EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN, CAPÍTULO 15, VERSÍCULOS DEL 1 AL 8

14 de Mayo de 2006

LA VID Y LOS SARMIENTOS

1. “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador.

2. Todo sarmiento que, estando en Mí, no lleva fruto, lo quita, pero todo sarmiento que lleva fruto, lo limpia, para que lleve todavía más fruto.

3. Vosotros estáis ya limpios, gracias a la palabra que Yo os he hablado.

4. Permaneced en Mí, y Yo en vosotros. Así como el sarmiento no puede por sí mismo llevar fruto, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en Mí.

5. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Quien permanece en Mí, y Yo en él, lleva mucho fruto, porque separados de Mí no podéis hacer nada.

6. Si alguno no permanece en Mí, es arrojado fuera como los sarmientos, y se seca; después los recogen y los echan al fuego, y se queman.

7. Si vosotros permanecéis en Mí, y mis palabras permanecen en vosotros, todo lo que queráis, pedidlo, y lo tendréis:

8. En esto es glorificado mi Padre: que llevéis mucho fruto, y seréis discípulos míos”.

Comentario

2. Lo limpia: He aquí encerrado todo el misterio de Job y el problema de la tentación y del dolor. Recordémoslo para saber y creer, con la firmeza de una roca, que con cada prueba, siempre pasajera, nos está preparando nuestro Padre un bien mucho mayor. Es lo que la simple experiencia popular ha expresado en el hermoso aforismo: “No hay mal que por bien no venga”.

3. “Esta idea de que la fe en la Palabra de Jesús hace limpio, es expresada aún más claramente por S. Pedro al hablar de los gentiles que creyeron: “por su fe Dios purificó sus corazones” (Hech. 15, 9)”. P. Joüon. Limpios significa aquí lo mismo que “podados”; por donde vemos que el que cultiva con amor la Palabra de Dios, puede librarse también de la poda de la tribulación (v. 2).

4. Nosotros (los sarmientos) necesitamos estar unidos a Cristo (la vid) por medio de la gracia (la savia de la vid), para poder obrar santamente, puesto que sólo la gracia da a nuestras obras un valor sobrenatural. Véase II Cor. 3, 5; Gál. 2, 16 ss. “La gracia y la gloria proceden de Su inexhausta plenitud. Todos los miembros de su Cuerpo místico, y sobre todo los más importantes, reciben del Salvador dones constantes de consejo, fortaleza, temor y piedad, a fin de que todo el cuerpo aumente cada día más en integridad y en santidad de vida” (Pío XII, Enc. del Cuerpo Místico). Cf. I Cor. 12, 1 ss.; Ef. 4, 7 ss.

5. No podéis hacer nada: A explicar este gran misterio dedica especialmente S. Pablo su admirable Epístola a los Gálatas, a quienes llama “insensatos” (Gál. 3, 1) porque querían, como judaizantes salvarse por el solo cumplimiento de la Ley, sin aplicarse los méritos del Redentor mediante la fe en Él (cf. el discurso de Pablo a Pedro en Gál. 2, 11 – 21). La Alianza a base de la Ley dada a Moisés no podía salvar. Sólo podía hacerlo la Promesa del Mesías hecha a Abrahán; pues el hombre que se somete a la Ley, queda obligado a cumplir toda la Ley, y como nadie es capaz de hacerlo, perece. En cambio Cristo vino para salvar gratuitamente, por la donación de sus propios méritos, que se aplican a los que creen en esa Redención gratuita, lo cuales reciben, mediante esa fe (Ef. 2, 8 s.), el Espíritu Santo, que es el Espíritu del mismo Jesús (Gál. 4, 6), y nos hace hijos del Padre como Él (Juan 1, 12), prodigándonos su gracia y sus dones que nos capacitan para cumplir el Evangelio, y derramando en nuestros corazones la caridad (Rom. 5, 5), que es la plenitud de esa Ley (Rom. 13, 10; Gál. 5, 14).

6. Triste es para el orgullo convencerse de que no somos ni podemos ser por nosotros mismos más que sarmientos secos. Pero el conocimiento de esta verdad es condición previa para toda auténtica vida espiritual (cf. 2, 24 y nota). De aquí deducía un ilustre prelado americano que la bondad no consiste en ser bueno, pues esto es imposible porque “separados de Mí no podéis hacer nada”. La bondad consiste en confesarse impotente y buscar a Jesús, para que de Él nos venga la capacidad de cumplir la voluntad del Padre como Él lo hizo.

7. Esto es lo que S. Agustín expresa diciendo “ama y haz lo que quieras”. Porque el que ama sabe que no hay más bien que ese de poseer la amistad del amado, en lo cual consiste el gozo colmado (I Juan 1, 3 – 4); y entonces no querrá pedir sino ese bien superior, que es el amor, o sea el Espíritu Santo, que es lo que el Padre está deseando darnos, puesto que Él nos ama infinitamente más que nosotros a Él. Cf. Luc. 11, 13 y nota; I Juan 5, 14 s.

8. El futuro seréis (genésesthe) según Merk está mejor atestiguado que el subjuntivo seáis. Así también Pirot y otros modernos. El sentido, sin embargo, no fluye con claridad, por lo cual cabe más bien, con la puntuación correspondiente, referir la glorificación del Padre a lo dicho en el v. 7, sentido por cierto bellísimo y que coincide exactamente con 14, 13 y con 17, 2, donde se ve que el Corazón paternal de Dios es glorificado en que nosotros recibamos beneficios de nuestro Hermano Mayor. En tal caso este final queda como una señal que nos da Jesús en pleno acuerdo con el contexto: que (hina con optativo) vuestro sarmiento fructifique mucho y entonces sabréis que está unido a la Vid, es decir, que sois realmente mis discípulos, así como por los frutos se conoce el árbol (Mat. 12, 33; Luc. 6, 43 ss.). El caso inverso se ve en Mat. 7, 15. VN

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