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‘EVANGELIZADORES LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO’

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles

22 de mayo de 2015.- Este domingo, terminamos el tiempo Pascual con la gran fiesta de Pentecostés, que celebra el nacimiento de la Iglesia y el inicio de la misión de la Iglesia en el mundo.

Este año, voy a celebrar, una vez más, la Misa de Pentecostés a las 10 a.m. en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles y también una Misa especial a las 3 p.m., por todos los “movimientos eclesiales” que representan la hermosa diversidad de dones espirituales en la arquidiócesis.

Los invito a que participen en una de estas liturgias; serán una hermosa oportunidad de renovar nuestra devoción al Espíritu Santo y nuestra dedicación a la misión de la Iglesia.

En los Hechos de los Apóstoles leemos que la Iglesia nació “en misión”. Y la misión de la Iglesia continúa, tanto en la vida de ustedes como en la mía.

Cada Bautismo y cada Confirmación es como un “pequeño Pentecostés”. Dios le da a cada cristiano su Espíritu por una razón: para llenarnos de su amor y para enviarnos a proclamar su amor a las naciones.

El Papa Francisco nos ha llamado a todos a ser “evangelizadores llenos del Espíritu… que proclaman la buena nueva no sólo con palabras, sino, sobre todo con una vida transfigurada por la presencia de Dios”.

Pensaba en eso cuando visité la Universidad de San Francisco la semana pasada para dar una conferencia sobre la Sierva de Dios, Dorothy Day.

Mucha gente conoce a grandes rasgos la vida de Dorothy. Su historia de conversión es una de las más notables de los tiempos modernos.

Cuando era joven, se desvió del camino, se desorientó y se confundió. Sufrió un aborto; se convirtió en madre soltera, e invirtió gran parte de sus energías en trabajar por lograr una revolución comunista.

Pero su búsqueda de la verdad la dejó abierta a la gracia de Dios y al don de la fe. Y luego llegó a llevar una vida transfigurada, convirtiéndose en testigo radical del amor de Cristo por los pobres y de su llamado a que seamos instrumentos de su paz y su justicia.

Desde hace mucho tiempo me ha fascinado el movimiento de su alma, las maneras en las que vemos la mano de Dios actuando en su vida.

Y he llegado a ver a Dorothy Day como un modelo de lo que el Papa Francisco quiere decir cuando nos llama a ser “discípulos misioneros” que van a proclamar la misericordia de Dios a las “periferias”.

Dorothy Day usaba un lenguaje diferente. Ella nos llamaba a ser “santos-revolucionarios”, es decir, hombres y mujeres que practiquen lo que ella llamó “la caridad heroica”.

Pero al igual que el Papa Francisco, Dorothy Day dijo que nuestras vidas deben estar arraigadas en una relación profunda e íntima con Jesucristo y en el deseo de llevar a todos nuestros conocidos a este encuentro con el Dios vivo.

Dorothy dijo: “Estamos aquí para dar testimonio de Jesús y para seguir su ejemplo”. Para ella, eso significaba seguir a Jesús hasta las “periferias”, para usar esa expresión favorita del Papa Francisco.

Ella buscó el rostro de Cristo entre los que vivían en los márgenes y en los rincones oscuros de la sociedad: en los pobres y despreciados, en los que están solos y olvidados.

No todos estamos llamados a un testimonio tan radical de vivir, literalmente, entre los pobres, como ella lo hizo.

Pero el Papa y Dorothy Day dirían que sí estamos llamados a asumir una responsabilidad personal en el cuidado de los pobres y vulnerables.

Así como el Papa Francisco, Dorothy Day nos llama a ver que nuestra fe en Jesucristo significa que debemos ver a Cristo y servir a Cristo en los demás. Y también como el Papa, ella nos ayuda a ver que Jesús quería que las obras de misericordia fueran el camino de todo cristiano.

Dorothy Day repetía una y otra vez lo que Jesús dijo: que al final de nuestra vida, nuestro amor a Dios será juzgado por la misericordia que hayamos mostrado a los demás, especialmente a aquellos que son más vulnerables, que no pueden defenderse.

Dorothy creía que el tiempo en que vivimos es un tiempo para los santos. Eso significa que es un tiempo para ustedes y para mí. Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en la misión de la Iglesia, en la redención del mundo.

En una ocasión ella escribió: “Ahora, más que nunca, existe la oportunidad de que haya grandes santos. El mundo nunca ha estado tan organizado – existe la prensa, la radio, la educación, la recreación – como para que alejemos nuestra mente de Cristo. … Todos estamos llamados a ser santos. Dios espera de cada uno de nosotros algo que nadie más puede hacer. Si no lo hacemos nosotros, nadie lo hará”.

Así que esta semana, al celebrar el nacimiento de la misión de la Iglesia en Pentecostés, recemos unos por otros. Recemos para que el Espíritu nos guíe, para que no dejemos de seguir a Jesús y para que caminemos siguiendo las huellas de los santos.

Y pidámosle a nuestra Santísima Madre María que nos ayude a ser discípulos misioneros y santos, atrayendo a los demás a Cristo y llevándoles a Cristo a los que viven en las “periferias”. VN

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El nuevo libro del Arzobispo José H. Gomez, “Inmigración y el futuro de Estados Unidos de América”, está disponible en la tienda de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. (www.olacathedralgifts.com).

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