UNA PASIÓN POR AYUDAR A LA JUVENTUD

El padre Morales propone preparar a personas seglares que apoyen a los jóvenes que quieran entregar su vida a Jesús

La mejor forma de describir la vida del padre Roberto Morales es la de un torbellino veloz y arrasador que marca los lugares y misiones que le han tocado vivir con un elemento constante: el ansia por dar algo a los jóvenes, semilla y realidad de su vocación religiosa y sacerdotal.

“Nací -cuenta a VIDA NUEVA- en Ciudad de Guatemala, la capital de Guatemala, en una familia católica, apostólica y romana. Ahora estoy en la parroquia de María Auxiliadora en Los Ángeles”.

Desde su lugar natal hasta su residencia actual, las circunstancias de su vida lo llevaron a residir y trabajar en el DF de México, en Los Ángeles, en Roma, en Veracruz y Ensenada.

De su vida familiar relata que su mamá murió cuando él tenía 17 años y que su padre vive en Texas. Menciona que tuvo dos hermanos mayores y una hermana menor, pero “ninguno se ha dedicado a la vida religiosa”.

Su educación primaria tuvo lugar en México, primero en la escuela pública y en una católica a partir del tercero o cuarto grados. Como a los 11 o 12 años de edad regresó junto a su familia a Guatemala donde ingresó a un colegio alemán y terminó la preparatoria en un colegio de los Hermanos Maristas, y a continuación estudió tres años de psicología en la Universidad Jesuita de Guatemala, centros en los que “vivió” su futura vocación.

VOCACIÓN POR DOSIS

“Tengo 15 años trabajando como promotor vocacional de mi orden y lo que yo comento a los muchachos es que, cuando estaba en el colegio de los maristas, yo sí sentí un llamado muy fuerte a algo de misión, pero no entendí qué era y entonces, como nunca tuve alguien que me guiara, no entendí y me inventé mi misión. Me dije: ‘Me voy a casar y, con una hermosa mujer, voy a ser misionero’. Mi corazón entendía que, más que estudiar administración de empresas como mi papá y mis hermanos, yo tenía que: ‘Estudiar algo para la humanidad’. Entonces decidí estudiar psicología’”.

Mirando hacia atrás, recuerda que, como a los 15 o 16 años, vivió una experiencia de retiro de jóvenes, “donde sentí por primera vez la presencia más personal de Jesús en mi vida y, a raíz de eso, mi vida no cambió, pero sí se acercó más a Dios”.

Pensando en su camino y en otras futuras vocaciones, el padre Morales recalca que es muy importante ese aspecto, es decir “que nadie me orientó cuando estaba en la escuela católica” y lo explica porque “no hubo un promotor vocacional. En ese tiempo no se daba”. Por ello, explica que su vocación llegó por caminos inesperados, fruto siempre de su trabajo con la juventud y subraya la importancia de que los Obispos y órdenes religiosas dediquen recursos y personal a impulsar las vocaciones y a apoyar a los jóvenes en su exploración vocacional.

Estando en sus estudios de psicología en la universidad, se dedicó también a ser líder de los boy scouts y ahora reflexiona: “Me gustó muchísimo el trabajo con niños, pero tampoco comprendía por qué me gustaba”.

Por ese entonces, su papá tuvo que venir a Los Ángeles, por cuestiones políticas, un poco porque se metió con un partido que estaba en contra del gobierno, y también por razones económicas, el joven lo siguió para ayudarle económicamente trabajando con él.

ACEPTACIÓN DEL INMIGRANTE

En Los Ángeles, lo primero que hizo fue buscar una Iglesia. Un grupo de jóvenes de la renovación carismática, llamado de Oración de Nuestra Señora del Valle, en Canoga Park, le invitó a un retiro. “Es muy interesante —recuerda— porque yo era un joven emigrante llegado a Estados Unidos, como yo era solo y viviendo la experiencia dura de Estados Unidos, pues me ayudó mucho la Iglesia a conocer jóvenes y después a entrar un poquito más en la Iglesia”.

Luego los acompañó a un primer retiro sobre carismas y misiones. “Me gustó mucho y después, a raíz de eso, tuve contacto con el grupo y ahí conocí a uno de los padres escolapios, que es la orden a la que pertenezco (www.escolapios.us)”.

Comenzó a ver que quería servir a la humanidad, especialmente a la gente inmigrante. Fue entonces “cuando sentí un llamado muy fuerte a marcar la diferencia en el servicio y tuve un retiro vocacional con los padres escolapios y me impactó. Yo había hablado con los agustinos recoletos, con los diocesanos de Guatemala y para entonces ya entendía un poquito esa pasión que sentía por los niños desde antes. Entré en el Seminario, en Casa Calasanz, que está en el Este de Los Ángeles, frente a la parroquia de Santa Lucía”. Tenía 24 años.

