2020: AÑO PARA VIVIR EN CLAVE DE ESPERANZA
Por DR. J. ANTONIO MEDINA
Empezar un nuevo año nos ayuda a considerar que estamos en permanente transición que, aunque nos cueste trabajo reconocerlo, vamos creciendo, entrando en nuevas etapas de nuestra vida y dejando otras que no van a volver.
Pensemos simplemente en las etapas naturales de la vida, de niño a adolescente, luego a joven, luego a joven adulto, luego a persona madura y luego a anciano. No somos conscientes, pero vivimos inevitablemente estas transiciones. Pero hay otras muchas otras que nos afectan radicalmente, como por ejemplo el cambio de vivienda, para muchos de nosotros el cambio de país, el cambio de estado civil, el cambio de trabajo, o de responsabilidades en el trabajo. Un cambio que hemos pasado todos recientemente es el uso de la tecnología. La mayor parte de la población tiene teléfonos inteligentes, televisiones inteligentes, lap tops entre otros muchos aparatos que le han cambiado la manera de comunicarse. Y esto también ha cambiado la manera de entretenerse y de vivir, ¿quién en este tiempo no usa Netflix, Uber, Google, Googlemaps? ¿Quién no se comunica por E-mails, textos, Whats up’s, Face-time? Además de las redes sociales y otras formas nuevas de relaciones interpersonales en los que la presencia física pasó a segundo término. Todos estos cambios se han dado tan rápido que apenas nos dimos cuenta, simplemente sucedieron y nosotros en mayor o menor medida nos adaptamos a ellos.
Hoy les invito a que pensemos en un cambio inevitable: el cambio de año. Terminamos 2019 y empezamos 2020, proponiéndonos vivir esta transición de una manera más consciente, que no seamos simplemente testigos de algo que pasa, sino agentes responsables, sujetos de nuestra vida.
Una buena ayuda para este proceso es que nos hagamos preguntas sobre nuestra identidad como personas y como cristianos que desean vivir de acuerdo a la voluntad de Dios. Es decir que en 2020 tratemos de vivir desde una espiritualidad más creativa, más plenifícante, con los ojos mirando al cielo, pero con los pies en la tierra. He aquí algunos criterios para lograrlo:
- Tomar conciencia de la unidad entre nuestra vida interior espiritual y nuestra vida exterior física, corpórea, y en este sentido poner atención a lo que alimenta nuestro cuerpo y lo que alimenta nuestro espíritu.
- Satisfacer nuestras necesidades individuales, pero sin olvidar que somos familia, comunidad, sociedad, que la apertura a los otros es lo que nos desarrolla como individuos.
- Tenemos que movernos, hacer ejercicio, estar activos y ser creativos, pero sin descuidar nuestro descanso, nuestro “Sabbath”, para recargarnos de energía positiva,
- y de la mano del Papa Francisco podemos reflexionar también sobre nuestro ambiente en el pequeño espacio de nuestro hogar, sin descuidar nuestro planeta, pues es nuestra casa común.
Estas dimensiones de nuestra vida están integradas de una manera maravillosa y hay que atenderlas de manera orgánica, es decir de manera equilibrada e inteligente, para que puedan darnos la posibilidad de alcanzar una vida plena y desde aquí prepararnos para la vida eterna. He aquí algunas maneras de poner en práctica estos criterios:
- Creo profundamente en la vida sacramental, porque en ella vemos la íntima relación entre los signos visibles como el agua, el aceite, el pan y el vino, la imposición de manos con la gracia invisible que Dios nos ofrece para cada momento y etapa de nuestra vida. La Gracia divina va enriqueciendo nuestras decisiones humanas. Entonces hagamos el propósito de llevar una vida sacramental más activa y consciente. Los momentos de silencio, de oración al inicio y al final de cada día pueden ser de profunda transformación interior.
- Cuidar nuestra alimentación es esencial en cualquier etapa de nuestra vida. Productos naturales, vegetales y frutas en nuestra alimentación diaria contribuyen a una mejor digestión y a estar más alertas a los eventos de cada día. Reducir el consumo de estimulantes como el licor, la cafeína y los llamados “painkillers” puede contribuir a estar más serenos, bajar nuestra ansiedad y depresión y a tener más dominio de nuestra voluntad.
