DEFENDIENDO LA VERDAD SOBRE LA VIDA

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ Arzobispo de Los Ángeles

Este sábado por la tarde, el 21 de enero a las 6 p.m., celebraré una Misa de Réquiem por los no nacidos en la catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles.

Estarán conmigo en el altar mis hermanos obispos y sacerdotes. Y espero que muchos de ustedes también puedan unirse a nosotros para recordar las vidas perdidas por el aborto y para orar por un mayor respeto por la vida en nuestro tiempo.

La Misa se llevará a cabo en la vigilia del aniversario de Roe vs. Wade, la decisión de la Suprema Corte de 1973 que creó un derecho legal para el aborto en nuestro país.

Desde entonces, por cerca de 40 años, el aborto ha sido la ley de nuestro país. El “derecho a escoger” el aborto ha sido una esperanza de libertad, algo que hombres y mujeres presumen, como su derecho a la libertad de expresión o de culto.

Y con frecuencia yo escucho las preguntas: ¿Por qué la Iglesia todavía fastidia tratando de cambiar los corazones y las mentes de la gente sobre el aborto? ¿No sería mejor gastar nuestro tiempo y nuestros recursos sobre asuntos más apremiantes como la pobreza, la justicia social y la paz?

Esas son preguntas buenas y sinceras. Para mí, la respuesta es un asunto de verdad y principios básicos.

La verdad es la verdad, ya sea que nuestra sociedad la reconozca o no. Y nosotros siempre queremos garantizar que estamos viviendo en la verdad y que no vivimos una mentira o un engaño.

La esclavitud fue mala aún cuando una mayoría en este país sostenía que era buena. Fue algo malo aún cuando la Suprema Corte dijo que era algo correcto. En 1950 y 1960 la segregación fue mala a pesar de que los legisladores del sur y los gobernadores decían que era necesaria para prevenir males mayores. El mal menor, todavía es un mal.

Hubo que ir muy lejos, y permitir que demasiadas generaciones y vidas inocentes se perdieran antes de que esta nación finalmente viera la verdad sobre la humanidad y la dignidad plenas de los afro-americanos. Llevó un siglo abolir la esclavitud y otro siglo después para poner fin a las leyes de Jim Crow que reducían a los afro-americanos a ciudadanos de segunda clase. Y todavía tenemos más trabajo que hacer.

Pero yo creo que un día los americanos también comenzarán a ver la verdad sobre la humanidad de los niños no nacidos y el embrión humano. Es solo cuestión de tiempo. Tal vez de años y no de décadas. Pero el tiempo llegará. Porque esta es la verdad.

Y no es una verdad “religiosa” y el aborto no es solamente una cuestión “católica”.

La Biología moderna nos enseña que la vida humana comienza en la concepción. El embrión no “se convierte en humano” en algún lugar por debajo de la línea. A las pocas semanas de estar en el útero, el embrión tiene una cara pequeña y un corazón que late. Esta es una vida única, personalmente humana, distinta de la del padre y la madre.

Otra vez, esta es la verdad de la Biología, no de la Teología; una verdad de la ciencia, no de la religión.

Nuestro país fue fundado sobre una gran verdad moral: que todos los hombres y las mujeres son creados iguales y nacen con los derechos dados por Dios a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Roe vs. Wade puso al revés esta hermosa verdad. La Suprema Corte, en efecto, dijo que nuestros derechos no vienen de Dios sino que son concedidos por el gobierno, por las cortes y las legislaturas.

Pero esa no es la verdad. Y si nuestros derechos no son donados por Dios, entonces están sujetos a los caprichos fortuitos de aquellos que tienen el poder político. El fuerte va a decidir qué es correcto y que es equivocado; quien tiene derechos y quien no; quien vive y quien no.

Por eso la Iglesia siempre permanecerá en el centro de esta gran lucha por el derecho a la vida en nuestro tiempo.

El derecho a la vida es el fundamento de todos los derechos y libertades en nuestra sociedad. Por supuesto, nosotros siempre estamos trabajando por la justicia y la paz. Pero nunca podemos “desconectar” este trabajo vital de nuestra defensa de la vida inocente y de la dignidad humana.

Como católicos, nosotros celebramos al Dios de la vida. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Jesús ha dado a su Iglesia una misión y a cada uno de nosotros, un derecho a proclamar su Evangelio de vida.

Estamos llamados a ser una voz por aquellos que no tienen voz. Estamos llamados a ayudar a nuestra sociedad a ver que cada vida humana –desde la concepción hasta la muerte natural- es sagrada y preciosa para Dios.

Así que yo espero que ustedes puedan unirse a mí el sábado para orar por la vida.

Mantengámonos unos a otros en oración esta semana. Y oremos de una manera especial por nuestro país.

Y pidamos a la Santísima Virgen María, la Madre de los vivientes, que nos ayude a buscar llevar el Evangelio de la vida al corazón de nuestra sociedad.
Si desea seguir al Arzobispo Gomez en su sitio de la red social de Facebook, conéctese a:

www.facebook.com/ArchbishopGomez

Share