LA PUERTA DE LA FE

El próximo 11 de octubre se marca el inicio del Año de la Fe, íntimamente relacionado con el Concilio Vaticano II

“La puerta de la fe” es el título que el Papa Benedicto XVI le dio a su Carta Encíclica con la que convocó en octubre de 2011 el Año de la Fe. Es un documento que todos los católicos debemos conocer, especialmente si ejercemos un ministerio en la Iglesia o tenemos la responsabilidad de trasmitir la fe a las nuevas generaciones de cristianos. Su título está inspirado en el texto bíblico Hechos 14:27, que tiene una enorme riqueza de elementos que nos pueden inspirar hoy en nuestra tarea evangelizadora.

El documento nos explica que la Iglesia tiene la tarea de llevar a todos los hombres y mujeres a conocer a nuestro Señor Jesucristo, y que debe mantener el entusiasmo para realizar esta misión, “ser sal de la tierra y luz del mundo” tal como se lo encomendó su Maestro y Señor. Benedicto XVI nos advierte que realizar esta misión no es una cosa sencilla, porque el ambiente de las ciudades modernas en las que vivimos la mayoría de los cristianos, ya no tiene referencias religiosas, ni apoya la vivencia de los valores emanados de la fe en Cristo; más bien hay grupos que utilizan como bandera la actitud antirreligiosa y fundamentan sus propuestas sociales en abierta oposición en lo que la Iglesia enseña.

La intención del Papa es entusiasmar a los cristianos en la vivencia y en la proclamación de la fe exactamente como nos lo narra el texto bíblico que da título a esta Carta Encíclica.

En ese tiempo, San Pablo y su comunidad son inspirados por el Espíritu Santo para emprender la tarea misionera. La comunidad se puso en oración y ayunó para discernir a la luz del Espíritu su misión en el mundo. Este discernimiento comunitario con San Pablo a la cabeza desencadenó un entusiasmo misionero que los empujó a salir de los grupos conocidos, (los judíos en las Sinagogas), y llevar la Buena Noticia a los que nunca han oído hablar de este Dios, Padre de misericordia. Lo más interesante es que ellos no abandonan su tarea misionera entre los judíos, pues entendieron que la verdadera misión de la Iglesia necesitaba de la continuidad que la comunidad cristiana de origen judío garantizaba, pero sin olvidar a este grupo emprendieron una misión mucho más amplia y arriesgada que llevó a la Iglesia a penetrar la cultura romana y a cristianizar el occidente.

Si leemos el capítulo 14 del Libro de los Hechos de los Apóstoles podemos aprender cosas muy hermosas respecto a la evangelización: como es: a) la apertura al Espíritu para discernir en comunidad cómo emprender de manera concreta acciones misioneras a nivel local y a nivel universal; b) promover vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal, pero también vocaciones para misioneros laicos que sean enviados por la comunidad a realizar la tarea evangelizadora; c) desarrollar creativamente nuevos ministerios y nuevas estructuras para comunicar la fe, no podemos reducir la tarea evangelizadora al reducido espacio de las instalaciones parroquiales. Lo que ya hacemos está bien, pero aquellos primeros cristianos no se conformaron con mantener a su grupo sino que su prioridad era extender la obra de la salvación; d) aquellos primeros cristianos también tuvieron falsos profetas, pero en comunidad supieron discernir como desenmascararlos para que hicieran el menor daño a la comunidad; e) finalmente de Pablo podemos aprender su capacidad para reconocer que los frutos de su ministerio misionero eran una prueba de que Dios veía con buenos ojos esa acción misionera.

El documento además de ofrecernos este texto como motivación espiritual bíblica, nos recuerda que en este año, justamente el 11 de octubre celebramos el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. El Año de la Fe está íntimamente relacionado con este aniversario, pues la fe del cristiano de hoy está estrechamente vinculada a la renovación eclesial que nos trajo el Concilio. Benedicto XVI afirma que una adecuada interpretación de los documentos emanados del Concilio Vaticano II es sin duda, una fuente de renovación espiritual y una confirmación en la fe auténtica de la Iglesia, de manera que, nadie diga que se puede ser fiel a la Iglesia y al mismo tiempo rechazar las enseñanzas del Concilio. El Papa en algunos pasajes posteriores de su Carta Encíclica, nos dice que en el documento Lumen Gentium (Constitución dogmática sobre la Iglesia) nos revela el ser y el quehacer de esta comunidad de fe que se llama Iglesia Católica y que por lo tanto tenemos que conocer estos documentos.

Pero este año no celebramos solamente el aniversario del Concilio Vaticano II también celebramos el veinteavo aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por el Papa Juan Pablo II. El Catecismo es una respuesta a la necesidad de los mismos Obispos de tener una directriz que oriente sobre los contenidos de la fe que la Iglesia ha creído, cree y seguirá creyendo hasta la segunda venida de Nuestro Señor. Todos los cristianos tenemos la responsabilidad de dar razón de nuestra, de explicar con nuestras palabras y desde nuestra experiencia de vida aquello que creemos. Las verdades reveladas no deben ser conocidas sólo por los teólogos o los ministros ordenados, sino que debe ser un tesoro compartido y vivido entre todos los fieles.

