¡CRISTO ESTÁ VIVO, LA IGLESIA ESTÁ VIVA!    Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ

¡CRISTO ESTÁ VIVO, LA IGLESIA ESTÁ VIVA!    Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ

Arzobispo de Los Ángeles

A principios de este mes, celebramos nuestro Camino del Año Jubilar. Fue hermoso poder ver ahí a tantos de ustedes y a sus familias.

En total, aproximadamente unas 2,000 personas hicimos la procesión de 11 millas a lo largo de las calles, caminando desde la Misión San Gabriel Arcángel —el lugar donde “nació” la Fe en Los Ángeles hace 250 años— hasta la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles, la actual iglesia madre de la familia de Dios.

Fue una peregrinación espiritual y un evento cívico inspirador. Les agradezco a los hombres y mujeres de las fuerzas del orden público que ayudaron a regular el tráfico del trayecto y a los múltiples voluntarios de las parroquias en las que nos detuvimos por el camino.

Fue una gran alegría el ver a la gente tan feliz. Muchos fueron orando todo el camino, rezando el rosario, cantando; se podían escuchar gritos de “¡Viva Cristo Rey!” Al ir recorriendo los diferentes vecindarios, la gente salía de sus casas o nos hablaba desde sus ventanas, emocionada de decirnos cuánto aman a Jesús. Me conmovió ver a tantos niños pequeños mirando con mucha atención el paso de nuestra procesión.

Empezamos nuestro día con una misa en la misión y terminamos con una ceremonia de oración en la catedral. Fue maravilloso volver a ver la catedral llena nuevamente. En nuestro sitio web hay varias buenas fotos y videos de ese día, así que espero que les echen un vistazo.

Todo el día, al estar orando, no dejaba de pensar ¡qué señal tan maravillosa es ver que la Iglesia está viva en la Arquidiócesis de Los Ángeles!

Aproximadamente una semana después, el lunes de la Semana Santa, celebramos la Misa Crismal anual, es decir, esa solemne celebración durante la cual cada parroquia lleva sus óleos al obispo para que sean bendecidos y consagrados —los óleos de los catecúmenos, el óleo de los enfermos, el santo crisma— y en la cual todo sacerdote renueva públicamente las promesas que hizo en su ordenación.

La Misa Crismal es una expresión palpable de la Iglesia como familia de Dios y el reino de Dios: obispos, sacerdotes y diáconos, hombres y mujeres religiosos y consagrados, seminaristas, fieles laicos.

Y de nuevo, al estar orando y mirando las bancas de la catedral, llenas de gente fiel y alegre, proveniente de todos los rincones de la arquidiócesis, pensé: ¡la Iglesia está viva en Los Ángeles!

La Iglesia está viva porque Jesucristo está vivo. Ése es el gran significado de la Pascua.

Este Jesús, a quien acompañamos en la Semana Santa, durante el transcurso de los últimos días de su vida terrenal; este Jesús, al cual pudimos ver golpeado y clavado en una cruz y a quien vimos morir el Viernes Santo, ¡este Jesús está vivo!

Ésta es esa verdad que tenemos que redescubrir cada Pascua.

¡Jesucristo está vivo! Y como él está vivo, nosotros no moriremos, ¡podemos resucitar con él! Ésta es mi oración de Pascua: ¡que nos levantaremos de las dificultades y miserias de este mundo y uniremos nuestras vidas con la del Señor Resucitado!

Cuando reflexionamos acerca de nuestro tiempo, que está tan perturbado por la guerra y las divisiones, sabemos que solo hay una manera de encontrar la paz en nuestras familias, en nuestra sociedad, en nuestro mundo, y es a través de nuestra fe en Jesucristo, a través de nuestro compromiso de seguir sus enseñanzas y su ejemplo.

Jesús ha resucitado y camina con nosotros. Nunca debemos olvidarlo.

Jesús nos acompaña; él nos hace compañía en todas nuestras esperanzas y en todas las dificultades de nuestra vida diaria, en todos esos pequeños modos a través de los cuales nos esforzamos por encontrar la santidad, tratando de hacer las cosas de la mejor manera posible, dándole gloria a Dios y amando a nuestro prójimo.

Es necesario que resucitemos con Jesús, que seamos conscientes de la gran importancia que tiene nuestra vida. Jesús cuenta ahora con nosotros para continuar su obra en la tierra.

Esta Pascua, renovemos nuestro deseo de servir a Jesús en nuestra vida, con alegría y confianza.

¡Vivamos nuestra fe, justo donde estamos! Vivamos y amemos como Jesús en nuestros lugares de trabajo, en nuestros hogares, en la escuela, en nuestros ministerios, en todo lo que hacemos.

Tratemos de que todo lo que hagamos sea hermoso y agradable para él, buscando siempre el modo de ayudar a los demás a conocerlo, a amarlo y a experimentar su amor por ellos.

Si tratamos de amarlo y de servirlo en todo lo que hacemos, encontraremos la alegría y la paz. Nuestra vida se transformará en un camino luminoso que conduzca a los demás a Jesús, en un camino que nos llevará al cielo.

Esta Pascua, por favor oren por mí y yo oraré por ustedes. Les deseo mucha alegría para ustedes y sus familias.

Y que Nuestra Santísima Madre María nos acompañe, en el camino que recorremos con Jesús, que está vivo. Que ella nos ayude a resucitar con él y a ir a hablarle al mundo de su amor. VN

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