PAREJA DE INMIGRANTES HACE NEGOCIO CON EL RECICLAJE DE ESPUMA DE POLIURETANO
Los mexicanos Aureliano Suárez y su esposa, María, han encontrado una manera dura pero constante de ganarse la vida: comprar, empaquetar y vender cada mes cientos de kilos de espuma de poliuretano, conocida como “bajo-alfombras”.
“Algunos creen que compramos desperdicios o residuos, pero en realidad estamos reciclando material y, al hacerlo, ayudamos a conservar el planeta”, dijo María Suárez, dueña, junto con su esposo, de Suárez Carpet Pad Recycling, una empresa ubicada en el norte de Aurora, un suburbio al este de Denver.
Aureliano, 50, y María, 48, que llegaron a EEUU hace 30 años, comenzaron a reunir y vender la espuma de poliuretano hace 12 años, en el momento de mayor auge de la construcción en Denver y en ciudades vecinas, cuando las empresas constructoras no tenían para negociar o reciclar ellas mismas ese material.
Luego, en el 2005, los Suárez abrieron su propia empresa, compraron una balanza electrónica de hasta 500 kilos, una máquina empaquetadora y un par de camionetas usadas, y desde entonces recolectan y venden hasta 40 paquetes (o fardos) de espuma por mes.
“Lo hacemos para salir adelante. Me gusta mi trabajo, pero últimamente el bajo-alfombra ha perdido mucho valor. Ahora se paga muy poco, pero nos alcanza para pagar el alquiler y a un empleado”, comentó María.
Hace tres años, las empresas recicladoras pagaban 21 centavos de dólar por cada libra (454 gramos) de espuma de poliuretano. En la actualidad, esas empresas solamente ofrecen entre 5 y 9 centavos por esa misma cantidad.
Cada mañana, los Suárez recorren las áreas de nueva construcción en los alrededores de Denver y hablan con las compañías instaladoras de alfombras para tener la oportunidad de comprar (a no más de 4 centavos por libra) la espuma que esas compañías descartan, una actividad técnicamente conocida como “extracción”.
El material es luego acarreado hasta un depósito, donde los Suárez lo compactan, lo pesan y lo arreglan en paquetes de cerca de 400 kilos (900 libras) cada uno. Cuando tienen suficientes paquetes (generalmente entre 30 y 40), llaman a una de las empresas recicladoras para que envíen un camión y se lleven la espuma.
Esas compañías reenvían la espuma a plantas de reciclado en California, Texas o Misisipi, donde el material se tritura y reconfigura para ser nuevamente usado debajo de las alfombras.
En buenas épocas, los Suárez generan entre 6.000 a 8.000 dólares al mes, aunque en la actualidad sus ingresos oscilan entre los 2.000 y los 3.000 dólares.
“Hay mucha oferta y más competencia, por eso el material ahora está muy barato. Pero la gente nos sigue entregando el bajo-alfombra y no puedo quedar mal con ellos ni con las empresas que nos compran la espuma. Es nuestra responsabilidad seguir trabajando y esperar que el precio suba”, comentó María.
En Colorado existen actualmente 24 empresas de reciclado que aceptan espuma de poliuretano. Los Suárez firman que su compañía es la única totalmente operada por hispanos.
Esta pareja confía en que las medidas adoptadas por el gobierno federal lleven a una pronta recuperación de la economía, especialmente en la construcción y remodelación de viviendas, que a su vez les permita a ellos aumentar su propio negocio.
“Nuestra meta es tener una empresa sólida dentro de dos años para darle trabajo a otros. Yo digo que nosotros trabajamos con ‘basura’, y la ‘basura’ abunda. Sólo hace falta alguien que la recoja, empaquete y recicle”, sostuvo Aureliano.
“Me siento triste porque en este momento no podemos ayudar a más gente, porque los hispanos siempre nos ayudamos unos a otros. Este es un momento en el que todos tenemos necesidad, pero el ánimo es lo último que se pierde”, dijo María.
Además de la caída en el precio de la espuma, los Suárez enfrentan otro problema, que, según ellos, es más difícil de superar: el desconocimiento por parte del público en general que la espuma de poliuretano puede ser reciclada y que, por eso mismo, tiene un cierto valor monetario.
“La gente no piensa que éste es un material que puede reciclarse y simplemente lo descarta. Siempre digo que los jóvenes, cuando quieren reunir dinero para su escuela o iglesia, podrían hacerlo más fácilmente juntando espuma que juntando latas de aluminio”, aseveró María.
“Mientras tanto, contribuimos a mantener la buena ecología del planeta reciclando lo que otros descartan”, concluyó. VN
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