Junto con el aniversario del Concilio Vaticano II y de la promulgación del Catecismo, el Papa Benedicto XVI ha convocado la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se celebrará del 7 al 28 de octubre de 2012 sobre el tema: «La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana». El Sínodo de los Obispos es un evento que convoca el Papa con el fin de consultar a los Obispos que llegan de todos los continentes, sobre algún tema particular que es relevante para la vida de la Iglesia. No todos los Obispos del mundo asisten al Sínodo, sólo algunos de ellos pueden asistir, y representan a todos los demás Obispos de un país o de una región del mundo o también asisten aquellos que son invitados de su Santidad el Papa. Para este Sínodo, nuestro Arzobispos José H Gomez, como invitado del Papa lleva las inquietudes y las esperanzas de la Iglesia de Los Ángeles. Y sin duda aportará para la Iglesia universal lo que la Iglesia de Los Ángeles es y lo que está llamada a ser en este contexto de Nueva Evangelización. Nuestro Arzobispos a su vez nos traerá la experiencia, la sabiduría y todos los dones que el Espíritu va a derramar en esa asamblea para enriquecimiento de toda la Iglesia.

Estos eventos del pasado y del presente nos invitan a todos a los católicos a tomar acciones concretas durante este año que comienza el 11 de octubre para renovarnos como Iglesia, actualizar nuestro compromiso de fe, asumir la tarea evangelizadora en todos los espacios y a todos los niveles, y despertar el compromiso bautismal de todos los cristianos. Los frutos del Sínodo de los Obispos sin duda serán de gran ayuda para orientar nuestra vida eclesial y la renovación de nuestra acción pastoral, pero el documento “La puerta de la fe” ya nos propone acciones que podemos a empezar a desarrollar o a preparar para centrar de manera efectiva este año en la renovación de nuestra fe.

La primera acción es nuestra propia renovación personal profundizando en nuestra conversión. La nueva vida que se nos concedió en el Bautismo necesita ser renovada continuamente para que la salvación que hemos recibido sea una motivación para atraer a otros a la fe eclesial. Recordemos que nuestra fe es una respuesta personal a la gracia, pero se da solamente en el ámbito de una comunidad eclesial. Al renovarnos cada uno en el seno de nuestra comunidad eclesial, renovamos a la comunidad y la Iglesia se acrecienta con los dones de todos los bautizados que se ponen al servicio de sus hermanos.

En segundo lugar el Papa Benedicto nos propone la figura de San Agustín quien afirmaba que “los creyentes se fortalecen creyendo” la fe sólo crece cuando se vive, cuando se comparte, cuando se profundiza, cuando se instruye, cuando se ora, cuando se da testimonio de ella. Es decir que en este año nos proponemos vivir y dar testimonio de nuestra fe de una manera integral, y queremos que muchas personas conozcan la fe de esta misma manera.

Todo esto supone ofrecer en las parroquias, en los movimientos eclesiales, en las diócesis programas que ayuden a la gente a conocer más la fe de la Iglesia. El aspecto doctrinal e intelectual es importante, pero sobretodo que conozcamos y podamos explicar el Credo, como símbolo o síntesis de nuestra fe. Saber dar razón de nuestra fe no es un acto del que nos podamos enorgullecer, por el contrario, es un acto de agradecimiento a la gracia de Dios que nos revela su misterio para que lo aceptemos a Él como nuestro Dios y Señor y podamos entregarle nuestro corazón. La mente y el corazón en el lenguaje del Papa son complementarios. Cuenta San Lucas que Pablo, mientras se encontraba en Filipos, fue un sábado a anunciar el Evangelio a algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el «Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo» (Hch 16, 14).

Aunque la fe es un don, una gracia que Dios ofrece, la fe también implica un compromiso público, hay una responsabilidad social del creyente, durante este año debemos favorecer que cada cristiano forme su conciencia para vivir responsablemente sus deberes sociales que brotan de su fe.

Otro aspecto que tenemos que profundizar en este año, es la vida litúrgica, especialmente la celebración del Eucaristía. No hay fe sin celebración de la misma fe. El Concilio Vaticano II ya nos indicaba que la Eucaristía debe ser celebrada consciente activa y fructuosamente. Aún estamos lejos de que esto se logre, pero este año es muy oportuno ofrecer cursos de liturgia y especialmente sobre Los Sacramentos.

Hay temas relevantes a la fe que el documento nos invita a estudiar, como es la historia de la Iglesia, un estudio más sistemático del Catecismo de la Iglesia, la mariología o la experiencia de María como modelo de fe, la vida de los santos y la vocación universal a la santidad.

Hay muchas cosas que este documento nos invita a hacer en este Año de la Fe, muchas otras deben ser preparadas y discernidas en las oficinas arquidiocesanas, una de ellas es justamente dar en los Congresos regionales un espacio para hablar del Año de la Fe. Hay muchas actividades y eventos que se pueden organizar a nivel parroquial, tanto para la comunidad entera, como para grupos particulares como cursos explícitos sobre la fe para niños, jóvenes, adultos, matrimonio o cursos específicos sobre los temas que nos indica el documento para los ministerios parroquiales. Hay mucho por hacer y estamos empezando este Año de la Fe. Dispongámonos a trabajar en comunión con la Iglesia, para que el 24 de noviembre del 2013 con satisfacción podamos decir, que con la gracia de Dios cumplimos nuestra parte y Dios nuestra Padre por su Espíritu hará el resto.

FINALMENTE OREMOS:

Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor.
Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo 
y nació de la Virgen María.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato.
Fue crucificado, muerto y sepultado.
Descendió a los infiernos.
Al tercer día resucitó de entre los muertos.
Subió a los cielos, 
y está sentado a la diestra de Dios Padre. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, 
la Comunión de los Santos, el perdón de los pecados, 
la resurrección de los muertos, y la vida eterna. Amén. VN

DR. JOSÉ ANTONIO MEDINA
amedina@liguori.org
(562) 619- 0898

Para profundizar en este tema en las parroquias y en las familias, puede utilizar el libro Las 5 preguntas de nuestra fe católica, de Liguori. O el libro del Dr. Medina, ‘Con los corazones llenos de gozo’. Pídalos al 1(800) 325 -9521.

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