CUANDO DIOS QUIERE NO SE DEJA ESCAPAR LA PRESA

La hermana Cecilia Canales O.P., vicaria episcopal para las religiosas, vive su vocación como respuesta constante a Cristo sirviendo a los demás

Está visto que, cuando Dios atrapa o apuesta por alguien, no hay modo de escapar de sus manos ni de perder la apuesta, aunque el apresado o jugador deba luchar contra la oposición aun de los padres. Es la historia de la hermana Cecilia Canales, O.P., feliz por haber perdido la apuesta hecha con Cristo.

La hermana Cecilia nació en Lincoln Heights, California, la menor de tres hijos -un varón y dos mujeres -de Carlos Agustín Canales y Juanita de la Torre quienes le dieron el nombre de Esther Cecilia; el Esther “se cayó” cuando hizo los votos.

Sus padres eran mexicanos católicos. Su madre, dice la hermana Cecilia, “era muy religiosa, tenía una gran fe y fue una gran inspiración para mí. Era muy activa en la Iglesia antes de casarse, pero algo cambió al nacer los hijos, vivir lejos de la parroquia y no conducir”. Su padre, en cambio, no fue nunca practicante.

Ambos, sin embargo, “creían en la importancia de la educación católica y por eso nos pusieron en las escuelas primaria y secundaria del Sagrado Corazón del Este de Los Ángeles, dirigidas ambas por las Hermanas Dominicas de la Misión San José. Yo estuve con ellas 12 años y mis hermanos algo menos”, cuenta la hermana.

VOCACIÓN

En su familia extendida no había, ni hay, familiares dedicados de lleno “a la vida religiosa o vida consagrada, por lo que no pudo recibir inspiración de la familia para dedicarse exclusivamente al servicio de Cristo sirviendo a los hermanos”. Aún así, agrega su hermano Carlos, le ha contado que, “allá por el segundo grado de primaria, ella le anunció muy convencida que iba a ser monja o cantante”.

Ella no recuerda esa proclamación, pero sí está segura de que “admiraba la vida que llevaban y el trabajo que hacían las hermanas que trabajaban en las escuelas. Ellas fueron fuente de inspiración para abrazar la vida consagrada”.

De hecho, en algún momento de la secundaria, una hermana de la escuela le sugirió que podía ser monja. “Me sorprendió mucho, porque yo no había hablado de eso con nadie, aunque no descarté la idea”.

Más tarde, a finales de la secundaria, sí creyó que el Señor la llamaba a la vida consagrada y decidió que quería probar si tenía verdadera vocación en la comunidad de sus maestras, pero sentía que iba a chocar con sus padres. Así fue.

CRISTO LE GANA LA APUESTA

“A finales del último año de secundaria -cuenta – hicimos [toda la clase] un retiro espiritual y entonces le dije a Cristo: ‘Si para el año que viene todavía sigo pensando en irme al convento, te prometo que lo hago’”. Cristo le tomó la palabra y, al año de terminar la secundaria, lo dijo en casa.

