EL VIAJE DE DIEGO HACIA LA SUPERACIÓN

Contra toda adversidad, el joven latino gana la prestigiosa beca ‘Gates Millennium’ que lo lleva de Watts a la Universidad Brown

“Busqué en nuestro buzón después de llegar a casa de la escuela, y al principio fue algo curioso”, recuerda Diego Morales, sorbiendo una bebida en un Starbucks en Downey. “Y después vi que provenía de (Bill) Gates, y me dije: ‘Oh, yo sé exactamente lo que es esto’. No tenía ni necesidad de abrirlo. Era un paquete grande y era el final de la primavera.

“Recuerdo que me sentía realmente feliz y se lo mostré a mi madre. Y ella no tenía ni idea de lo que era. Pero cuando se lo dije, se volvió loca. Entonces lo abrimos y mi mamá me abrazó. Yo estaba feliz también, porque no es como una beca normal donde ellos te dan cierta cantidad de dinero. Es casi como que perteneces a una comunidad especial. Solamente mil solicitantes lo consiguieron de los 23 mil que se presentaron este año. Así que yo quedé paralizado de la emoción”, comenta el joven de 18 años.

La causa de este júbilo fue que el estudiante recientemente graduado de Loyola High School, quien creció en el corazón de Watts, y fue a la escuela San Lorenzo Brindisi, supo que era uno de los beneficiarios de la beca “2011 Gates Millennium”. Ahora estaba definitivamente encaminado para la Liga Ivy de la Universidad Brown, donde había sido aceptado y también premiado con una generosa beca (las dos combinadas cubrirán la colegiatura, el cuarto y la comida, y otros gastos educativos, incluyendo el costo de los libros y los útiles escolares). Él planea especializarse en Ciencias de la Computación, pero también toma clases de Biología y Química porque, como ama a los animales, también tiene aspiraciones de ser veterinario.

El programa de becas Gates Millennium, fundado primero en 1999 con un fondo de $1 billón proveniente de la Fundación Bill y Mellinda Gates, está considerada la mejor beca para estudiantes minoritarios de Estados Unidos. Este fondo ha apoyado a más de 13 mil afroamericanos, indígenas americanos, nativos de Alaska, asiáticos, americanos de las islas del Pacífico y estudiantes hispanoamericanos de bajos ingresos con altos grados académicos y promesa de liderazgo.

El programa no sólo trabaja con colegios y universidades para cubrir el costo total de la educación superior, sino que también ofrece fondos para escuelas de graduados en Ciencias de Computación, Educación, Ingeniería, Biblioteconomía, Matemáticas, Salud Pública y Ciencia. Además, considera el desarrollo del liderazgo para formar a futuros “líderes para América”. Por eso le ofrece a estudiantes minoritarios un apoyo financiero hasta lograr un doctorado.

En cuanto al logro académico, uno de los tres pilares en los que se basa la beca, Diego obtuvo un 4.7 GPA (cerca de A plus) por cuatro años en Loyola. “Yo estudio mucho. Cuando era junior estudiaba fácilmente cinco o seis horas por noche. Y no llegaba a casa hasta las cinco porque tenía que tomar dos autobuses que me tomaban una hora y media”.

En relación a servicio comunitario, él trabajaba voluntariamente dos tardes a la semana ayudando a estudiantes en San Lorenzo, después del programa de alfabetización. También realizó muchas actividades para una parroquia de la ciudad y una escuela, tales como hacer cálculos electrónicos EXCEL, escribir artículos y dirigir el tráfico en festivales y otros eventos. Y durante un mes de descanso en enero se dedicó a trabajo voluntario de tiempo completo en Loyola, ayudando en el laboratorio de computadoras de la escuela parroquial, y también fue entrenador de educación física.

ESQUIVANDO A LAS PANDILLAS

Lo verdaderamente sorprendente es que Diego hizo todo esto mientras crecía en medio de una severa problemática social y familiar. Hasta sus años de secundaria, él vivió en las calles 109th., y Wilmington, cerca de la famosa Torre de Watts y el territorio de pandillas de la zona cero. Pero sin realmente pensar en esto, él se las arregló no solamente para sobrevivir, sino para prosperar.

