JORNADA DE LA SALUD MENTAL: ESCUCHAR EL GRITO DE DOLOR

Mensaje de los obispos del Piamonte

Como es ya habitual, desde hace algunos años en Italia se celebra el 5 de diciembre la Jornada de la Salud Mental, propuesta para llamar la atención de la opinión pública hacia una cuestión que se impone cada vez más, por gravedad y cantidad, en Italia y en general, en los países desarrollados.

En el trabajo cotidiano, y también a través de los centros de escucha de la Iglesia italiana, según se puso de manifiesto en el Congreso de la Iglesia en ese país, celebrado en Verona, celebrado en 2006, se registra un gran aumento en los últimos años de personas que sufren depresión y trastornos psíquicos.

A menudo hay quien espontáneamente dice que el trastorno psíquico «es un tema sobre el que no podemos hacer nada, hacen falta técnicos», o bien: «no tenemos enfermos mentales en nuestro territorio».

Son respuestas que expresan tanto falta de preparación (falta de datos, simplificación del problema mismo, etc.) como algo de lo que la comunidad eclesial adolece en general, según denuncia el Grupo de Cristianos por la Paz de Biella, Italia: prejuicios, estereotipos, miedos y preocupación que, en el mejor de los casos, son los de no querer afrontar la situación, para no empeorarla.

Estos cristianos han dado a conocer dos documentos para reflexionar sobre el problema, ante la próxima Jornada del Enfermo Mental del 5 de diciembre, que en las iglesias del Piamonte se celebrará el próximo domingo 2 de diciembre.

Afirman estos cristianos que «la comunidad eclesial debe, a pesar de estas rémoras, reconocer, cuidar, convivir con el sufrimiento psíquico», citando lo dicho por la Caritas diocesana de Novara, el 25 de noviembre de 2007 sobre la pregunta ¿por qué un congreso sobre el sufrimiento psíquico?

Estos cristianos difunden el comunicado de prensa de la Mesa Regional por la Promoción de la Salud Mental del Piamonte y el Valle de Aosta, y el mensaje de los obispos de la región del Piamonte, en la que se encuentra Biella, –firmado por monseñor Guido Fiandino, obispo auxiliar y vicario general de la Archidiócesis de Turín, delegado regional para la Pastoral de la Salud y monseñor Francesco Ravinale, obispo de Asti, delegado regional para la Pastoral de la Caridad y de los Migrantes–, que se leerá en las iglesias el domingo 2 de diciembre.

El comunicado de prensa de la Mesa se titula «La comunidad que cura» y afirma que, ante la indiferencia o el no querer ver, la enfermedad mental es para la Iglesia «un reto que interroga y provoca a nuestro ser comunidad».

«Estamos todos llamados a escuchar y dar voz a quien se encuentra al margen de la sociedad y tiene dificultad para autodeterminarse».

El comunicado anima también a promover «cuidados más innovadores», a promover la solidaridad social y a «sensibilizar a las instituciones para que pongan en acto políticas sociales y sanitarias más atentas y adecuadas a las fragilidades».

Por su parte, los obispos piamonteses en su mensaje invitan, a través de las oficinas regionales de Caritas y de la Pastoral de la Salud, «a las comunidades cristianas en el primer domingo de diciembre a reflexionar y orar sobre este tema, mucho más cercano a nosotros de lo que se pueda pensar».

«A menudo –añaden–, las familias que viven la difícil situación del malestar psíquico en su más variadas formas, tienden a esconder su sufrimiento. Muchas veces temen el prejuicio también de nuestras comunidades. Así los enfermos y sus familiares quedan siempre relegados en medio de la indiferencia y la soledad».

Sin embargo, afirman los prelados del Piamonte, la comunidad cristiana «no puede quedar sorda e insensible al grito de dolor que, como en el caso del hombre paralítico en la piscina de Betesda, se alza de este dolor deshabitado. En el hermano sufriente, adivinamos los rasgos del Señor que llama a la responsabilidad de nuestro baustismo, y a la necesidad del humilde y concreto gesto de lavarse los pies mutuamente. Un llamamiento a salir del prejuicio para abrirse a la acogida, al acompañamiento, a la relación.

«Lo que causa mayor sufrimiento a quien vive este malestar existencial es la soledad –explican los obispos–. No podemos darnos cuenta de estas presencias sólo en los momentos en los que se exponen dramáticamente a la crónica de sucesos.

Hace falta un compromiso más fuerte por quienes pueden ayudar mediante los cuidados sanitarios.

Pero es todavía más urgente que nuestras comunidades cristianas se sientan lugares de curación para estos hermanos. Lugares en los que el malestar quizá no desaparecerá, pero en los que nadie se sienta excluido por el trastorno de la enfermedad».

«Que el Señor –concluyen los obispos– nos ayude a ser menos superficiales, menos distraídos, menos cerrados en nosotros mismos, y más dispuestos a realizar un primer paso hacia el otro. En una palabra hacerse prójimo». VN

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