- Caminar media hora al día y si es posible correr o hacer ejercicios intensos aumenta el riego sanguíneo en todo el cuerpo, especialmente en nuestro cerebro con efectos positivos a largo plazo, pues esto contribuye a una vida longeva más sana e independiente.
- Dormir bien y descansar al menos un día a la semana nos ayuda a mejorar nuestra capacidad de servir y estar atentos para escuchar y entender a los demás.
- Mejorar nuestras relaciones humanas trae efectos positivos en el desarrollo profesional y aumenta la interconexión neuronal. Nada hay más positivo que el diálogo y el debate en grupos para desarrollar nuestra creatividad y contribuir a nuestra salud mental. Incluso los juegos de mesa en familia tienen ese mismo efecto positivo.
- Evitar los desechables, consumir menos energía, hacer el propósito de separar la basura reciclable, son algunas de las acciones que muestran que somos sensibles a lo que pasa en el planeta.
- Al inicio del año, es oportuno también prestar atención a nuestras actitudes, es decir aquellas motivaciones profundas que intencionalmente queremos que orienten nuestra vida. El Papa Francisco ha insistido en su pontificado en las siguientes: alegría, amor y misericordia. ¿Cómo las podríamos poner en práctica?
- Mantener nuestra alegría, ser optimistas y positivos aun en medio de dificultades, enfermedades y problemas nos ayuda a encontrar soluciones y a rebajar la ansiedad que las situaciones difíciles traen consigo. Todos hemos atravesado momentos dolorosos y difíciles, y eso va a seguir sucediendo porque vivimos en un mundo limitado y nosotros no somos dioses. Sin embargo, la actitud positiva en esos momentos contribuye a que sean más llevaderos. Desde la alegría es más fácil dar el paso a la esperanza que sin duda es la que nos da la energía para cambiar las situaciones injustas y dolorosas. La esperanza no es poner en Dios nuestras responsabilidades; es reconocer que en muchas situaciones de la vida tenemos que actuar personal y comunitariamente con la certeza de que al final Dios también hará su obra.
- La segunda actitud por la que podemos optar en este 2020, es el amor. El Papa Francisco dice que “el amor no es sólo un sentimiento, sino que se debe entender en el sentido que tiene el verbo ‘amar’ en hebreo: es ‘hacer el bien’”. Como decía San Ignacio de Loyola, “el amor se debe poner más en las obras que en las palabras”. Ser servicial es una virtud práctica, pero que requiere una motivación profunda, pues implica sacrificio y sensibilidad hacia los demás, especialmente hacia aquellos con quienes sientes un deber de amor, como son tus hijos, tus padres, tu pareja. Servirles es atender y entender sus necesidades y mostrarles con acciones los verdaderos sentimientos. Las palabras se las lleva el viento. Las acciones cambian a las familias y a la sociedad, pues cuando se enseña la servicialidad en la familia, ésta se extiende a los pobres y necesitados.
- La tercera actitud es la misericordia. El Papa Francisco nos enseña que: “En sí misma la misericordia es la más grande de las virtudes, ya que a ella pertenece volcarse en otros y, más aún, socorrer sus deficiencias. Esto es peculiar del superior, y por eso se tiene como propio de Dios tener misericordia, en la cual resplandece su omnipotencia de modo máximo”. Misericordia es sensibilidad, saber acompañar el sufrimiento, el dolor, pero también la fragilidad y las debilidades. No justificarlas, pero ofrecer caminos de redención como lo hizo Jesús con los pecadores que acudían en busca de ayuda.
Estas reflexiones no pretenden ser un programa de vida; son solamente una invitación a los lectores a empezar el año nuevo de una manera positiva, con ideas nuevas, con propósitos reales. Quizás no hagamos todo lo que aquí se propone. Bastaría con que reconozcamos que hay caminos para ofrecer una nueva forma de vida a los que amamos y a nosotros mismos. Sin caer en idealismos fáciles, les invito a que hagamos el sincero propósito de ser felices y hacer felices a los que nos rodean.
Amén. VN
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