
ADOLESCENTES DEPRIMIDOS, UN ASUNTO PARA NO IGNORAR
La depresión es un trastorno que puede presentarse durante los años de la adolescencia y se caracteriza por sentimientos persistentes de tristeza y apatía, pérdida de la autoestima y ausencia de interés en las actividades comunes.
Cuando a Camila Díaz el médico le dijo que su hijo Esteban de 13 años tenía depresión, lo primero que pensó fue que el galeno estaba equivocado y que ese estado de tristeza y pereza constante que estaba repercutiendo negativamente en su rendimiento escolar se debía a que tenía más tareas para hacer y que no se aplicaba lo suficiente. Pero este estado empeoró al punto que el jovencito no quería moverse de su habitación.
“A menudo es difícil diagnosticar la verdadera depresión en adolescentes debido a que su comportamiento normal se caracteriza por variaciones del estado de ánimo que pueden alternar en períodos de horas o días”, dice la sicóloga Naty Aguilar con práctica en San José, California.
Sin embargo, alrededor del 20% de los adolescentes en Estados Unidos ha experimentado un episodio severo de depresión, que es similar a la proporción de adultos que sufre esta condición.
CAMBIOS DRAMÁTICOS
Lo cierto es que los cambios hormonales durante la etapa de la adolescencia la convierten en una experiencia complicada dentro del desarrollo del individuo, y lo vuelve vulnerable a varios factores.
“Muchos adolescentes se sienten incómodos con estos cambios y al mismo tiempo aparecen en sus vidas nuevos retos. Están en la búsqueda de su propia identidad, adquieren más conciencia del mundo que les rodea y a la vez empiezan a sentir la presión de elegir una carrera para el futuro. Todas estas condiciones pueden conducirles a sentir estrés y en algunos casos con consecuencias serias”, afirma la sicóloga Aguilar.
Según la entrevistada, muchos adolescentes se ven tristes, desanimados y hasta pueden llegar a perder el interés de realizar actividades que antes disfrutaban. La autoestima puede verse deteriorada y ésta es la que influye en la manera en que el joven se ve a sí mismo y se acepta, aunque es también muy importante el tipo de comunicación que tiene con las personas que le rodean.
Alrededor de los 12 años de edad hasta aproximadamente los 18, es común que los jovencitos estén de mal humor, inconformes y que se cansen con facilidad. En esta etapa sueles darse varias crisis que tienen que ver con la sexualidad, identidad y autoridad. “Es muy importante que los padres de familia pongan atención a estos síntomas porque pueden ser una señal de que están deprimidos y no saben cómo lidiar con esta situación”, dice Aguilar.
“La diferencia entre sentirse triste y sentirse deprimido, es que el primero es un sentimiento que ocurre a raíz de un evento desafortunado. Sin embargo, la depresión mantiene al individuo como inmovilizado, sin deseos de hacer cosas y esto puede terminar en adicciones, trastornos alimenticios como bulimia y anorexia, malas compañías, bajo rendimiento escolar, actividad sexual promiscua y hasta en suicidio”, agrega la psicóloga, por lo que recomienda que los padres apoyen más que nunca a sus hijos en estos momentos, y si es necesario, que busquen ayuda profesional.
SÍNTOMAS CLAROS
De acuerdo a varios estudios, las hembras tienen más tendencia a deprimirse que los varones. Entre los factores de más riesgo se encuentra el abuso infantil, fallecimiento del padre o madre, divorcio, carencia de atención por parte de la familia y antecedentes genéticos de depresión.
“Yo diría que las características más notorias de que el adolescente está deprimido es la irritabilidad, intolerancia, apatía, se aburren constantemente, se retraen, se estresan, pérdida del apetito y cambios en el peso, dificultades para conciliar el sueño, cansancio, fatiga, falta de concentración, sentimientos de culpa, miedo excesivo a la muerte, pensamientos de quitarse la vida”, señala la experta.
En este caso, los padres deben ser más comprensivos y pacientes que nunca y no ignorar una amenaza de suicido. “Los padres deben estar alerta ante cualquier cambio abrupto en la conducta de sus hijos y buscar ayuda”.
Según la sicóloga, la mitad de los que experimentan depresión en la adolescencia tendrán otros episodios depresivos de adultos.
ATENCIÓN INTEGRAL
Un cuidado de salud mental para adolescentes integrado dentro de las prácticas de atención de cuidado médico primario puede reducir la depresión en los adolescentes y aumentar el uso de servicios de salud mental.
Ese fue el hallazgo de un estudio reciente después que los investigadores compararon a adolescentes deprimidos que habían recibido el nuevo cuidado integrado, con adolescentes deprimidos que recibieron el cuidado estándar.