Como escolapio, miembro de una orden religiosa fundada en 1597 por San José de Calasanz para dar educación sobre todo a los niños pobres, sintió que era lo que había estado buscando durante tanto tiempo. “Lo hermoso del amor religioso es que estamos en hogares para niños de situación de calle, en grupos juveniles, en barrios populares también con grupo de jóvenes”. En efecto, San José de Calasanz, español de Peralta de la Sal, fue el fundador de la primera escuela popular para niños necesitados en Roma y es el Santo Patrón de las escuelas cristianas. Hoy día, las llamadas Escuelas Pías se encuentran en todo el mundo

SEMINARIO

En la Casa Calasanz resultaba difícil vivir con 10 muchachos, pues cada uno tenía sus costumbres, “lo bueno es que el sacerdote era un extraordinario hombre de Dios y muy humano”, dice recordando aquellos días, en los que aprendió no sólo a obedecer sino también a “vivir lo que decía la orden”.

De ahí pasó al Seminario San Juan en Camarillo y luego a México para comenzar a estudiar filosofía. En México hizo el noviciado, terminó filosofía, volvió a Estados Unidos para la teología que concluyó en Roma, donde se preparó “para ser sacerdote formador”.

En Roma hizo sus votos solemnes ante la tumba de San José de Calasanz y poco después vino a vivir en su primer Seminario en el Este de Los Ángeles, y fue aquí donde se ordenó de sacerdote en diciembre de 1996.

Continuó por varios años en Casa Calasanz que es, dice, una casa de formación más que Seminario y terminó siendo director de vocaciones y formador de los jóvenes que ingresaban al Seminario (maestro de prenovicios).

“Atribuyo haber desempeñado esta labor a mi carisma, eso atrae mucho a los jóvenes. Hasta la fecha sigo siendo director vocacional y tenemos muchos jóvenes que han entrado a la orden”, explica.

Posteriormente fue enviado a Mexicali, México, Guatemala y Veracruz, siempre con misiones de estudios y formación. “Ser formador -dice- es difícil porque los muchachos piden mucha atención y demandan mucho también. Pero dentro de lo difícil también es hermoso responder a la vocación de un joven”, labor que continúa en la actualidad y que compagina con la de pastor asistente en la parroquia de María Auxiliadora y director de vocaciones de su orden.

“El trabajo es muy bonito porque tiene escuela y trabajo mucho para mantenerla y ofrecer una educación de calidad”, afirma el padre Morales.

VOCACIONES FUTURAS

Para suscitar vocaciones, especialmente en estos momentos en que escasean, el padre dice: “Hay que organizar e invertir personal y también fondos en la pastoral juvenil. Cuando creamos grupos de jóvenes, movimiento de jóvenes, el joven se encuentra con Jesús y puede ser generoso a un llamado con total entrega. Tanto en la vida diocesana como en la vida religiosa, necesitamos invertir en personas que tengan el tiempo y puedan organizar a los jóvenes y acompañarles.
Los sacerdotes están muy ocupados, todos están de administradores, de párrocos y no tienen tiempo, lo mismo sucede en las órdenes religiosas”.

‘Necesitamos crear movimientos juveniles, grupos y asociaciones juveniles para que el joven tenga un proceso normal y probablemente antes de escoger una vocación al matrimonio pueda tener en cuenta una vocación sacerdotal o religiosa”.

“Los papás pueden perfectamente, así como educan a sus hijos para el matrimonio, educarlos para la vocación sacerdotal, para la vida religiosa. A dar la vida por la humanidad”.

PREGUNTITAS

COCINAR: “No sé. Muy poquito”.

COMIDA: “Me encanta la comida italiana, la guatemalteca y la mexicana. En Guatemala tenemos el fiambre, que se come en noviembre para el Día de los Difuntos; también el pepián. No sé de qué se hace, yo me lo como nada más”.

DEPORTES: “Sí, me gustan; trato de nadar una o dos veces por semana. Estamos tratando de hacer el esfuerzo”.

DÍAS LIBRES: “Cuando necesito tomo días; me gusta ir al gimnasio más tranquilo para hacer ejercicio, para nadar, me gusta ir al cine. Voy a San Juan Vianney en Hacienda Heights y a Santa Elizabeth de Rowland Heights. Llevo muchos años celebrando la Misa en español ahí. También tengo muchos amigos que me invitan a cenar”.
Algo que no haya hecho: “Me gustaría conocer muchos más lugares del mundo: China, Japón, parte de Europa del Este. He viajado, pero no tanto”.

¿CÓMO LE GUSTARÍA QUE LO RECUERDEN?: Como una persona entregada, alegre, sobre todo a los jóvenes y niños. Un sacerdote que fue feliz y pleno como ser humano.

¿Qué libro está leyendo?: De José Antonio Pagola, Jesús, aproximación histórica.

MENSAJE

“Si algún joven siente el llamado al sacerdocio, primero que le dé gracias a Dios, que se ponga en oración y que tenga su acompañamiento personalizado con el director vocacional para poder ver si es un llamado auténtico. Es difícil que alguien llegue así y se presente diciendo que quiere explorar la vida sacerdotal, pero después vienen y nos conocen y entonces dicen ¡Ahhhh!, yo creí que era otra cosa. Es lo que yo digo, tenemos que abrir las parroquias, los conventos para que los jóvenes nos conozcan”.

Padre Roberto Morales, Sch.P
Parroquia María Auxiliadora
512 South Avenue 20
Los Ángeles, CA 90031
(323) 223-4153
www.escolapios.us

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