NAVIDAD Y EL REGALO DE AMOR

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ Arzobispo de Los Ángeles

22 dic 2011

Navidad es un regalo. Yo lo he sentido de esa manera desde que era niño.

Conforme crecía, mis padres siempre hacían de la Navidad un tiempo de asombro y alegría para mis hermanas y para mí. Había un cierto espíritu en el aire; todo parecía como más vivo, como si el mundo estuviera lleno de nuevas posibilidades,

Nosotros orábamos con más devoción y pasábamos más tiempos juntos como familia –preparando la casa, decorando el árbol de Navidad. Nosotros siempre construíamos una escena de navidad para el bebé Jesús.

Nosotros celebrábamos los nueve días de Las Posada, sintiendo muy cerca a la Virgen María y a San José mientras los acompañábamos en su viaje a Belén. Y por supuesto, había una vigilia de Navidad y la cena de Nochebuena y la Misa de medianoche.

Cada cultura católica y cada familia tienen sus propias hermosas tradiciones de Navidad. Esas fueron las mías, mientras iba creciendo en mi hogar católico.

Pero todos tenemos ricas tradiciones de piedad y devoción. La semana pasada, por ejemplo, tuve el privilegio de celebrar la Misa para comenzar Simbang Gambi, una hermosa novena de los filipinos, mientras ellos esperan la venida de Jesucristo.

Cuando veo para atrás, a través de los años, me doy cuenta de que no me acuerdo mucho de los regalos de Navidad que recibí, pero siempre recuerdo la presencia de Dios que sentía durante la temporada de Navidad.

“Para nosotros, ha nacido un niño.” Ese es el regalo de Navidad: El don de Dios de sí mismo en el niño Jesús que nace.

Los Padres de la Iglesia acostumbraban decir que el amor es un intercambio de regalos. Y el amor nace en Navidad. Navidad, de hecho, hace posible el amor. Por el don de sí mismo de Dios en Navidad, nosotros podemos compartir el amor que él nos da con otros.

Ninguno de nosotros tiene nada que ofrecer a Dios, que él pudiera necesitar. Aún en su amor, Jesús acepta lo pequeño que tenemos, nuestra naturaleza humana, y tomando nuestra carne, a cambio nos ofrece el regalo de su divina naturaleza.

Como dijo San Pablo, “Aunque él era rico, por su bien se hizo pobre, de modo que por su pobreza, ustedes pudieran ser ricos.” En Navidad, nosotros vemos esto de una manera hermosa: Aunque Jesús es Dios, se vacía a sí mismo y se humilla a sí mismo para recibir nuestra humanidad, de modo que él puede darnos el don de su divinidad.

“A todos los que lo recibieron –dice San Juan- él les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.”

Así que este es el regalo de Navidad. Cada uno de nosotros recibe el poder de llegar a ser hijo de Dios, como Jesús fue hecho hijo de María.

Pero todo en nuestra vida y en nuestro mundo, depende de lo que hagamos con este regalo. Para ser hijo de Dios, para realmente recibir a Jesús, tenemos que abrir nuestras vidas al regalo de su amor. Y eso significa que tenemos que devolver nuestras vidas a Dios, como un regalo de nuestro amor.

Jesús nos dejó un ejemplo a seguir. Así que siempre necesitamos aprender de su vida en los evangelios. Desde la cuna de Belén, a la cruz del Calvario, él dio su vida completamente como un regalo de amor.

Así es como debemos vivir. Amando a los demás como Jesús nos amó. Con el regalo de todo lo que somos.

Yo rezo para que esta Navidad todos nos abramos al don de Dios y dejemos que un nuevo espíritu de generoso amor nazca en nuestros corazones.

Jesús nos pidió que demos nuestro amor de manera especial a aquellos que no tienen nada que darnos a cambio. Así en este nuevo año, tratemos de tener un amor más compasivo por los pobres, los aún no nacidos, los prisioneros, los inmigrantes y los enfermos.

Nosotros podemos ofrecernos unos a otros regalos de amor en pequeñas maneras.

Ya que nuestro tiempo es tan precioso, es un hermoso regalo. Tratemos de ser más generosos con nuestro tiempo, estar más “presentes” con otros, menos distraídos. Una cosa que ayudaría: apaguemos nuestros teléfonos y computadoras más frecuentemente, de modo que realmente podamos prestar atención a las personas que amamos.

Jesús es el regalo más grande que Dios jamás podría habernos dado. Así, recordemos también que Jesús es el regalo más grande que nosotros podemos dar a otros. El próximo año, tratemos con nueva intensidad de compartir el don de nuestra fe católica con nuestros vecinos y en nuestra vida pública.

Recen por mi durante esta santa temporada, y yo oraré por ustedes y sus familias.

Yo pido las oraciones de María, la Madre de Dios, don de amor, para que todos podamos gozar de unas santas Navidades y un bendito Nuevo Año.

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