JOSÉ RIVAS, EL CORAZÓN SOLIDARIO DE UN EMPRESARIO DE AUTOS

Cuando el salvadoreño José Rivas cruzó la frontera tenía 14 años e iba escondido con ocho personas más dentro de la cajuela de un carro. Hoy, tras un largo camino, es un empresario que busca que sus empleados se sientan como en familia.

Comenzó en Burbank, California, como repartidor de periódicos en una bicicleta, y hoy, 25 años más tarde, es un empresario con dos concesionarios de autos que da empleo a 45 personas.

“La idea de venirme para EEUU fue para buscar una mejor situación económica”, relató Rivas, cuyo padre arribó a los Estados Unidos a finales los años setenta y una vez en el país lo mandó a traer.

Recordó que junto a su primo emprendió la travesía desde su natal San Miguel, en El Salvador, pero cuando llegaron a Ciudad de México, las autoridades de Inmigración detuvieron a su acompañante y lo deportaron.

Rivas continuó su viaje por México hacia Guadalajara y luego a Tijuana, en la frontera con EEUU.

“Yo tuve la suerte que durante el viaje me trataban como niño”, recordó el hoy empresario. “Y como estaba desnutrido, no parecía de 14 años, sino de nueve”.

El comerciante de automóviles quedó eternamente agradecido con los mexicanos que se encontró en el camino y que le ayudaron.

Un taxista le brindó su casa en Tijuana mientras esperaba a que un tío llegara de Los Angeles a traerlo, para luego contactar a un coyote.

“Para pasarnos a nosotros nos dijeron: en el baúl (cajuela) del carro sólo caben ocho, así que cuando venga el carro se paran ocho y salen corriendo a meterse al baúl”, recordó Rivas.

“Pero lo chistoso es que cuando llegó el carro yo salí corriendo también y conmigo éramos nueve; pero como yo era chiquito así nos fuimos y pasamos”, agregó.

Leandro Rivas, el padre de José, se desempeñaba como conserje de limpieza en edificios en Los Angeles.

“Con mi papá y mi madrastra yo vi que el dinero nos hacía falta”, rememoró.

“El (Leandro) hacia un gran esfuerzo por darme lo que podía, por eso tuve que comenzar a levantarme a las 4 de la mañana para tirar periódicos en una bicicleta, y ganaba 50 dólares cada dos semanas”.

Rivas se graduó de la secundaria y comenzó a estudiar leyes y negocios en la universidad mientras trabajaba como cocinero en un restaurante, como supervisor en la empresa de limpieza donde trabajaba su padre, y luego como vendedor de autos.

“Cuando yo vine a vender carros el trato a los empleados era malo, no nos dejaban sentar a los vendedores y querían que estuviéramos caminando bajo el sol”, denunció.

“Hay gente que no sabe; pero en los ‘dealers’ hay gente que sufre, por eso yo prometí que si algún día yo pudiera estar en esa posición yo no iba a tratar mal a los empleados”, dijo.

En 1998, junto a un socio, Rivas logró reunir 10 mil dólares con los que compraron un lote de 17 autos usados y rentaron un predio en el bulevar Santa Mónica, en West Hollywood.

Después de sacar los permisos respectivos bautizaron la pequeña empresa como “Santa Mónica Auto Sales”.

Luego de ocho años del negocio inicial en el que sólo trabajaban dos personas, ahora tienen un local en el bulevar Washington y Avenida Vermont donde trabajan 45 personas y cuyas ventas están alrededor de los 12 millones de dólares anuales.

Francisco Aquino, uno de los trabajadores de “Santa Mónica Autosales”, declaró que “se trabaja como en un núcleo familiar, prácticamente”.

“Los clientes se fijan en eso. Y muchos demuestran interés en trabajar en la empresa. Pienso que eso hace que tengamos más ventas”, finalizó Aquino. VN

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