DEVOLVIENDO EL SABER
Maestras que estudiaron en la misma escuela católica cuando pequeñas, regresan a enseñar.
Por ALICIA MORANDI
Devolver algo de lo mucho que recibieron parece haber sido la motivación de un grupo de maestras que enseñan en la Escuela Católica Nuestra Señora de Guadalupe. Comenzaron como alumnas, y después de obtener sus credenciales de docentes, regresaron a educar con la misma dedicación y compromiso que sus antecesoras.
Su actual directora, Nancy Figueroa, de 45 años, hija de inmigrantes de Morelos, México, fue también estudiante allí, y muchos años después regresó como maestra por nueve años, desde primero hasta octavo grado, hasta ocupar actualmente la dirección de la escuela.
“Mi mamá estaba muy involucrada en la parroquia, y con mucho sacrificio económico mi familia me puso en esta escuela católica, donde crecí con el mismo grupo de estudiantes; nos conocíamos bien y nos sentíamos como familia; nos sentíamos seguros. Aquí se planta esa semillita de los valores religiosos y humanos. Uno crece con amor a su comunidad, a su escuela, a su parroquia”, dice Nancy Figueroa. Y esto es algo que perdura en Nuestra Señora de Guadalupe, ya que es uno de los principales objetivos de las escuelas católicas.
Nancy ingresó en kinder sin hablar inglés, ya que en su hogar sólo hablaban español. En Nuestra Señora de Guadalupe batalló al principio para adaptarse al exigente programa académico, pero afirma que el apoyo de sus maestros y de sus padres la impulsó a terminar con honores la secundaria, para luego seguir estudios superiores. Y lo más importante, adquirió valores que la han acompañado toda su vida.
“La generación de mis padres se involucraba mucho en la escuela y en la parroquia, vivían la fe. En aquel entonces, muchos de ellos eran inmigrantes y aquí pusieron a sus hijos, aunque también había estudiantes de tercera y cuarta generación. Había muchos que, como yo, su primera lengua era el español.
“Cuando entré a la universidad quería ser educadora, pero en ese tiempo tenía dos empleos, como asistente de maestra y con un bróker. Por cuestiones económicas finalicé trabajando en el mercado inmobiliario, pero no me sentía satisfecha, así que cuando tuve la oportunidad, me dije: ‘Es ahora o nunca’, y me incliné por la carrera de maestra”.
Al principio fue suplente en una escuela pública, hasta que Nuestra Señora de Guadalupe le ofreció un puesto allí.
“Soy muy mexicana por mis tradiciones, pero a la vez americana porque aquí nací. Pero cuando hice la carrera de Estudios Chicanos e Historia en UCLA, encontré mi identidad de chicana y sentí que era tiempo de dar a la escuela y comunidad, así como me dieron a mí. Aquí me abrieron las puertas. Empecé trabajando en quinto grado por 5 años, y después pasé a enseñar historia en Middle School y luego en cuarto grado”.
Al ser nombrada directora, los retos para Figueroa son aún mayores. Especialmente en situación de pandemia.
“Cuando era maestra estaba involucrada principalmente con mi grupo de niños y sus padres trabajando como equipo, pero como directora de esta escuela se lidea más con todos los padres y maestros en asuntos de disciplina y calidad académica. Me ha ayudado que crecí con mucha disciplina de los maestros y de mis papás, por lo que creo que, si ponemos la disciplina desde un principio, los niños ya saben cómo conducirse luego”.
El Covid19 ha afectado en el número de estudiantes, por lo que directora Figueroa comenta que van a solicitar al Departamento de Salud del Condado de los Ángeles el permiso de que regresen los estudiantes de los primeros grados. Se implementarían muchas restricciones para asegurar que niños y maestros estén seguros.
“Les vamos a tomar la temperatura, a hacer preguntas antes de que los padres se vayan, y se formarían grupos de 12 o menos. Si hay una clase que supera ese número y quieren venir todos, vamos a dividirla y la mitad vendrá dos días, y la otra mitad los otros dos días y el viernes daremos la clase por zoom. Si nos aprueban esperamos poder hacerlo”, agrega.
Actualmente, esta escuela imparte clases casi 4 horas al día por zoom. Si los alumnos no tienen computadoras, la escuela se las provee.
La mayoría de los estudiantes reciben asistencia financiera.
‘ESTA ESCUELA ME DIO UN NUEVO CONOCIMIENTO DE LA FE’
Al igual que Nancy Figueroa, Jessica Salazar también ha regresado de educadora a Nuestra Señora de Guadalupe. Madre de dos pequeños de 2 años y de 11 meses, actualmente es maestra de inglés y arte desde primero hasta cuarto grado.
Empezó en kínder en esta escuela, pero en quinto grado su familia se mudó a Chino Hills y, como no deseaba dejar esta escuela, tuvo que viajar a diario para asistir a la escuela.
