‘¡AHORA MISMO EMPIEZO!’    Por Monseñor JOSÉ H GOMEZ

‘¡AHORA MISMO EMPIEZO!’    Por Monseñor JOSÉ H GOMEZ

Arzobispo de Los Ángeles 

(fOTO: El Arzobispo José Gómez, celebra la misa dominical en la capilla de la Anunciación en la Misión San Gabriel, el 12 de julio de 2020. | Víctor Alemán | vida-nueva.com).

La semana que viene daremos comienzo a un año jubilar para conmemorar el 250 aniversario de la Misión San Gabriel Arcángel, la primera iglesia fundada en lo que es ahora la Arquidiócesis de Los Ángeles, el 8 de septiembre de 1771.

Dentro la tradición de la Iglesia, un jubileo es mucho más que una celebración de aniversario. Un jubileo le da gloria y alabanza a Dios y, en palabras de Jesús y de los profetas, un jubileo es “un año de gracia del Señor”.

Empezaremos este año santo en adoración y oración, ofreciendo nuestro homenaje y acción de gracias por la encarnación de Nuestro Señor y por el don de la redención que él nos comunica.

Celebraré un servicio de oración en la Misión San Gabriel, la noche del 8 de septiembre, natividad de la Santísima Virgen María. La noche siguiente, daremos inicio a las 40 horas de adoración eucarística en 22 parroquias designadas como lugares peregrinación a lo largo de toda la arquidiócesis. Nuestra adoración concluirá con la solemne apertura de la Puerta Santa y con la Misa de inauguración del año jubilar, que ofreceré el 11 de septiembre en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. Para obtener más información sobre esto, consulte nuestro sitio web, forwardinmission.com.

Todo jubileo es una temporada de misericordia y de muchas gracias, una ocasión en la que renovamos nuestra fe de que todo tiempo e historia le pertenecen al Creador, y de que él, en su providencia, tiene un plan y un propósito para cada persona y para toda nación de la tierra.

Con la fundación de la Misión San Gabriel por San Junípero Serra y por los primeros pueblos de esta tierra, Dios inició un nuevo capítulo en la historia de la salvación, plantando las semillas de su reino en el sur de California, semillas que han fructificado en una hermosa iglesia local que abraza a pueblos de todas las razas, idiomas y nacionalidades.

Este jubileo nos recuerda también que Estados Unidos tiene un “alma” cristiana, que las libertades y los valores que nuestro país defiende están arraigados en el Evangelio proclamado por San Junípero y por los innumerables misioneros que ofrecieron su vida para llevar la buena nueva de Jesucristo a esta tierra.

Esa misión de traer a Jesucristo a Estados Unidos sigue siendo vigente en la vida de ustedes y en la mía. Ése es el significado espiritual más profundo de este jubileo: el redescubrimiento del hecho de que ser católico significa ser misionero.

En la tradición bíblica, el jubileo se caracterizaba por prácticas específicas: la cancelación de deudas, la liberación de los esclavos, la devolución de propiedades a sus dueños originales, el dejar que la tierra “descansara” de la agricultura.

Con nuestro jubileo también estamos invitando a la gente a adoptar nuevos hábitos de devoción: a orar juntos, en compañía de sus familiares y vecinos; a estudiar los Evangelios con espíritu de lectura orante o de lectio divina y a realizar actos de caridad y obras de misericordia.

El objetivo de estas prácticas es, nuevamente, darnos cuenta de que nuestro tiempo le pertenece a Dios.

No estamos simplemente “aquí”, en este mundo. Cada uno de nosotros fue puesto aquí, por el Dios vivo, con un propósito. Estamos aquí para hacer una diferencia para Jesús y para su reino. Tenemos el deber de santificar nuestro tiempo o de “redimir el tiempo”, como solían decir los apóstoles.

Al reflexionar sobre este jubileo, me ha venido con frecuencia a la mente una expresión latina, “¡Nunc coepi!”

Significa “¡Ahora empiezo!” y es un concepto que encontramos frecuentemente en los escritos y vidas de los santos, desde el Venerable Bruno Lanteri hasta la Sierva de Dios Dorothy Day.

Uno de mis santos favoritos, el santo sacerdote San Josemaría Escrivá, dijo, “¡Nunc coepi!” – “¡Ahora empiezo!”. Éste es el grito de un alma enamorada que, en todo momento, haya sido fiel o falta de generosidad, renueva su deseo de servir —¡de amar!— a nuestro Dios con una lealtad incondicional ”.

¡Ésa es mi esperanza para este año jubilar! Para mí, este jubileo es algo providencial. Llega en un momento en el que nuestra Iglesia y nuestra sociedad están enfrentando una multitud de desafíos, por la pandemia, por los cambios y alteraciones de nuestra sociedad.

Y siento que en este jubileo, Dios nos está llamando a emprender un nuevo comienzo, a volver a lo básico, que es vivir y proclamar nuestra fe en Jesucristo.

Le pido a Dios que todos los que formamos parte de la Iglesia — los obispos, los sacerdotes, los diáconos, los religiosos y consagrados, los seminaristas y laicos, aprovechemos este año jubilar para decir, “¡Ahora empiezo de nuevo a amar a Jesucristo! ¡Ahora empiezo de nuevo a servirlo con todo mi corazón, a hablar de él y a compartir su amor en todo lo que hago!”

Oren por mí y tengan la certeza de que yo estoy orando por ustedes. Y ahora que empezamos este año jubilar, encomendémonos a la Santísima Virgen María y pidámosle que interceda para que éste sea un tiempo de gracia para todos nosotros, para que podamos empezar a conocer nuevamente el gran don de nuestra fe católica, la belleza de vivir como hijos de Dios y de caminar en su presencia. VN

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