EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN, CAPÍTULO 15, VERSÍCULOS DEL 26 AL 16,4

22 de Mayo de 2006

26. Cuando venga el Intercesor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de Mí.

27. Y vosotros también dad testimonio, pues desde el principio estáis conmigo”.

CAUSA DE LA PERSECUCION

1. “Os he dicho esto para que no os escandalicéis.

2. Os excluirán de las sinagogas; y aun vendrá tiempo en que cualquiera que os quite la vida, creerá hacer un obsequio a Dios.

3. Y os harán esto, porque no han conocido al Padre, ni a Mí.

4. Os he dicho esto, para que, cuando el tiempo venga, os acordéis que Yo os lo había dicho. No os lo dije desde el comienzo, porque Yo estaba con vosotros.

Comentario

26. s. Intercesor: Otros vierten: Defensor. Hay aquí una bellísima explicación del dogma trinitario. El Espíritu Santo procede del Padre y también del Hijo. Nuestra salvación fue objeto del envío del Hijo por el Padre, que nos lo dio; ahora anuncia Jesús que nuestra santificación va a ser objeto de la misión de otra Persona divina: el Espíritu Santo, que Él enviará desde la diestra del Padre (16, 7 y nota). Dará testimonio de Mí, p. ej. en la Sagrada Escritura, que es por eso un “tesoro celestial” (Conc. Trid.). Del testimonio del Espíritu Santo será inseparable la predicación y el testimonio de los apóstoles porque por su inspiración hablarán. Cf. Hech. 13, 9; Rom. 9, 1; I Tes. 1, 5; II Pedr. 1, 21.

1. s. No os escandalicéis, al ver que la persecución viene a veces de donde menos podía esperarse. Jesús nos previene para que no incurramos en el escándalo de que habla en Mat. 13, 21.

2. Creerá hacer un obsequio a Dios: es decir, que se llega a cometer los más grandes males creyendo obrar bien, o sea que, por falta de conocimiento de la verdad revelada que nos hace libres (8, 32), caemos en los lazos del padre de la mentira (8, 44). Por eso dice: porque no han conocido al Padre ni a Mí, esto es, no los conocían aunque presuntuosamente creían conocerlos para no inquietarse por su indiferencia (cf. Apoc. 3, 15 s.). Es ésta la “operación del error” (de que habla con tan tremenda elocuencia a S. Pablo en II Tes. 2, 9 ss.), a la cual Dios nos abandona por no haber recibido con amor la verdad que está en su Palabra (17, 17), y nos deja que “creamos a la mentira”. ¿Acaso no fue éste el pecado de Eva y de Adán? Porque si no hubieran creído al engaño de la serpiente y confiado en sus promesas, claro está que no se habrían atrevido a desafiar a Dios. Nuestra situación será mejor que la de ellos si aprovechamos esta prevención de Jesús. Rara vez hay quien haga el mal por el mal mismo, y de ahí que la especialidad de Satanás, habilísimo engañador, sea llevarnos al mal con apariencia de bien. Así Caifás condenó a Jesús, diciendo piadosamente que estaba escandalizado de oírlo blasfemar, y todos estuvieron de acuerdo con Caifás y lo escupieron a Jesús por blasfemo (Mat. 26, 65 ss.). Él nos anuncia aquí que así sucederá también con sus discípulos (véase 15, 20 ss.).

4. Cuando Jesús estaba con ellos. Él los protegía contra todo (17, 12; 18, 8). VN

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