Los adolescentes que recibieron la intervención de calidad mejorada tuvieron menos síntomas depresivos en general. Y aproximadamente menos del 10 % de los adolescentes que recibieron el cuidado integrado reportaron una depresión severa tras el tratamiento versus los adolescentes con el cuidado normal.
“Los chicos que recibieron la intervención de calidad mejorada tuvieron menos depresión y estaban más satisfechos con su cuidado”, declaró Joan Asarnow, autora del estudio, profesora de psiquiatría y ciencias de la conducta, y directora de la clínica de estrés juvenil y estados del ánimo de la Universidad de California, en Los Ángeles. “Creo que estos resultados crean un sentido de optimismo y sugieren que podemos tratar de manera eficaz la depresión”.
Los resultados aparecen en la edición del 19 de enero del Journal of the American Medical Association.
El Dr. Christopher Lucas, profesor asociado de psiquiatría del Centro de Estudio Infantil de la Universidad de Nueva York, afirmó que se trataba de un estudio excelente que “destacaba la forma de mejorar el cuidado de la salud mental mediante la introducción de servicios de salud mental en la atención primaria”.
Tal integración, apuntó Lucas, es crítica debido a que hay “mucho más chicos que necesitan tratamiento que profesionales de salud mental cualificados, así para marcar una diferencia necesitamos involucrar la atención primaria. Sin embargo, necesitamos idear sistemas que hagan que el médico de atención primaria se sienta competente en el tratamiento de trastornos de salud mentales”.
¿CÓMO AYUDARLOS DESDE EL HOGAR?
Según la psicóloga Naty Aguilar, los padres pueden ayudar a evitar la depresión en la adolescencia desde que sus hijos son pequeños, para ello aconseja:
• Siempre escuchar a los hijos con auténtica atención. Muchas no encuentran un oído y entonces se aíslan y no comparten lo que les sucede, o lo hacen con la persona equivocada.
• Resolver conflictos familiares pacíficamente.
• Reconocer y comprender los sentimientos negativos de su hijo tales como frustración, enojo, etc.
• Hacer sentir a los hijos amados y respetados y que ellos tienen prioridad en la vida de sus padres.
• Cuando comienzan con todos los cambios emocionales y físicos, no juzgarlos por su pereza, cambios de humor, etc.
• Reconfortarlos si se sienten confundidos y explicarles que es normal lo que les está sucediendo y que con el tiempo se sentirán mucho mejor.
• Inculcarles valores sólidos como la importancia de la solidaridad con el prójimo, etc.
• Si la comunicación entre padres e hijos no es fluida y se va deteriorando con el tiempo, acudir a un consejero o terapeuta.
• El amor y respeto entre los miembros de la familia son fundamental para impedir que un adolescente sufra de depresión.
• La salud mental y física de los hijos depende de las reacciones y comportamiento que ven en sus padres, por lo tanto éstos deben tratar de convertirse en un buen modelo.
• Evitar culpar y acusar al adolescente de hechos desafortunados.
• Evitar los calificativos como tonto, flojo, patán, etc.
• No amenazarle con consecuencias como que se le dará una bofetada si no hace tal cosa o si la hace mal.
• Evitar los discursos, sermones y las comparaciones con otros.
• Supervisar las actividades de sus hijos entendiendo que necesitan cierta independencia y que no hay que “asfixiarlos” con demandas y sobreprotección.
• Los padres tienen derecho a saber con quiénes salen sus hijos, pero no deben estar juzgando estas compañías, a no ser que tengan pruebas de malos antecedentes.
• Ayudar a que los hijos concreten metas a futuro y motivarlos sin meterles presión.
• Marcar las reglas encontrando correspondencia entre el mensaje y la acción de los padres. Hay que partir de que los chicos no respetan ni las reglas ni los límites cuando les son impuestos sin firmeza. Los padres deben creer firmemente lo que están haciendo o diciendo y también deben saber qué esperan de su hijo siempre en función de la edad que tenga.
• Establecer pocos límites pero que sean firmes, claros e inquebrantables, y armarse de paciencia.
• Ayudar a que los hijos salgan adelante en lo que hacen, ofreciéndole apoyo suficiente para evitar que se frustren, pero no les solucionen todos los asuntos para que no se sientan inútiles de hacer las cosas por sí mismos.
• Aprovechar el poder de la alabanza. Las palabras alentadoras dicen claramente a sus hijos que usted aprueba su comportamiento o realización de tareas. Para tener efecto, ofrezca su cumplido de manera honesta, inmediata y específica. VN
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