CUANDO UN SER QUERIDO TIENE UNA ENFERMEDAD MENTAL

CUANDO UN SER QUERIDO TIENE UNA ENFERMEDAD MENTAL

Impotencia y confusión en las familias ante un sistema de salud con muchas fallas. Una organización apoya y educa a sobrellevar esta situación

Por ALICIA MORANDI | vida-nueva.com 

Cuando al hijo menor de Ana González le diagnosticaron paranoia esquizofrénica, a ella le azotaron pensamientos perturbadores: “¿Es que está loco?, “¿será un peligro?… ¡esto no puede pasar en mi familia!”.

Para esta madre mexicana fue muy duro recibir la noticia, “porque el estigma de una enfermedad mental es muy fuerte”, dice. “Es difícil de procesar, por eso lo primero es la negación. Pero para ayudar a nuestro ser querido en su tratamiento y recuperación, hay que salir de esa negación”.

A los 18 años, terminando la High School, su hijo tuvo su primer episodio. “Noté que no era él; no recordaba cosas y hablaba incoherencias, y a mí me dio miedo y tristeza porque no sabía qué estaba pasando”.

Ana lo llevó al hospital, pero llegar a un diagnóstico no fue nada sencillo. Tuvo que recorrer un agobiante camino antes de saber lo que tenía su hijo.

“Desafortunadamente no hay una radiografía o examen de sangre para decir exactamente de qué se trata una condición mental. El psiquiatra tiene que observar los comportamientos y basado en eso dar un diagnóstico. Y esto toma tiempo, y mientras, nadie te dice nada; la frustración es grandísima. NAMI fue mi ayuda porque a través de sus cursos educativos aprendí sobre este asunto. Esta organización ha sido mi principal recurso para sobrellevar, entender y ayudar a mi hijo en su diagnóstico, tratamiento y recuperación”, dice Ana.

Después de tomar cursos, participar en grupos de apoyo y ser voluntaria, ahora esta madre mexicana es educadora, y está encargada de un área de servicios del Departamento de Salud Mental del Sureste del condado angelino del grupo de NAMI (Alianza Nacional para Enfermedades Mentales), que sirve a familias que tienen a un ser querido diagnosticado con una enfermedad mental.

“Puedo decir que fue un proceso difícil los primeros tres años cuando yo no aceptaba el diagnóstico de mi hijo. Hasta que me di cuenta que es como si te toca problemas del corazón, diabetes, asma, etc., y no tiene nada que ver con qué si yo hice algo malo como madre, o que viene de familia… Es una condición mental muy estigmatizada, y no hay muchos tratamientos ni especialistas en psiquiatría”.

Ana sostiene además que el sistema de salud mental tiene serias deficiencias. Una barrera para muchos familiares es la Ley Hippa, la cual establece que el paciente mayor de 18 años debe dar su propio consentimiento para que le atiendan, aunque no esté mentalmente estable.

“El paciente puede estar hablando solo o tratándose de hacer daño a él o a otros, y si no admite que tiene una condición mental, si no acepta ir al hospital o que le den el tratamiento, no hay nada que hacer; no lo pueden ayudar. Por eso esta ley no es efectiva. Y la familia se frustra; lo jurídico puede arruinarle la vida a esta persona que necesita un tratamiento”.

Con los menores puede pasar lo mismo, agrega. “Si un niño necesita tratamiento y terapia, y la madre lo lleva a cierto lugar y el pequeño dice ‘no’, entonces no le dan terapia, aunque sea menor de edad. Hay familias que tienen a más de un niño con una condición mental, y no los saben controlar ni en la escuela ni en casa. Y cuando están chiquitos, no pueden decir: ‘Mamá, estoy deprimido’, sino que van a expresar sus síntomas de depresión peleando en la escuela o en casa; estando en la enfermería todo el tiempo con dolor de estómago o alguna otra dolencia, o aislándose”. 

‘HAY ESPERANZA CUANDO SE JUNTAN PSIQUIATRA, MEDICAMENTOS Y TERAPIAS…’ 

“En salud mental sabemos que una crisis es un desbalance químico en el cerebro, y éste no se recupera; no es como si te pones un curita y al siguiente día ya no sangra”, comenta Ana. “El cerebro se deteriora, y entre más tiempo tarde en recibir tratamiento, peor es. Por lo tanto, es importante que se identifique el problema lo más pronto posible, y que se le ponga atención.

“Puede que una persona con una condición mental parezca que no tiene nada, pero en verdad está viviendo una realidad que no existe. Y muchas veces nos quiere agredir o romper cosas o hacerse daño, y uno piensa que la policía puede ayudar, pero no está bien entrenada para esto”.

