<!--:es-->DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS, TRADICIÓN Y RENOVACIÓN<!--:-->

DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS, TRADICIÓN Y RENOVACIÓN

Amar esta tierra en la que vivimos y que nos da de comer implica construir lazos de fraternidad con todos, sin importar color, cultura, idioma o status migratorio

Las grandes celebraciones de nuestra sociedad norteamericana tienen que ver con los inmigrantes y el día de Acción de Gracias no es la excepción. La tradición nos dice que un grupo de peregrinos que había huído de Inglaterra por motivos religiosos, se asentó en un lugar hoy conocido como “Plymouth Plantation” en el estado de Massachusetts. Ellos no esperaban que el invierno sería tan inclemente y en esa primera temporada pasaron hambre, sufrieron muchas enfermedades y más de la mitad de esos primeros inmigrantes murieron a consecuencia de las terribles condiciones de vida. Gracias a la ayuda de los nativos, los indígenas “wampanoag”, los sobrevivientes pudieron contar con calor y comida. Al año siguiente, los inmigrantes ya establecidos levantaron su primera cosecha, compartieron con los nativos los frutos de su trabajo e hicieron una gran fiesta de acción de gracias. De esta manera, el agradecimiento estaba dirigido hacia Dios, fuente de todo bien, y hacia los nativos, quienes habían posibilitado su sobrevivencia.

Sabemos por la historia que esa sana convivencia no duraría mucho tiempo, sin embargo, el gesto de los inmigrantes agradecidos ha marcado para bien la cultura norteamericana.

Los historiadores datan este evento entre los años 1621 y 1623, pero será George Washington, primer presidente de Estados Unidos quien en 1789 estableció el día nacional de Acción de Gracias. En 1863, Abraham Lincoln lo declaró fiesta nacional. El Congreso Federal, en 1941, le dio el carácter de día de celebración nacional con la suspensión de todas las actividades laborales.

En ningún país de América Latina hay una fiesta de Acción de Gracias propiamente dicha, aunque muchas de nuestras fiestas populares y religiosas tienen como fin agradecer a Dios por sus bienes y compartir con los hermanos los frutos de la bendición de Dios. Es muy interesante cómo la comunidad hispana de Estados Unidos se ha integrado y celebra con entusiasmo esta fiesta que es típica de la cultura estadounidense.

La fiesta trae a nuestra mente y a nuestro corazón muchos valores y principios morales sobre los que podemos profundizar en este tiempo. Recuperar estos valores puede ayudarnos a re-descubrir el verdadero sentido de lo que celebramos.

Para empezar, es una fiesta de la salud. El pavo y los vegetales, característicos de la Cena nos recuerdan lo importancia de lo que comemos. En una sociedad tan obsesionada con la “silueta”, pues estar gordo no está de moda, el recuerdo de la comida natural es una buena respuesta. Incluso para nosotros los hispanos, quienes como grupo étnico tenemos síntomas y problemas de salud por nuestra manera poco sana de alimentarnos, podemos encontrar en esta tradición pistas muy saludables: como comer en casa, llevar comida sana al trabajo, preparar verduritas diariamente, etc.

Otro aspecto interesante sería el tema de la convivencia. Muchas de nuestras familias debido a los horarios de trabajo y escuela ya no tienen tiempo para compartir tiempo y espacio. Estamos ocupados en lo urgente y nos olvidamos de lo importante. No hay nada más importante para un niño e incluso adolescente que el tiempo que sus padres le dediquen, no hay nada más motivante para salir adelante que el amor de la familia. La atención, el diálogo, la alegría de estar juntos tiene un precio más alto que el dinero que ganamos en ese tiempo trabajando. Los divorcios, las disfunciones en la familia tienen su raíz en que no nos sentimos importantes delante de las personas a las que amamos. Eso es frustrante y a la larga produce enfermedades incurables. Acción de Gracias es convivencia y comer juntos.

