JOSEP SAMSÓ: PÁRROCO, CATEQUISTA Y MÁRTIR SERÁ BEATIFICADO
La ceremonia se celebrará este sábado en la basílica Santa María de Mataró
El martirio del padre Josep Samsó i Elias tiene muchas similitudes con la pasión y muerte de Jesucristo: uno de sus amigos participó en su fusilamiento, fue tomado preso, y subió con serenidad aunque con dolor, las escalas del cementerio donde fue asesinado, durante la Guerra Civil Española.
Conocido también como José Samsó o el Doctor Samsó, (1887 – 1936) este párroco y catequista, que llevó la enseñanza de Jesús hasta el punto de dar la vida, será beatificado el próximo sábado en la basílica Santa María de Mataró, provincia de Barcelona, donde fue párroco durante 17 años hasta que fue arrestado y luego asesinado.
La ceremonia será presidida por el arzobispo de Barcelona, cardenal Lluís Martínez Sistach y la fórmula de beatificación la proclamará monseñor Angelo Amato, prefecto para la Congregación de la Causa de los Santos en representación del papa Benedicto XVI.
AL SERVICIO DE LA CATEQUESIS
José Samsó nació en Castelvisval Cataluña, provincia de Barcelona. Al morir su padre en 1894 se trasladó al pueblo de Rubí, donde empezó a estudiar en el colegio de los hermanos maristas.
Siendo monaguillo descubrió su vocación al sacerdocio. Estudió en el seminario de Barcelona y luego el obispo lo mandó a la Pontificia universidad de Tarragona para graduarse Teología. Por ello es conocido como el doctor Samsó. “Ahí es cuando comienza a despuntar en algo que será la tarea importante de su vida: la catequesis”, dijo, el postulador para su causa de beatificación el padre Ramón Julià, en diálogo con ZENIT.
El 12 de marzo de 1910 fue ordenado sacerdote. El mismo año fue nombrado vicario de la parroquia de San Julián de Argentona, a 4 kilómetros de la localidad de Mataró. Allí permaneció por siete años.
La actividad pastoral que desarrolló fue grande. Trabajó con grupos de maestros, padres, jóvenes y niños. Hacía un gran énfasis en la dirección espiritual. Varios jóvenes descubrieron su vocación a la vida consagrada gracias a los consejos del padre Samsó. También aconsejaba a las jóvenes parejas que querían contraer matrimonio.
“Como sacerdote se distingue trabajando para formar catequistas, enseñando que la doctrina y la pedagogía hacia los niños tiene tener el mismo amor de los padres hacia sus hijos. Decía que el catequista que no supiera amarlos de esta manera, debería retirarse”, testimonia su postulador.
“Su catequesis se parecía a la que el Concilio Vaticano II presentó porque estaba basada en la enseñanza bíblica, litúrgica y popular. Preparó un libro: Guía para catequistas y directores de catequesis y sólo fue publicado en 1940 después de su muerte”, cuenta el padre Julià.
Dos años antes de ser asesinado hay un episodio en el que se vislumbró su futuro martirio: el 6 de octubre de 1934 un grupo de personas armadas entró a la parroquia de Mataró y lo amenazaron a él y a los allí presentes. Les obligaron a amontonar las sillas para incendiar el templo. “A pesar de todo él se niega a hacerlo”, señala su postulador. “Desde este momento él acepta ya el martirio como una de las posibilidades que Dios le ha puesto en su camino”.
En julio de 1936 su hermana le aconseja abandonar la parroquia y marcharse. Él se refugia cerca de la parroquia en casa de unas personas conocidas y antes de marcharse hace un acto eucarístico para salvar al Santísimo. Desde la casa de estos amigos podrá seguir la vida parroquial.
Luego decidió trasladarse a Barcelona para no poner más en riesgo a la familia que lo hospedaba. El 30 de julio del mismo año, mientras esperaba el tren, una mujer le delató. Unos milicianos se le acercaron y él les respondió “ yo soy el que buscáis”, así fue llevado a la cárcel donde permaneció por un mes.
“Allí vive con toda serenidad, a los otros rehenes les confiesa, les anima, incluso reza con ellos, hacen grupos de presos para rezar el rosario”, dice el padre Julia. Así permaneció hasta el primero de septiembre cuando lo llamaron sin antes haberle hecho ningún tipo de juicio.
“Él se despide de la gente, les bendice, se confiesa y puede comulgar porque los amigos han puesto la eucaristía en medio de la ropa. También da la comunión a los que están allí esa mañana”.
Así fue conducido al cementerio. Uno de los testigos de su asesinato fue Josep María Tarragó, quien en ese entonces tenía 17 años y cuyas declaraciones fueron fundamentales para la beatificación de Samsó: “Uno de los milicianos que lo mató dijo que el doctor Samsó subió aquellos escalones – los del cementerio donde lo habían asesinado – con una gran serenidad y eran ellos a quienes les temblaban las piernas”, era el testimonio Josep María en un video sobre los mártires religiosos de la Guerra Civil española.
“Una vez estaba arriba él quería abrazar a los milicianos y no se dejaron abrazar. Entonces dijo que quería dar una última mirada a su querida parroquia y a su querido Mataró. Eso sí le concedieron”, contaba el testigo quien murió recientemente.
Antes de morir el padre Samsó dijo a los milicianos: “cometéis un crimen al matarme, pero a mí me hacéis un favor muy grande, porque me ayudáis a ganar el cielo. Yo estaré con Dios hoy mismo. Os prometo que cuando llegue a su presencia mi primera oración será por vosotros”.
Entre los mismos que fueron a matarle, había un amigo de la parroquia que constantemente iba a pedir comida. Cuando se acercó uno para taparle los ojos, el padre Samsó le dijo: “¿Tu también?”
“Uno de los asesinos dijo ¡matémoslo enseguida porque os va a convertir a todos!”, testimonia el padre Julia.
Sus feligreses al enterarse de su muerte, fueron al cementerio a recoger su cuerpo y enterrarlo allí mismo. En 1944 fue trasladado a la basílica donde será beatificado. Poco a poco fue creciendo la fama de santidad hasta que Juan Pablo II autorizó retomar el estudio de la causa de su canonización.
En diálogo con Zenit, el postulador del doctor Samsó, comentó que sus propios padres le conocían personalmente: “Era un enamorado de Jesucristo y tenía que comunicarlo. La mejor manera era la catequesis de los pequeños los domingos por la tarde. Él les preparaba las lecciones y los murales. Los chicos se entusiasmaban mucho. Él les daba una especie de puntos y al final del año ofrecía premios a los que tuvieran más puntos”.
El testimonio del padre Samsó es así un faro que ilumina este año dedicado a los sacerdotes: “A imagen del cura de Ars tenemos un párroco que viene beatificado este año. Ellos son por tanto dos grandes anunciadores de esta buena noticia, hombres de gran caridad”, concluyó. VN
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