CARDENAL RIVERA SE SOLIDARIZA CON MILITANTE INMIGRANTE EXPULSADA DE ESTADOS UNIDOS

El Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo de Ciudad de México y Primado del país, envió un mensaje de solidaridad a la mexicana Elvira Arellano, deportada en días pasados de Estados Unidos.

Arellano, cuyo pequeño hijo Saúl es ciudadano norteamericano, estuvo refugiada un año en un templo evangélico en Chicago para protestar por la posible expulsión, que implicaría la separación de su hijo, hasta que la semana pasada decidió salir del templo para participar de una manifestación a favor de los inmigrantes.

A las pocas horas de su salida, la madre mexicana fue arrestada y expulsada a México por las autoridades de inmigración.

En la misiva el Cardenal manifiesta su “solidaridad ante la difícil situación que enfrentó por su condición de inmigrante ilegal, que ha llevado a su deportación y separación de su hijo Saúl”.

El Purpurado se pone a disposición de la madre para “ayudarle en todo lo que pueda, tanto para que no se separe de su hijo, como para que se respeten sus derechos humanos y pueda tener un trabajo digno que le permita cumplir con su vocación de madre”.

“Que Santa María de Guadalupe y San Juan Diego le den fortaleza y sienta su amorosa presencia y protección en estos momentos dolorosos, y que la causa por la que usted lucha se vea alentada por la esperanza de alcanzar la justicia que a todos es debida”, concluye el mensaje.

Por su parte, el Arzobispo de Tijuana y responsable de la Pastoral de la Movilidad Humana de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Mons.

Rafael Romo Muñoz, dijo en un comunicado sobre el mismo caso que “hoy somos testigos de una deportación a una mujer mexicana que estuvo luchando por buscar una reunificación familiar como indocumentada. Un caso como éste tiene que ser público para despertarnos y recordar la situación injusta que viven los migrantes en los países que se desarrollan por su fuerza laboral”.

El mensaje señala que en esta misma situación se encuentran otros hombres y mujeres que, en silencio o escondidos, son obligados a vivir en la oscuridad del país que se beneficia y crece por la mano de obra barata y la fuerza laboral.

“No son solamente ellos los lastimados sino toda la Iglesia, toda la familia de Dios que se ve violentada, trastocada en lo más sagrado que tiene: la persona misma y la integración familiar”, agrega.

“Seamos portadores de la Vida y de la Esperanza. Como tal, vivamos con los y las migrantes que acogemos y que servimos en nuestro amado país”, concluyó. VN

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