Y lo que decimos de la familia lo podemos ampliar hacia los vecinos, los amigos, incluso los desconocidos y las personas que no son de nuestro grupo. La fiesta nos habla de los nativos conviviendo con los inmigrantes. ¡Qué símbolo más significativo para este momento de la historia! Convivir como hermanos los que llegamos con los que ya estaban, abrir unos y otros las puertas de la casa y del corazón. ¿Por qué vernos como enemigos si somos hermanos, miembros de la misma raza, es decir de la humanidad, de la familia de los hijos de Dios? Si algo nos enseña la fiesta es este sentido de apertura y sensibilidad hacia el que es diferente porque nuestra fe y tradición nos enseñan que aquél a quien llamo extranjero es mi hermano.

Millones de personas con toda una historia de trabajo, esfuerzo, sacrificio y familia son extranjeros en una tierra fundada y formada por inmigrantes. Amar esta tierra en la que vivimos y que nos da de comer implica construir lazos de fraternidad con todos, sin importar color, cultura, idioma, status migratorio. Todos somos americanos porque estamos aquí y comemos los frutos de esta tierra trabajada por manos de todos los colores. Hoy más que nunca, y por el bien de todos, tenemos que superar las barreras que nos impiden ayudarnos mutuamente y hacer que este país siga siendo la tierra de la “Acción de Gracias”.

Hay otro aspecto muy importante para reflexionar, especialmente en estos tiempos de crisis económica, me refiero a la estrategia de compartir. El Papa Benedicto XVI no tiene ningún problema en reconocer que la causa de esta crisis no está en la inmigración. Los flujos migratorios son producto de la crisis no su causa. Las causas son complejas y él habla de ellas en el documento “Caridad en la verdad”, pero la solución ciertamente pasa por la capacidad que tengamos todos de compartir, de buscar el bien común. Si cada quien sólo mira a su propio provecho la solución será imposible. En las manos de todos, colaborando en comunidad, ricos y pobres, empresarios y trabajadores, gobernantes y gobernados, cristianos y no cristianos está la salida de la crisis y la llegada de los nuevos tiempos.

Desde nuestra espiritualidad cristiana católica me parece importante privilegiar dos aspectos: el sentido de dependencia de Dios y la Eucaristía. Reconocer que el Dios de Jesucristo es la fuente de todo bien y aceptarlo como Señor de nuestra vida es el fundamento de nuestro amor al prójimo y de nuestra responsabilidad de compartir lo que somos y lo que tenemos. Aceptar el amor de Dios que sólo quiere nuestro bien y nuestra salvación nos motiva a corresponderle haciendo su voluntad, es decir, haciendo todo por amor y sirviendo humildemente a nuestros hermanos, especialmente los más necesitados. Esto es lo que nos enseñó nuestro Señor Jesucristo con su vida, muerte y resurrección.

El otro elemento es la Eucaristía. La palabra misma significa “acción de gracias”, por lo que el centro de nuestra liturgia, de nuestra doctrina y de nuestra vida cotidiana es el agradecimiento. Cada vez que vamos a Misa vamos a agradecer y salimos de la Misa con la misión de construir una sociedad de personas agradecidas, “eucaristizadas”. El gesto más importante de la Misa es la comunidad reunida alrededor de una mesa servida. En esa mesa, todos nos sentimos hermanos compartiendo la vida y el alimento que se sirve, que es Cristo mismo. En realidad los católicos celebramos la Acción de Gracias todos los días o al menos cada domingo y sabemos que sin la Eucaristía no estamos completos.

Que esta fiesta de Acción de Gracias 2009 no esté centrada en comer mucho y comprar para endeudarnos, sino en compartir y servir. VN

Dr. José Antonio Medina

amedina@liguori.org

Para entender la Misa como acción de gracias, consulte Manual para entender y participar de la Misa del P. Juan Sosa, Libros Liguori. o la Eucaristía, 20 preguntas del pueblo, del Dr. Richard Fragomeni. Libros Liguori. Pídalos al 1800 325 9521 o en su librería más cercana. VN

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