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LA SELECCIÓN DE UN OBISPO AUXILIAR

(Fotografia de Victor Aleman).

Por MIKE NELSON

El proceso de selección de un Obispo Auxiliar es cuidadoso, confidencial y está lejos de ser inmediato. Es un proceso que toma literalmente años, incluso comenzando mucho antes de que exista una necesidad. Dado que Los Ángeles recibió a sus tres nuevos obispos auxiliares el pasado 8 de septiembre, aquí explicamos el proceso de su selección.

¿Quién reúne los requisitos?

De acuerdo con el Derecho Canónico (Can. 378), un candidato “adecuado” para el cargo de obispo debe “sobresalir por contar con una fe fuerte, buenas costumbres, piedad, celo por las almas, sabiduría, prudencia, virtudes humanas y posesiones de aquellos dones que lo hacen apropiado para cumplir con la función que se le otorgue”.

Además, el candidato debe ser “mantenido en buena estima”, ser un sacerdote ordenado hace al menos cinco años, y tener por lo menos 35 años de edad (la ordenación como obispo auxiliar del padre Timothy Manning tuvo lugar  un mes antes de cumplir 37 años, en Los Ángeles en octubre de 1946).

Por último, el candidato debe contar con un doctorado o al menos una licenciatura en Sagrada Escritura, teología o derecho canónico de un instituto de estudios superiores aprobado por la Sede Apostólica, “o por lo menos estar bien instruido en estas disciplinas”.

Los candidatos a obispo auxiliar representan una gran diversidad de experiencias. A través de los años, estos designados como obispos auxiliares de Los Ángeles han sido sacerdotes que han servido principalmente como párrocos; en el liderazgo administrativo, y en ocasiones, en diferentes diócesis u órdenes religiosas.

¿Qué determina la necesidad?

“Cuando las necesidades pastorales de la diócesis lo requieren, uno o varios obispos auxiliares serán nombrados a petición del obispo diocesano”, afirma el Canon 403. Estas “necesidades pastorales” generalmente implican la creciente población de una diócesis y / o los cambios demográficos.

La aprobación de un obispo auxiliar, o un obispo auxiliar adicional, debe venir de la Congregación de los Obispos en Roma. Una vez que la congregación determina que cierta diócesis merece un cierto número de obispos auxiliares, por lo general el permiso ya no es necesario para sustituir a un obispo que deja ese puesto (ya sea por fallecimiento, jubilación o reasignación).

¿Cuál es el proceso real?

Se inicia en reuniones provinciales anuales, en las que obispos diocesanos de la provincia eclesial discuten listas de candidatos propuestos para el cargo de obispo en las distintas diócesis, incluso si no existe una necesidad o vacante actual.

La provincia de Los Ángeles incluye la Arquidiócesis de Los Ángeles y las Diócesis de Fresno, Monterey, Orange, San Bernardino y San Diego.

Muchos obispos, sobre una base regular (incluso anual), consultan con sus sacerdotes (a través de un cuestionario confidencial) para recibir sus opiniones sobre los posibles candidatos, quienes podrían ser o no ser sacerdotes de esa diócesis en particular. Estas listas se envían al nuncio papal en Washington, DC.

Cuando hay una necesidad real, el proceso se vuelve más urgente. El obispo (y sus obispos auxiliares) proponen al nuncio papal, una lista de tres candidatos, conocidos como “terna”. Luego, a través de un cuestionario bastante detallado y muy confidencial (según Canon 377), el nuncio papal consulta con sacerdotes y líderes laicos de la diócesis de esos candidatos. También se realiza una consulta con el obispo local sobre las necesidades diocesanas.

Desde esa apreciación- diseñada para evaluar las cualidades humanas de cada candidato, experiencias pastorales, capacidad de liderazgo y sus posibilidades generales- el nuncio propone su propia terna de vacantes a la Congregación de los Obispos. La terna del nuncio podría o no ser la misma que la terna propuesta por el obispo diocesano (o arzobispo de la Arquidiócesis, como sea el caso).

En Roma, la congregación hace una revisión preliminar de los candidatos, después de lo cual podría tener preguntas o requerir más información sobre uno o varios de los candidatos. La congregación también podría rechazar la lista y pedirle una nueva a la diócesis, una razón por la cual el proceso podría continuar durante un tiempo.

Una vez que la congregación ha aprobado la terna, a un cardenal se le da la tarea de presentarla a una reunión de cardenales. Tras el debate, la congregación puede cambiar el orden aún más antes de brindar su recomendación.

En ese momento, la lista va al Papa, que puede aceptar la recomendación, cambiar el orden o solicitar una nueva lista. Una vez más, esto puede llevar meses.

Normalmente, en el caso de los obispos auxiliares, el Papa estará de acuerdo con la recomendación de la congregación. Es más probable que el Santo Padre se involucre más en el proceso de selección de la cabeza de una diócesis, especialmente en una Arquidiócesis más grande, de la cual podría ser nombrado un cardenal. El cuestionario del nuncio para los jefes de las diócesis es también más exhaustivo que para un obispo auxiliar.

Cuando el Papa ha aprobado la elección, el nuncio es notificado, y entonces se pone en contacto con el sacerdote (s) seleccionados para obtener su consentimiento, y establecer una fecha para la publicación del anuncio. VN

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