CUANTO MÁS DISTANCIADOS DE DIOS, MÁS NECESITADOS DE PAZ Y CONFIANZA

Monseñor Vegliò interviene en el encuentro para la pastoral de circos y ferias

El alejamiento de Dios lleva al hombre a encerrarse en sí mismo, en una situación en la que es todavía más necesaria una inyección de serenidad y confianza.

Lo afirmó monseñor Antonio Maria Vegliò, nombrado, el pasado mes de febrero, presidente del Consejo Pontificio de la Pastoral para los Emigrantes y los Itinerantes.

Fue en su saludo de bienvenida al Encuentro de Directores nacionales de la Pastoral para los Circenses y Feriantes, que se celebra en el Vaticano los días 11 y 12 de diciembre.

El prelado recordó que el espectáculo itinerante “desde siempre ha estado presente en la vida de las personas y las ha acompañado irrumpiendo en su vida cotidiana, a veces gris y banal, con un conjunto de actuaciones bonitas, entre luces brillantes, vivos decorados y músicas emocionantes”.

Por eso, se puede decir que la vocación de los que se dedican a esta actividad “siempre ha sido la de llevar serenidad y paz, esperanza y confianza, de la que la persona, sobre todo hoy, tiene más necesidad cuanto más se distancia de Dios y de las fuentes de la gracia, encerrándose en un materialismo ciego y egocéntrico”.

“En la medida en que la persona se aleja del amor de Jesucristo, se distancia también de su prójimo y deja de entender lo que ella es, cuál es su verdadera dignidad, su vocación y su destino final”, añadió monseñor Vegliò.

“Sólo en el misterio de la encarnación, la persona vuelve a encontrar completamente su dignidad, el cumplimiento de su realización, la medida de su “educación”.

En este contexto, resulta fundamental la evangelización de los que trabajan en el espectáculo itinerante, “entendida en su sentido más amplio como anuncio de la palabra de Dios, comunicación de la vida divina a través de los sacramentos y testimonio del servicio a los hermanos”.

Igualmente, “es necesario que de la escucha de la Palabra, del encuentro vivo con Cristo Eucaristía y de la participación en los sacramentos, surja en su corazón el deseo de un compromiso misionero y de dar testimonio”.

UN MUNDO DE VALORES

Monseñor Vegliò recordó después que en el ambiente circense y carnavalesco “hay algunos valores que se consideran como característicos suyos y que determinan su existencia”.

“Acogida, hospitalidad, escucha y solidaridad, alegría y paz, hacen de los circos y de las ferias lugares extraordinarios de reunión y de comunión, donde distintas generaciones y familias enteras encuentran diversión y recreo, y donde se pueden instaurar relaciones que enriquecen y edifican”, explicó.

Estos valores “se apoyan y defienden también para permitir a los circenses y feriantes desarrollar una acción educativa, que es peculiar por su arte, ante la sociedad, en el diálogo con las jóvenes generaciones y con los más pequeños”.

El circo y la feria, de hecho, “favorecen su socialización, les ayudan a desarrollar la creatividad y la fantasía y se presentan como ocasiones particulares para familiarizarse con otras personas y con los animales”.

A pesar de “llamadas, peticiones y artículos que critican esta forma de entretenimiento, considerándola como superada y poco divertida” y lanzan “propuestas para un “nuevo circo” sin animales”, el circo y la feria continúan siendo lugares “importantes” de la ciudad, por su carácter social, cultural y pedagógico”.

“Desde el centro hasta las periferias urbanas más desfavorecidas, en los territorios rurales y en las grandes metrópolis, el espectáculo itinerante desarrolla con su actividad una función importante en la vida cultural, contribuyendo a su vitalidad y animación”.

Para que sea posible “lograr esa seguridad que le permita proteger y defender sus “intereses” en un mundo en continua transformación”, los circos y las ferias deben, sin embargo “intentar ir de la mano de una cierta evolución”.

Aunque dan siempre la impresión de ser lugares mágicos y encantadores, por otra parte también sufren muchos problemas, y tras las apariencias “se esconde un universo hecho de trabajo y de sacrificios, de tensiones y de riesgos”, un panorama “agravado por la actual crisis que afecta también a este sector”.

En este contexto, el prelado auspició que “los valores fundamentales de la familia, que son la amistad, el amor, la paz, la libertad y la alegría -sin duda la fuerza de los circenses y feriantes-, puedan apoyar a las generaciones de hoy en la construcción de su futuro, dando vida a una sociedad verdaderamente solidaria y fraterna, en la que todos los diversos ámbitos, las instituciones y la economía estén impregnados de espíritu evangélico”. VN

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