
PAPA FRANCISCO: JUAN PABLO II, SANTO “DE PROFUNDA ESPIRITUALIDAD”
(fOTO: Juan Pablo II (C) Cathopic. Moisés Becerra)
(zenit – 21 oct. 2020)-. El Papa Francisco ha recordado que mañana la Iglesia celebra la memoria litúrgica de san Juan Pablo II “en el año jubilar del centenario de su nacimiento”, durante la audiencia general celebrada hoy, 21 de octubre de 2020.
Como es costumbre, el Santo Padre ha dirigido un saludo a los polacos, resaltando que este santo de Polonia era “un hombre de profunda espiritualidad” que “contemplaba el rostro luminoso de Dios cada día en la oración litúrgica y la meditación de los salmos”.
Igualmente, Francisco invitó a todos los cristianos a comenzar sus días “antes de embarcarse en los no siempre fáciles caminos de la vida diaria”.
“LA ORACIÓN DE LOS SALMOS”
En la catequesis de esta mañana, el Papa ha reflexionado en torno al tema de “La oración de los salmos”, dentro de la serie dedicada a la oración.
A lo largo de la misma, el Pontífice ha destacado que la oración es el “centro de la vida”. “Si hay oración, también el hermano, la hermana, también el enemigo, se vuelve importante”, pues “quien adora a Dios, ama a sus hijos” y, por tanto, “quien respeta a Dios, respeta a los seres humanos”.
EL PRIMER PAPA POLACO
Juan Pablo II, Karol Wojtyla, nació el 18 de mayo de 1920 y fue el 264º papa de la Iglesia Católica. Se trataba entonces del primer pontífice polaco y el primer papa no italiano en ser elegido después de 455 años.
Su pontificado se prolongó desde el año 1978 al 2 de abril 2005, fecha de su fallecimiento. En el mismo año de su muerte, su sucesor, Benedicto XVI, comunicó el inicio del proceso de beatificación del papa polaco, que tuvo lugar el 1 de mayo de 2011.
El 27 de abril de 2014 fue canonizado, junto con Juan XIII, en una ceremonia oficiada por el Papa Francisco.
SAN JUAN PABLO II, 22 DE OCTUBRE
“Prontamente beatificado y canonizado, la vida de este Papa polaco es impactante. Su fortaleza y carisma, su forma de apurar el cáliz mostrando el valor cristiano del sufrimiento sigue grabada en la retina de todos”
Karol Józef Wojtyła, aclamado pontífice Juan Pablo II, conmovió al mundo durante casi tres décadas del siglo XX. Sus gestos de bondad, la capacidad para llegar al corazón de creyentes y no creyentes, sus dotes de comunicador, los incesantes viajes apostólicos en los que no cesó de transmitir el amor de Dios, como hizo con su ingente obra, sedujeron a millones de jóvenes y adultos. El dolor humano, con su carácter de esencial ofrenda a Cristo, ha tenido en él uno de sus insignes valedores. Al ver los estragos del sufrimiento en su persona, todo el planeta pudo constatar la grandeza del mismo cuando se asume como él lo hizo. Así coronó su vida de entrega entrado el siglo XXI, siendo faro para todos los que sufren.
Nació en Wadowice, Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Fue el menor de tres hermanos, aunque Olga apenas sobrevivió. Perdió a su madre a los 9 años y poco después a Edmund, el primogénito, un médico que se contagió en el ejercicio de su profesión. Sus padres dejaron en Karol fuertemente arraigada la semilla de la fe católica. Brillante en sus estudios, con una mente privilegiada, cursó filosofía en la universidad Jagellónica de Cracovia. Al mismo tiempo se vinculó a un círculo teatral. En esa época obtuvo varios galardones como jugador de ajedrez. En 1939, durante la invasión nazi, fue peón en una cantera y obrero en una fábrica química. Era un líder nato, joven atractivo, de carismática personalidad y singular magnetismo para atraer a la gente. Gozaba del respeto y admiración de sus compañeros, católicos idealistas y entusiastas, que conformaron el grupo Unia y que defendían a los más débiles. En 1941, en plena ocupación alemana, falleció su padre, oficial del ejército polaco.
