ACCIÓN DE GRACIAS EN ACCIÓN

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ Arzobispo de Los Ángeles

17 nov. 11

Estoy escribiendo esta columna desde el otro lado del país. Estoy en Baltimore, asistiendo a la reunión anual de los Obispos Católicos de Estados Unidos. Estas reuniones son importantes para la vida de nuestra Iglesia Norteamericana. Para mí personalmente, también es una buena oportunidad de unirme a nuestros obispos auxiliares de Los Ángeles y conocer a nuestros amigos y hermanos obispos de todo el país.

Cada año, la reunión de los obispos tiene una “sentido” diferente, como son diferentes los problemas que aparecen para que nosotros los abordemos como pastores y guías de la Iglesia en este país.

Este año, ha habido mucha discusión –entre los obispos privadamente y en los discursos y reportes públicos- sobre la secularización de nuestra sociedad y la libertad religiosa.

Pero hay otro aspecto del tema de la libertad religiosa. No es sobre el gobierno o la cultura. Es sobre nosotros.

La libertad religiosa siempre implica una cuestión, ¿Libertad para qué? ¿Para qué vamos a usar nuestra libertad? ¿Qué significa nuestra religión para nosotros?

Como católicos, nosotros sabemos que nuestra fe religiosa es tanto un hermoso don como también una vocación: un llamado a hacerse responsable de la misión que Jesucristo dio a su Iglesia Católica.

Para esto es nuestra libertad religiosa.

La libertad de religión garantiza nuestro derecho a cumplir nuestros deberes religiosos como católicos. Esto garantiza que podamos proclamar nuestra fe en Jesucristo; vivir sus enseñanzas y buscar configurar nuestra sociedad de acuerdo a los valores de su Evangelio.

De modo que es vital que respondamos audazmente a las nuevas amenazas a nuestras libertades. Es vital defender nuestras libertades como ciudadanos fieles. Pero nuestra respuesta no puede estar limitada solamente al campo de la política y la cultura. Nuestra respuesta como católicos también debe ser personal.

Debido a la pregunta de hacia donde se conduce Norteamérica, es algo más que política. Eso implica asuntos de nuestro discipulado: ¿Cómo estamos viviendo nuestra fe en Jesucristo y cuál es nuestro compromiso con su Evangelio y su Iglesia?

El hecho es que más de tres cuartos de los norteamericanos profesan ser cristianos. Como católicos, nosotros somos la comunidad religiosa más grande en nuestro país.

Eso sugiere que si Norteamérica se está volviendo más secularizada –más indiferente a Dios y a las libertades y valores religiosos- en parte eso debe ser porque los cristianos no hemos estado viviendo nuestra fe plenamente. O tal vez, hemos estado dando nuestra fe por supuesta.

Lo que necesitamos preguntarnos como creyentes es: ¿Estamos conformando nuestra cultura a nuestra fe, o estamos siendo conformados por ella?

Este es un tiempo importante del año para que hagamos un examen de conciencia, como hijos de Dios e hijos e hijas de la Iglesia. La próxima semana vamos a celebrar el Día de Acción de Gracias y también comenzaremos el nuevo año litúrgico de la Iglesia con el Domingo de Adviento.

Aprovechemos esta temporada de gracia como un tiempo de renovación. Tratemos de crecer este año especialmente en nuestra gratitud por el don de nuestra fe católica.

Algunas veces pienso que sería una buena costumbre para nosotros hacer en el Día de Acción de Gracias un esfuerzo consciente para decir “gracias” a quienes nos dieron primero el don de la fe. Quizá fueron nuestros padres, quienes nos llevaron a las aguas del Bautismo cuando éramos pequeños (as). O si llegamos a la fe más tarde en la vida, tal vez podríamos dar las gracias a las personas que nos dieron a conocer a Jesucristo y su Iglesia. Tal vez podamos hacer un nuevo compromiso para orar por esas personas especiales en nuestra vida.

Y mientras preparamos este Adviento para la venida de Nuestro Señor, tratemos de demostrar nuestra gratitud por este don de fe, dedicándonos de nuevo a vivir por Jesús.

Estamos llamados a transformar nuestra cultura. ¡Depende de nosotros! Necesitamos estar orgullosos de nuestra fe católica y necesitamos redescubrir la belleza de nuestras tradiciones y valores católicos.

Tenemos un gran regalo que compartir con la gente de nuestro tiempo –nuestra viva herencia católica de santidad y servicio- en nuestros santos, nuestras devociones, nuestros sacramentos y en todas nuestras ricas tradiciones de arte y arquitectura, filosofía y literatura.

Nuestro agradecimiento por nuestra fe debe ponernos en acción para proclamar a Jesucristo como un camino de sanación y conocimiento, y como el camino verdadero a la felicidad, la alegría y la paz.

Así que mientras oramos uno por otro esta semana, oremos por nuestra nación también. ¡Yo les deseo a sus familias un Día de Gracias lleno de bendiciones!

Y pidamos a nuestra Santísima Madre María que aumente nuestra fe en su Hijo, y nuestro valor para vivir su Evangelio.

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