su presidente en calidad de invitado de honor, José hace una última reflexión sobre lo que ha sido su vida y las lecciones que implican para otros inmigrantes como él.

Según dice José Hernández, los factores principales que propiciaron sus logros fueron una buena educación y contar con padres que lo obligaron a estudiar, revisando a diario sus tareas escolares e involucrándose en el progreso diario de su educación.

Su mensaje para padres mexicanos y padres latinos en general es: “Gastar menos tiempo bebiendo cervezas con los amigos y mirando telenovelas y pasar más tiempo con la familia y los hijos. Alentando a los niños a perseguir esos sueños que hoy les parecen inalcanzables”.

¿Quién hubiera dicho que aquel campesino que doblaba su espalda cosechando tomates y pepinos, se estiraría un día hasta tocar el universo con sus manos matizadas de tierra?

Es lo que se llama justicia poética. VN

CAMINO AL ESPACIO

Cómo entrar al programa de astronautas de la NASA

La NASA acepta solicitudes para candidatos a astronautas. Aquellos seleccionados podrían volar al espacio para estadías de larga duración en la Estación Espacial Internacional y misiones a la luna.

Para ser considerados, los solicitantes necesitan presentar un diploma en ingeniería, ciencias o matemáticas y contar con tres años de experiencia profesional relevante.

Típicamente, los solicitantes exitosos presentan calificaciones significativas en ingeniería o ciencias, o extensa experiencia como pilotos de jets de alta ejecución.

La experiencia como maestros, incluyendo trabajo a nivel de jardín de infantes hasta el grado 12, califica para candidato a astronauta. Se alienta a los educadores con currículum educativo apropiado a presentar su solicitud.

Luego de un período de seis meses para evaluación y entrevistas, la NASA anunciará sus selecciones finales. Los candidatos a astronautas deberán reportarse al Centro Espacial Johnson en Houston, Texas, para iniciar su entrenamiento básico en preparación para futuras asignaciones en vuelos espaciales. VN

Para presentar su solicitud, visite:

http://www.usajobs.gov

Por información adicional sobre el Programa de Candidatos a Astronauta, llamar a la Oficina de Selección de Astronautas al número: (281) 483-5907, o visitar en internet:

http://www.nasa.gov/astronauts/recruit.html

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