<!--:es-->“POR EL BIEN DE LOS ESTUDIANTES LAS COSAS NO PUEDEN SEGUIR IGUAL”.- Discutiendo el Distrito Escolar Unificado de Los Angeles<!--:-->

“POR EL BIEN DE LOS ESTUDIANTES LAS COSAS NO PUEDEN SEGUIR IGUAL”.- Discutiendo el Distrito Escolar Unificado de Los Angeles

Que la educación pública le falla a los hispanos es una afirmación que casi todo el mundo comparte. En el Distrito Escolar Unificado de Los Angeles (LAUSD) —725 mil estudiantes, 810 planteles y alrededor de 25 mil maestros— únicamente la mitad de los hispanos, que son el 70% de la matrícula, consigue graduarse de la secundaria. De estos, muy pocos enfilan a la universidad, aunque no siempre salen bien preparados para sus rigores.

Se ha dicho que ese sistema escolar cuenta virtualmente con un plan de dos carriles: en uno se prepara a estudiantes blancos y asiáticos para la universidad y en el otro se entrena a latinos y negros para el Ejército o para hacer oficios serviles. Gene Hale, un empresario afroamericano y miembro de la Cámara Afroamericana de Comercio del Gran Los Angeles, comentaba hace poco: “En mi negocio rechamos a casi el 90% de quienes nos piden empleo porque su educación es deficiente”.

La pesquisa por encontrar al responsable del bajo rendimiento en las aulas públicas no apunta en una sola dirección. Maestros, estudiantes, padres de familia, incluso la burocracia escolar muestran igual exasperación cuando se habla de alta deserción escolar, bajas calificaciones y condiciones infames en los planteles. Como si el problema estuviera en todas partes… y en ninguna.

La semana pasada, el alcalde de Los Angeles, Antonio Villaraigosa, anunció un plan de dos años para hacerse con el control del LAUSD siguiendo el modelo de Nueva York, Chicago y Boston. En estas ciudades los alcaldes pueden designar miembros a las juntas escolares, negociar contratos con los maestros y fijar las pautas de funcionamiento de las escuelas públicas.

Armado con ese poder, y el de crear minidistritos, alega Villaraigosa, podrá llevar a cabo una reforma auténtica del sistema escolar: reducir la deserción, elevar las calificaciones, recortar la burocracia, hacer que las escuelas respondan por sus resultados. Con esa mira ha integrado un equipo de expertos legales y pedagogos para estudiar cómo se puede implementar.

Como para ir ablandando el terreno, en diciembre pasado la contralora de Los Angeles, Laura Chick, una de las aliadas más estratégicas de Villaraigosa en el Ayuntamiento, anuncio su intención de realizar una auditoría del distrito: “Mi intención es mejorar el rendimiento escolar en el LAUSD. Eso requiere que cada recurso disponible vaya a los estudiantes y a las aulas”.

Cuatro de los 15 concejales de la ciudad la apoyaron –y el alcalde sin duda podrá contar con su voto en las batallas que se avecinan en el Concejo.

El superintendente escolar, Roy Romer, se puso a la defensiva y rechazó la idea. Unas semanas antes de que Chick se ofreciera a escudriñar los libros del distrito, el LAUSD y UTLA habían llegado a un acuerdo, como parte de un nuevo contrato laboral con los maestros, para realizar una auditoría independiente. El propósito, en principio, es similar al que persigue la contralora: identificar gastos superfluos para que la mayor cantidad de fondos vaya a las aulas.

Sin embargo, para los siete miembros de la Junta Escolar, el plan de Chick es algo así como el primer ramalazo para socavar su poder. Su respuesta también ha sido ponerse a la defensiva. No todo son fracasos en el LAUSD, han señalado: las calificaciones han estado subiendo gradualmente. Hay un proceso de reformas. En junio, por ejemplo, la Junta Escolar adoptó un programa de asignaturas con el propósito de que los estudiantes de secundaria salgan mejor preparados para ingresar a los dos sistemas de universidades públicas del estado: UC y CSU.

El Sindicato de Maestros (UTLA) mira los planes de Villaraigosa como un intento de hacerse con todo el mando. “Sería reemplazar una burocracia con otra”, dijo recientemente su secretario general, A.J. Duffy. Además, se preguntan, ¿que pasará una vez que Villaraigosa, que al fin y al cabo ha sido amigo del sindicato, deje el Ayuntamiento? ¿Quién herederá tanto poder?

Para imponer su proyecto, el alcalde necesita apoyo en las urnas. La mole burocrática del LAUSD se sostiene gracias a una gruesa estructura de reglas que es una especie de constitución escolar —School Charter—, que rige la vida diaria del distrito. Ningún cambio de importancia puede tener lugar en el LAUSD sin antes reformar ese mamotreto. Por eso, Villaraigosa se plantea que para 2007 podrá someter a los votantes una iniciativa de reforma. Él cree tener los votos para esa empresa. Además, quizá tenga que introducir adicionalmente una ley en la Legislatura estatal. El alcalde dice tener en Sacramento fuerzas que le echarían una mano en esto.

La tarea es monumental, y lo cierto es que, por el bien de los estudiantes y de la sociedad, las cosas no pueden seguir igual. La tarea de las escuelas es educar y hoy por hoy, los resultados son mediocres.

La pregunta es si el plan de Villaraigosa es la solución tan buscada. VN

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