EDUCACIÓN Y EVANGELIZACIÓN   Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ

EDUCACIÓN Y EVANGELIZACIÓN   Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ

Arzobispo de Los Ángeles 

Es el regreso a clases.

Las escuelas primarias y secundarias católicas de toda la Arquidiócesis de Los Ángeles comenzaron sus clases recientemente, y los programas de educación religiosa se están preparando para trabajar nuevamente en nuestras parroquias después de las vacaciones de verano.

Los estudiantes también están volviendo a clases en nuestros colegios y universidades católicos. Al escribirles esto, anticipo ya el gusto que tendré de celebrar las Misas con nuestros seminaristas para iniciar el nuevo año escolar, tanto en el Seminario de San Juan como en el Centro para la Formación Sacerdotal Reina de los Ángeles.

La educación católica en Los Ángeles es sólida y está llena de vida.

En resumidas cuentas, servimos a más de 165,000 jóvenes de todos los niveles en nuestras parroquias y escuelas. Nuestras escuelas católicas son el mayor suministrador de una educación basada en la fe en el país, y sirven a más de 68,000 estudiantes, que van desde el jardín de infantes hasta el grado 12, y cuyas inscripciones han aumentado nuevamente al comenzar el año escolar 2022-23.

Ciertamente, la educación católica va más allá que los meros números. Cada uno de estos estudiantes tiene un alma y una historia propios. Estas almas nos son confiadas para que las cultivemos, para que desarrollemos en ellas los dones que Dios les ha dado y para que las ayudemos a descubrir el propósito de sus vidas y el plan que Dios tiene para ellas.

Desde la pandemia, que causó tanta perturbación en nuestro país durante los pasados dos años, y especialmente en lo que respecta a las escuelas y a los jóvenes, estamos presenciando un nuevo discurso en torno a la educación.

En todos los niveles, desde la universidad hasta la escuela secundaria y primaria, los padres de familia, maestros, administradores y líderes políticos se están cuestionando sobre cuál es el propósito de la educación; qué es lo que se debe enseñar en el aula; y cómo se deben medir los “resultados” educativos. En pocas palabras, cuál es el significado de ser un hombre o una mujer joven con educación. Estos cuestionamientos son importantes y son el reflejo de una ansiedad más extensa que concierne a la salud de nuestros jóvenes y también la dirección de nuestra sociedad.

Para la Iglesia, la educación de los jóvenes sigue desempeñando un papel esencial dentro de la misión que Jesús nos confió: “Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado”.

La educación católica es siempre vista a la luz del llamado de Cristo a la evangelización y a hacer discípulos. Nosotros estamos aquí para enseñar y para dar testimonio, y ambas cosas van siempre juntas. Como dijo San Pedro, somos un pueblo llamado a proclamar las maravillas de Dios.

Las verdades que Jesús enseñó no pertenecen solo al ámbito de nuestra vida subjetiva y privada. Estas verdades tienen como fin el cambiar nuestros corazones, pero también se nos dieron para orientar y guiar nuestra vida en común; Jesús quiere que su enseñanza moldee a la sociedad y al mundo, así como también al curso de la historia.

Nosotros podemos llegar a conocer el mundo entero, todos los secretos del universo físico, la secuencia genética del cuerpo humano, pero si no conocemos a Dios ni los propósitos de él, entonces estamos perdidos.

De hecho, todos los días vemos en nuestro mundo la profunda “desconexión” que existe entre, por un lado, nuestra experiencia tecnológica y científica y, por otro, nuestras capacidades morales y éticas. Tenemos la capacidad de hacer muchas cosas, pero nos falta el juicio suficiente para saber si debemos hacerlas.

Lo que Jesús ordenó, las verdades que Él nos reveló, hacen posible que llevemos una vida plenamente humana.

La educación católica tiene como objetivo comunicar todas estas verdades, que podemos conocer por la fe y la razón: las verdades acerca de quiénes somos, cómo fuimos hechos y con qué fin; las verdades sobre nuestro origen y destino.

Estas verdades incluyen el conocimiento de las ciencias y la historia, de la teología, la moralidad y las artes.

Queremos que nuestros estudiantes adquieran los conocimientos que necesitan para tener una carrera. Pero queremos también conducir a nuestros alumnos hacia la sabiduría.

La sabiduría implica el saber cómo vivir en el mundo, para qué vivir y por qué. Implica ser dueños de nuestra libertad, ser capaces de controlar nuestros pensamientos y acciones; es un entrenamiento de nuestros deseos, para que queramos buscar lo que es verdadero, bueno y bello. Implica vivir con amor y con un sentido de asombro y gratitud por el don de la creación.

La educación y la evangelización se reúnen en el encuentro con Jesucristo. En los Evangelios, a Él se le llama Maestro. Todo lo que hacemos en el salón de clases debería tener el objetivo de abrir el corazón de nuestros jóvenes para que sepan que Él es el camino, la verdad y la vida.

Oren por mí y yo oraré por ustedes.

Y pidámosle a Santa María, Trono de la Sabiduría, que ella nos ayude en la hermosa tarea de preparar a nuestros jóvenes para vivir como hijos de Dios, creados a su imagen y llamados a seguir a su Hijo y a continuar su misión. VN

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