“Esta escuela me dio un nuevo conocimiento de la fe. Fui criada como católica. Ya desde pequeña le decía a mi mamá que fuéramos a rezar porque eso es lo que había aprendido en la escuela. Nuestra Señora de Guadalupe es realmente familia para mí. Mi mamá ha sido maestra aquí. Mi papá es hasta hoy día entrenador de básquetbol en esta escuela; también vinieron mis hermanos y primos”.
Jessica Salazar siempre se mantuvo conectada con esta escuela, y apenas se graduó de California State University L.A. en 2003, comenzó a trabajar de maestra en Nuestra Señora de Guadalupe, con la idea de hacerlo sólo por un año mientras preparaba el examen de ingreso a la Escuela de leyes.
“En verdad iba a escoger otro camino a nivel profesional, pero al trabajar de maestra en la Escuela Nuestra Señora de Guadalupe, me enamoré de esta profesión, me di cuenta de que era mi vocación escondida y decidí quedarme aquí, para de alguna manera poder ofrecer a otros lo que yo recibí”.
Hace 6 años que trabaja para esta escuela, y confiesa sentirse como “en familia en muchos sentidos”. Y agrega: “Uno siente el ambiente familiar. El personal está muy unido y algunos están aquí desde que yo asistía a la escuela. Todavía está mi maestra de segundo año. Una de las directoras fue mi maestra de cuarto grado. Aquí no solamente el estudio a nivel académico es riguroso, también promueve la fe y el sentido de familia. Y estos tres términos describen lo que es la escuela.
“Creo definitivamente que la escuela católica marca una diferencia en la vida de los niños y familias. Tiene que ver con la enseñanza de valores y fe y ayuda con los conocimientos para la vida, y esto yo lo he experimentado como estudiante y ha sido mi fundación y apoyo. Estoy feliz que mis padres hayan hecho ese sacrificio. Me da regocijo saber que lo que enseño sirve, como por ejemplo cuando vienen los alumnos y me dicen que ‘este rezo que me enseñó ayudó en algo a mi familia’. Se siente mucho regocijo con estos comentarios”.
‘EN LOS VALORES, LA ESCUELA CATÓLICA MARCA UNA DIFERENCIA…’
De igual manera, Laura Flores, de 57 años, hija de inmigrantes de Sonora y Guadalajara, madre de dos hijas adultas, maestra de estudios sociales y religión de primero a cuarto grado, asistió a esta institución desde su primer grado hasta octavo. Vivía en el área a unas cuatro cuadras de la escuela. Sus padres aún residen ahí.
“Mis cinco hermanos y yo vinimos a esta escuela. Somos una familia católica y mis padres con alrededor de 70 años de casados aún asisten juntos a misa en Nuestra Señora de Guadalupe”, dice Flores. “Rezábamos el Rosario todas las noches, participábamos en las posadas y en todos los eventos que tienen que ver con la Iglesia Católica. Mi mamá era muy dedicada y con mucho sacrificio nos mandó a todos a esta escuela. Mi papá mantenía a la familia con la música, en un trío, y aunque generaba poco dinero, mi mamá hacía milagros para alimentarnos a todos y enviarnos a escuela católica. Me acuerdo de que hasta le daba hospedaje a gente que necesitaba ayuda. Después de aquí, todos seguimos la secundaria católica, yo fui a la escuela de la Misión de San Gabriel, y allí me gradué.
“De los 8 años que estuve aquí, la mayoría de los años mis maestras fueron monguitas, así que me crié con ellas y me enseñaron con mucho amor. Uno de los recuerdos más bonitos fue una competencia en cuarto grado en la cual teníamos que dibujar lo mejor que podíamos a la Guadalupana, y yo gané el primer lugar”, rememora.
Al salir de la escuela, Laura deseaba seguir una carrera y por cuestiones financieras comenzó en el Colegio del Este de Los Ángeles, al mismo tiempo que criaba a sus hijas, alumnas también de Nuestra Señora de Guadalupe, quienes se graduaron con honores. Posteriormente completó sus estudios online y obtuvo un título en educación.
Cuando la más pequeña de sus hijas asistía a esta escuela, ella se metió de ayudante de maestra, involucrándose aún más, por lo que no tardaron en darle un puesto de docente de primer grado.
“De maestra tengo unos 15 años y 5 de asistente. Un gran porcentaje de niños ingresa con diferentes niveles de aprendizaje y eso dificulta alcanzar el adecuado. Tengo que alcanzar a cada alumno individualmente para que vayan aprendiendo. Por suerte muchos papás se involucran, colaboran en las actividades de la escuela, y también los abuelos.
“A mí lo que más me gusta enseñar es religión. La escuela católica marca una diferencia en los valores, con la misa, las oraciones. Soy también directora de los acólitos que asisten en las misas”, comenta Laura Flores con el orgullo de una labor bien cumplida. VN
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