“La noticia tomó a mis padres por sorpresa y creyeron que alguien me había lavado el cerebro. Mi padre esperó hasta el final que cambiaría de idea. No es que tuviera nada contra esa decisión, pero sí creía que era una idea pasajera. Incluso, para sobornarme, llegó a decirme que me compraría un auto. Es más, después de convencerse de que mi decisión era seria y meditada, albergaba la esperanza de que yo echaría marcha atrás”.
Tenía 18 años de edad. Partió de casa, cuenta a VIDA NUEVA, sin la bendición paterna hasta el punto que sus padres no la acompañaron en el viaje de ingreso en la congregación, en la casa madre de Fremont, California. La acompañó su hermana Jenny, la mayor de los hijos. “Salí de casa llorando por no contar con la bendición y apoyo de mis padres. Fue doloroso, pero yo tenía que comprobar que, en efecto, mi decisión de dedicarme a la vida consagrada era la correcta”.
Sus padres, dice, no concebían otra vocación para su hija que el matrimonio y, además, “siguiendo la tradición latina de aquellos años, la querían tener en casa hasta el matrimonio”.
En Fremont hizo el postulantado y el noviciado, periodos de discernimiento para conocerse mejor, aquilatar la vocación y asimilar el carisma dominico según la visión de la madre Pía Backes. Luego hizo los votos temporales y posteriormente los perpetuos.
“Mi padre creía que yo estaba huyendo de algo, pero no era así. Yo iba corriendo detrás de una llamada y el día que hice los votos [de pobreza, castidad y obediencia] sentí dentro de mí como un fuego y paz avasalladores que me confirmaron en la decisión de servir a Cristo y a los demás con todas mis fuerzas en la vida consagrada”.
SU TRAYECTORIA
Como religiosa, la hermana Cecilia Canales pertenece a la congregación de Hermanas Dominicas de la Misión San José, conocida en México como Congregación de María Reina del Santo Rosario, fundada por la venerable Madre Pía Backes en 1876. La congregación está fundada sobre los cuatro pilares de la espiritualidad dominica: “comunidad, ministerio (servicio, predicación), estudio y oración”, pilares que se manifiestan de puertas afuera especialmente con la “predicación”, la difusión del mensaje de Jesús, que constituye el carisma principal o señal de identidad de los dominicos en la Iglesia desde sus comienzos.
De hecho, las letras O.P. junto al nombre de Cecilia Canales significan que pertenece a la gran familia de la Orden de Predicadores (O.P.) fundada por el español Santo Domingo de Guzmán en 1216. A ella pertenecen hoy día más de cien mil religiosos/religiosas subdivididos en diversas comunidades con una única misión común en la Iglesia: llevar la Palabra de Dios y el servicio a los hermanos más vulnerables en todos los rincones del mundo.
Terminada su preparación religiosa y académica, la hermana Cecilia dedicó varios años a la enseñanza en escuelas primarias y secundarias dirigidas por su congregación.
Primero fue en la escuela de la Inmaculada Concepción en San Francisco (3 años); siguió la Academia de Santa Catalina de Anaheim (2 años); Santa Teresita de Lincoln Heights (5 años). En Santa Teresita, parroquia netamente hispana, le nació una segunda vocación: “Sentí el llamado a trabajar con los hispanos. Fueron unos años muy felices. Estuve encantada de la vida”, relata.
Luego fue destinada al Seminario Mayor/College de San Juan en Camarillo de la Arquidiócesis de Los Ángeles con la delicada misión de la formación humana y evaluación del proceso psicológico de los candidatos al sacerdocio. “Fue la primera institución del país en fijar una serie de criterios objetivos para calibrar la idoneidad espiritual y psicológica de los aspirantes al sacerdocio”, cuenta orgullosa de haber sido pionera en ese campo.
VICARIA EPISCOPAL
Finalmente, en 2011, el Arzobispo José H. Gomez la nombra Vicaria para Asuntos de las Religiosas residentes en la Arquidiócesis de Los Ángeles.
El cargo la convierte en cierto sentido en madre superiora o enlace con el arzobispo de las 1,500 hermanas de 115 congregaciones que sirven a Cristo en la arquidiócesis angelina.
“Por mi escritorio pasan todos los asuntos relacionados con ellas, desde si piensan fundar una casa en la arquidiócesis hasta ayudar a las hermanas con los visados y otros asuntos oficiales”, cuenta.
“Es un ministerio lindo. Me encanta hablar con las mujeres que han consagrado o quieren consagrar su vida a Cristo,” dice.
Es una experiencia enriquecedora hablar con alguien que pide consejo sobre su vocación y hacia qué congregación dirigir sus pasos. “Algunas llegan a ella pensando en una congregación de las 115 existentes en Los Ángeles y salen pensando en otras. Muchas llegan con nociones sobre una o varias congregaciones que han recogido en internet”.
Pensando en su vocación y la influencia que las hermanas dominicas de sus escuelas ejercieron en ella, VN le pregunta si la escasez actual de vocaciones a la congregaciones de mujeres no estará relacionada con la ausencia de hermanas en muchas escuelas parroquiales.
“Es posible, porque muchas jóvenes no experimentan en primera persona, no ven, la felicidad y plenitud de que gozan las religiosas y muchas no tienen a quién acudir cuando creen sentir la llamada del Señor. No constatan personalmente el servicio que las hermanas hacen a Iglesia. Por otra parte, las vocaciones de hoy día suelen ser jóvenes ya mayorcitas, incluso adultas que tienen una vida formada y una profesión, pero notan en su interior un vacío que sólo la entrega exclusiva a Cristo puede llenar”, responde.
En esto consiste la vida consagrada, explica, y agrega que el Papa Francisco ha declarado “año de la vida consagrada desde el 11 de este mes de octubre hasta el 25 de noviembre de 2015, con el objeto de dar a conocer o recordar a todos los fieles la validez, belleza y felicidad de una vida llevada cerca del Señor Jesús, además de invitarles a orar por las religiosas [también por los religiosos] y a aceptar sin miedo el llamado del Señor”.
“La vida consagrada- dice la hermana Cecilia- es un signo profético para el mundo y los religiosos han sido llamados para revelar el verdadero amor de Dios en el lenguaje de nuestro tiempo, un signo que apunta al testimonio visible de Cristo”. VN
Preguntitas
¿QUÉ LE GUSTA COMER?- “Chocolate -responde riendo-. La comida mexicana y ‘cheetos crunch’”.
¿LE GUSTA COCINAR? – “Me encanta cocinar, especialmente la comida mexicana y la italiana”.
¿QUÉ LECTURAS LE GUSTAN? – “Libros de misterio; ahora estoy leyendo The Book Thief de Markus Zusak, y de espiritualidad: The Sacred Fire, de Richard Rohr”.
¿TIENE DÍAS LIBRES? – “Pocos y ocupados. Tengo muchos familiares en la zona y me gusta mantener el contacto con ellos y con los amigos incluso de la escuela primaria y secundaria. Además, por el cargo que ocupo, muchos fines de semana debo asistir a aniversarios, etc.”
¿CÓMO LE GUSTARÍA SER RECORDADA? – “Como una persona compasiva que sirvió a los demás y tenía buen sentido del humor, necesario porque te ayuda cuando no sabes qué estás haciendo”.
MENSAJE A LOS JÓVENES- “Todos hemos sido llamados a ser discípulos de Cristo y cada uno tenemos una vocación especial y seguirla es la única forma de ser felices. Mantengan el corazón abierto. No tengan miedo. Debemos servir a nuestra comunidad de Los Ángeles y todos tenemos la oportunidad de ser mensajeros de paz”.

SISTER CECILIA CANALES, O.P.
Vicar for Women Religious
213/637-7592
Srccanales@la-archdiocese.org

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