Sus dos hermanos mayores Eduardo y Sergio le dijeron de qué cuidarse en la calle y cómo actuar. Su padre, entonces un mecánico de autos, lo llevaba a la escuela, mientras que él conseguía que alguien lo llevara a casa de su mamá, quien algunas veces trabajaba en varios empleos, o un hermano, o un amigo de sus papás. Y cuando él caminaba a casa, evitaba pasar por Markham Junior High School, un lugar de reclutamiento de jovencitos de muchas pandillas locales.

Diego sintió la presión de tener que unirse a una pandilla, tal como lo hizo uno de sus hermanos.

“Yo no me di cuenta, pero hice muchas cosas que fueron buenas para evitar problemas”, señala. “Como no comprar una bicicleta. Muchos de mis amigos que iban en bicicleta a todas partes, continuamente les robaban sus bicicletas. Y después, obviamente tienes que cuidarte de no llevar nada caro contigo. Y no vestir ciertos colores era muy importante. Yo nunca me vestí todo de rojo, o todo azul o todo verde, o todo púrpura. No tengo dudas de esto, porque yo crecí en eso”.

Y después tuvo que lidiar con su propia familia. “Yo amo a mis dos hermanos, pero especialmente mi hermano Sergio, quien dejó la secundaria, tiene una especie de problema de rabia. Él estalla algunas veces en cólera, y entonces yo realmente no puedo manejar eso, porque no quiero estar levantado hasta las 3 ó 4 a.m. lidiando con él.

“Además, mis padres, que son de Nicaragua, siempre estaban peleando. Yo siempre recuerdo que trataba de amigarlos, y que se juntaran otra vez. Pero nunca tuve éxito. Ellos se aman, sólo que no pueden estar casados”, confiesa.

Durante el otoño de su año de junior en Loyola, Diego se fue a vivir con su hermana mayor, María, y su compañero, a Norwalk. El problema de las pandillas súbitamente se acabó y finalmente encontró un ambiente agradable en su nuevo hogar. Pero María murió de complicaciones de no-Hodgkin linfoma el verano siguiente, y sus padres se divorciaron. Hoy, él vive en una especie de familia combinada con el compañero de su hermana fallecida, su otra hermana Fátima, y su madre.

UNA EDUCACIÓN JESUITA

Diego encontró paz en una escuela católica, por la cual sus padres hicieron muchos sacrificios. Él también recibió apoyo financiero de la Fundación de Educación Católica, Escuela San Lorenzo de Brindisi y Loyola High School.

“Creo que tuve una gran educación en San Lorenzo. Cuando tú creces en algún lugar como Watts, una educación católica, aún si no eres católico, es muy necesaria. Además de tener clases de religión y cosas como esas, esto infunde en ti un tipo de moralidad y consciencia que realmente necesitas, y que no vas a aprender naturalmente”, comenta.

Él proclama que Loyola High School es un lugar fantástico: “No puedo decir suficientemente cuánto amo a Loyola. Yo creo que la educación jesuita que ellos imparten es realmente importante. Se alberga un sentido de fraternidad que no podría experimentar en ningún otro lugar. Cuando vine aquí, sentí como si realmente fuera yo mismo”.

Pero, ¿dónde consiguió la energía y determinación para invertir todas esas horas de estudio solitariamente? Diego responde: “Yo diría que lo que me ha empujado a tratar tan duramente durante toda mi vida, ha sido pensar en mi futuro, imitar buenos ejemplos y una obligación personal de hacer lo correcto en la escuela y en la casa.

“Cuando era mucho más joven, realmente no entendía que mis acciones tenían un gran efecto en mi futuro. Pero encontré mucha motivación en hacer felices a mis padres y hermanos. Yo nunca realmente necesité regalos o dinero. Su aprobación era todo lo que yo quería, y tuve mucha suerte de tener una familia que se sentía orgullosa de mí”. VN

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