Sin embargo, agrega Ana, sí existe algo que se puede hacer, y es recurrir al código 5150. Ante una crisis, hay que llamar a la policía, contarles lo que está pasando y pedir que vengan y apliquen 5150; ellos ya saben que se trata de un caso de salud mental. Al igual que el anterior, el 5585 también fue establecido por el Código de Bienestar e Instituciones, pero éste se aplica a un menor de edad que debe ser internado por 72 horas.

“Por ley, si ven que está bastante mal pueden llamar a un equipo del Departamento de Salud Mental, formado por un evaluador y trabajador social, que se junta con la policía. Entonces, automáticamente -sin su consentimiento – lo llevan a emergencia y ahí lo inyectan para calmarlo, y en un centro le dan tratamiento por tres días. Pero pasado ese tiempo, el paciente puede decidir irse y no hay nada que lo detenga. Aunque en caso de que quiera recibir tratamiento, hay recursos disponibles.

“Como existe tanta necesidad, en cuanto les controlan la psicosis, estos hospitales tratan de darles el alta pronto, no importa la hora. Puede ser hasta de madrugada. Si no tienen familia o no quieren que le avisen, se quedan en la calle. Y muchas veces se han perdido. Otra falla del sistema”, comenta Ana.

 

La educadora de NAMI añade que en caso de que el muchacho no quiera de ninguna manera ir a ver a un médico, lo único que le queda a la familia es educarse, observar a su ser querido, y usar un recurso que tienen los padres: darle al doctor toda la información sobre su hijo para que trate de evaluarlo y así brindarle el mejor diagnóstico y tratamiento.

“En una carta le escribe al doctor su nombre; el nombre y fecha de nacimiento de su hijo, y número de teléfono, y le explica de forma concreta lo que ha estado pasando con fechas específicas”, dice.

El doctor tiene que oír lo que dice la familia que está con ese paciente las 24 horas del día.

“Hay esperanza cuando se juntan psiquiatra, medicamentos y terapias psicológica y psicosocial, porque ellos necesitan aprender a socializar si están aislados.

“Tenemos que saber que nuestros seres queridos con este tipo de diagnóstico son manipuladores. Es también común que abusen de sustancias. Entonces, vamos a poner límites, a comunicarnos, y esto sirve cuando están estables”.

Su recomendación a los padres es que “se busquen entre ellos, se eduquen, vayan a grupos de apoyo, tengan un plan para el hospital de emergencia, terapista, psiquiatra, y que aprendan todo lo que puedan sobre cómo funciona el sistema de salud mental”.

‘… UN DÍA A LA VEZ”

NAMI ofrece principalmente tres servicios, de acuerdo con Ana González: educa en general sobre enfermedades mentales, porque cada caso tiene sus particularidades; guía sobre los recursos disponibles, y ofrece grupos de apoyo para que las familias no se sientan solas.

“Busquen recursos a su alrededor, tanto médicos como económicos; estén al pendiente, y hagan un plan para llevar a cabo cuando haya una recaída o crisis”, enfatiza.

La organización tiene un programa muy efectivo de seis semanas que se llama “básico”.

“Se preparan formularios con información del niño y sus padres. Otro, donde poner copias de sus certificados: seguro social, seguro médico, exámenes que le practicaron, evaluaciones de la escuela y psicológicas; cuáles son los doctores, contactos y lugares de emergencia. Lo mismo se hace con un mayor de edad. Recomendamos que la familia investigue cuál hospital está cerca del domicilio, y siempre tener todo esto a mano”.

En cuanto a los grupos de apoyo, padres que reciben capacitación se hacen cargo de ellos. Si los afectados están estables, pueden también recibir cursos que les explican de qué se trata la enfermedad, y de qué manera tomando los medicamentos, alimentándose bien y siguiendo un tratamiento, pueden tener una vida digna.

“La enfermedad es para toda la vida, pero si se mantiene estable, ya marca una diferencia. En USC tenemos una profesora que padece esquizofrenia y se maneja muy bien. Recibe excelente tratamiento y es toda una profesional”, dice Ana, quien está totalmente dedicada a esta organización “porque existe mucha necesidad en nuestra comunidad hispana, y yo soy otra mamá que en cierto momento estuve ahí, entonces, ¡cómo no voy a colaborar!

“Estoy convencida de que NAMI ha sido el único recurso que me ha ayudado; ha sido mi educación y terapia para salir adelante con la enfermedad de mi hijo, y gracias a Dios lo hemos podido ir controlando en lo que cabe, y … vivir un día a la vez”. VN

Más información

  • NAMI cuenta con una línea telefónica nacional, estatal y en cada ciudad. En el sitio web: nami.org puede buscar por su código postal cuál de los centros NAMI están más cerca.
  • ‘NAMI Urban Los Angeles’: (323) 294-7814. En el Condado de Los Ángeles cuentan con 12 afiliadas. VN
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