SER INMIGRANTE ES SER MISIONERO

SER INMIGRANTE ES SER MISIONERO

Por MONSEÑOR JOSÉ H. GOMEZ
Arzobispo de Los Ángeles

Nota del editor: La siguiente es una adaptación de la homilía pronunciada por el Arzobispo Gómez en la Misa en honor de Todos los Inmigrantes, que tuvo lugar en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles, el 17 de julio de 2016.

El día de hoy tenemos la bendición de estar orando en presencia de las reliquias de tres Santos: San Junípero Serra, Santa Francisca Javier Cabrini y Santo Toribio Romo.

Estos santos, cuyas sagradas reliquias veneramos hoy, nos hablan de la historia del continente americano, de la historia del Nuevo Mundo. Nuestra nación y todas las naciones del continente americano fueron evangelizadas por inmigrantes; por misioneros y santos.

Estamos orando hoy en presencia de las sagradas reliquias de San Junípero Serra, nuestro más reciente Santo de Estados Unidos.

¡San Junípero fue guadalupano! No podemos olvidar nunca que cuando San Junípero llegó al Nuevo Mundo – lo primero que hizo fue caminar cientos de millas para depositar su corazón a las plantas de la Virgen de Guadalupe, en su capilla.

Fue allí para consagrarle su misión a Nuestra Señora de Guadalupe, para comprometerse a dedicar su vida a continuar la obra que ella comenzó en la colina del Tepeyac, la obra de llevar la buena nueva de Jesucristo y de la misericordia de Dios a todo el continente americano.

Tampoco podemos olvidar nunca que San Junípero fue un inmigrante en este país. Llegó a California desde España y desde México; después de vivir y trabajar en México por cerca de 20 años.

Esta es una hermosa verdad. La fe cristiana fue originalmente traída a esta ciudad y a esta nación por inmigrantes de México y de América Latina, así como también de Europa y de Asia.

Y esto todavía está sucediendo. A través de ustedes y a través de mí. Estados Unidos siempre ha sido alimentado por la fe de los pueblos inmigrantes. Y eso sigue siendo cierto hoy en día.

Ser un inmigrante es ser un misionero. Eso significa que tenemos un papel muy importante qué desempeñar en este país del que hemos hecho nuestro hogar. Ustedes son los nuevos inmigrantes, los nuevos misioneros, los nuevos santos.

¡Tenemos que permanecer siempre cerca de Jesús y tenemos que proclamarlo! Estados Unidos necesita los dones de los pueblos inmigrantes. Nuestro don de la fe en Cristo. El don de nuestras tradiciones y valores. El don de nuestro amor por la familia. El don de nuestro firme compromiso por trabajar para el bien común.

Estados Unidos necesita nuestros dones y necesita también nuestras oraciones. Porque justo ahora nuestro país parece estar olvidando de dónde procedemos, parece estar olvidando lo que esta nación estaba destinada a ser.

Una vez más, este año, en esta hermosa Misa por los inmigrantes, estamos diciendo lo mismo que decimos cada año. Estamos hablando de que hay demasiadas madres y padres que son deportados, demasiados niños que están sufriendo a causa de nuestro defectuoso sistema de inmigración.

Hemos estado diciendo las mismas cosas desde hace muchos años ya. Creo que es tiempo de que nuestros líderes dejen de hablar, es tiempo de que puedan empezar a actuar a favor de la justicia, de la dignidad humana, de nuestros niños.

Tenemos que volver al proyecto original de los fundadores de Estados Unidos. Ese proyecto que implica una nación compuesta por muchas personas. Una nación en la que la gente de todas las razas y lenguas pueda vivir en igualdad, como hermanos y hermanas, como hijos de nuestro amoroso Dios y Padre común.

Este es el proyecto de América que acogió Santa Francisca Cabrini, otra santa que nos acompaña hoy a través de sus sagradas reliquias.

¡La Madre Cabrini fue una inmigrante que se convirtió en ciudadana estadounidense y que luego se volvió una santa! ¡Y ella es otra santa que alguna vez caminó por las calles de Los Ángeles! Ella llegó aquí por primera vez en 1905 y construyó un orfanatorio no muy lejos de donde estamos hoy. Y lo nombró en honor de la Reina del Cielo.

La Madre Cabrini sabía que cuando le ofrecemos hospitalidad a un extranjero, estamos acogiendo a Dios en nuestras vidas. Ella sabía que el amor que le mostramos al inmigrante, al extranjero, es un amor que le mostramos a Dios mismo.

Vemos también el amor de Dios por los inmigrantes en el tercer santo que veneramos hoy, Santo Toribio Romo.

Santo Toribio fue un santo sacerdote y amigo de los pobres. Justo acabo de tener la bendición de visitar el santuario de Santo Toribio en Santa Ana de Guadalupe, Jalisco, México, en donde celebré la Misa y oré ante sus reliquias.

Hemos oído tantas hermosas historias de la intercesión de Santo Toribio desde el Cielo…, hemos escuchado cómo ha rescatado a los refugiados atrapados en el desierto, cómo ha protegido de la explotación a las mujeres y los niños inmigrantes.

Estos santos nos ofrecen un poderoso testimonio de lo que Jesús espera de nosotros en nuestros tiempos.

Jesús sigue actualmente llamando a nuestro país a acogerlo -como estos santos lo hicieron- en la persona de los pobres, los prisioneros, los enfermos y los inmigrantes. Oración y servicio, éste es nuestro llamado como inmigrantes y misioneros.
Que la Virgen de Guadalupe nos dé el valor, la fuerza y el entusiasmo necesarios para continuar con su misión de hacer de este país, y de todo el continente americano, un Nuevo Mundo de Fe.VN

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El nuevo libro del Arzobispo José H. Gomez, ‘Inmigración y el futuro de Estados Unidos de América’, está disponible en la tienda de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. (www.olacathedralgifts.com).

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