La Gestapo iba tras él, y se recluyó en una buhardilla. Un sastre le dio a conocer a san Juan de la Cruz y se entusiasmó. En esa época se sintió llamado al sacerdocio. Tuvo que formarse en el seminario clandestino de Cracovia hasta que el arzobispo, cardenal Stefan Sapieha, acogió al grupo de aspirantes en su palacio. Ordenado sacerdote en noviembre de 1946, él lo envió a Roma. Estudió en el Angellicum doctorándose en teología con una tesis sobre su estimado santo y reformador carmelita español. En Polonia fue vicario parroquial, capellán universitario y profesor de teología moral y de ética en el seminario y en las universidades Jagellónica y de Lublin; era afín al pensamiento de Scheler, sobre el que hizo su tesis. En 1958 Pío XII lo designó obispo auxiliar de Cracovia. En 1962 participó en el Concilio Vaticano II, donde sus intervenciones sobre el ateísmo y la libertad religiosa no pasaron desapercibidas. Pablo VI lo nombró cardenal en 1967. Al fallecer Juan Pablo I, tras su fugaz asunción de la Cátedra de Pedro, fue elegido para sucederle; tomó el nombre de este antecesor.
A partir de entonces, este polaco, primero en ostentar la altísima misión como Vicario de Cristo en la tierra, inició un pontificado excepcional. Enamorado de la Eucaristía y devoto de María, supo llegar al corazón de todos con independencia de razas, credos, edades, profesiones… Fue un atleta de Cristo, sacerdote y obispo ejemplar, un gran Pastor. También filósofo y teólogo destacado, defensor de la moral y de los derechos humanos, de la cultura de la vida, amante de la paz y de la justicia, Papa de los jóvenes y de las familias, adalid de los derechos del no nacido, de los ancianos y de los enfermos. Apóstol de la reconciliación que supo aglutinar a credos diversos en Asís abriendo una vía ecuménica del diálogo interreligioso de un valor incalculable. El Papa viajero que recorrió el mundo una y otra vez abrazando y bendiciendo a todos. En su pontificado se registró la caída de la cortina de hierro y el desmoronamiento del imperio soviético, lo que es atribuido por muchos estudiosos a la presencia de un Papa del este europeo.
El gravísimo atentado sufrido en mayo de 1981, poco a poco fue minando su salud. Perdonó al agresor y siguió viviendo alumbrado por Cristo y por María, que lo rescató de una muerte prematura, pudiendo llevar a cabo de manera heroica su responsabilidad. Afrontó magistralmente numerosos problemas y dificultades que se le presentaron. Fue un hombre de oración que mostró siempre una imponente fortaleza ante las adversidades. Los últimos años de su vida no ocultó al mundo su deterioro físico; se mantuvo al frente de la Sede de Pedro dando ejemplo de su inalterable fidelidad a Cristo y a la Iglesia.
Catorce encíclicas, once constituciones apostólicas y 1060 audiencias públicas celebradas dan prueba del alcance de su entrega y ardor apostólico. En uno de sus mensajes recordó: “La vocación del cristiano es la santidad, en todo momento de la vida. En la primavera de la juventud, en la plenitud del verano de la edad madura, y después también en el otoño y en el invierno de la vejez, y por último, en la hora de la muerte”. Él lo cumplió con creces. Si se pudiera hablar en términos numéricos sería uno de los pocos pontífices que ostentó uno de los récords más altos. Y no solo por los casi veintisiete años de duración de su pontificado, el tercero más largo de la historia. También por la muchedumbre que le siguió en directo y en diferido multiplicando sus palabras y gestos gracias a los diversos medios de comunicación. Ellos mostraron el dolor que produjo su muerte acaecida el 2 de abril de 2005, y el impresionante gentío que se dio cita en su duelo.
Hay que dejar atrás los detractores que tuvo y sigue teniendo, que también han perseguido a otros integrantes de la vida santa, como se ha recordado aquí para otras biografías; ahí está la reciente de Teresa de Calcuta. Es inútil que traten de silenciar con absurdo griterío el eco de las obras de los grandes hijos de Dios. Él es su valedor; no se le puede acallar. Habla a través de los santos aunque pasen los siglos; lo vemos en esta sección de ZENIT todos los días. La realidad es que por sus muchas virtudes Juan Pablo II fue beatificado por Benedicto XVI el 1 de mayo de 2011. Francisco lo canonizó junto a Juan XXIII el 27 de abril de 2014, fiesta de la Divina Misericordia que este gran polaco instituyó. VN
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