EL PADRE ROBERTO SALDÍVAR HABLA DEL MOMENTO EN QUE DIOS LO LLAMÓ A SERVIR

Cuando uno de los hijos de la familia Saldívar quiso ir al Seminario, sus padres se opusieron y la numerosa familia -11 hijos: 4 mujeres y 7 hombres- tuvo que esperar al menor, Roberto, para contar en su seno con un sacerdote, a pesar de que su mamá no quería que “se quedara solo” en el mundo, sin pensar en que con el tiempo tendría miles de hijos y hermanos espirituales.

Roberto Saldívar nació en el seno de una familia católica en Jerez (Zacatecas, México), y su familia se estableció en Oxnard, California, cuando el niño tenía seis años. En esta ciudad hizo la primaria y secundaria y, por las vueltas que da la vida, ejerce su ministerio sacerdotal en la iglesia donde hizo la primera Comunión y a la que acudía con su familia todos los domingos.

FLECHAZO DIVINO

Roberto tenía 18 años cuando se dio cuenta de que quería dedicar su vida a Dios. En ese momento aún estaba indeciso sobre el curso que daría a su vida. De hecho, ya lo tenía planeado todo para ser arquitecto, una de sus pasiones, además de que tenía novia.

“Me gustaba mucho el diseño gráfico, la arquitectura. Ya en la secundaria había iniciado una búsqueda de escuelas que me aceptaran y tenía las recomendaciones de los maestros. Toda mi idea era la arquitectura”, narra a VIDA NUEVA. Pero Dios, dice ahora, se cruzó por su camino y le señaló la ruta que debía seguir.

Sucedió durante una Misa, cuando la gente pasaba a recibir la Comunión: “Me quedé observando a la gente, cómo comulgaban, cómo se acercaban y yo sentí una gran necesidad de dar el cuerpo de Cristo, de compartir, de darles a estas personas la felicidad que estaban buscando. No sé por qué sucedió porque yo no era muy religioso ni estaba muy pegado a la Iglesia, ni me habían dicho mis padres que querían que yo fuera sacerdote. Nada. Simplemente entró en mí un gran deseo mientras me decidía por algo, me dije: ‘¿Por qué el sacerdocio no es una opción?’. Y fue ahí cuando inició todo. No me pude escapar. Fue como un enamoramiento. Por más que intentaba yo entusiasmarme por la arquitectura o por otras cosas, no era igual”.

Cuando le comentó a su novia que quería ser sacerdote ella se sorprendió porque nunca hubiera imaginado que su enamorado iba a salir con algo así. “Incluso me dijo cuando bailábamos: ‘¿Quieres ser padrecito?’, y lo repetía con una cierta ironía: ‘¿Cómo ésos que están en las iglesias?’. A mí sus palabras se me quedaron grabadas y le dije: ‘¿Por qué no dices padre, o sacerdote sino padrecito?’. Me dijo que no me imaginaba como tal”.

UNA GRAN FAMILIA

Sus padres no apoyaron su decisión. “Mi papá no opinaba mucho, pero mi mamá sí se opuso porque tenía una idea de que el sacerdote era una persona que sufría mucho, que tenía que sacrificarse, no casarse, no tener hijos, que nadie viera por él. Ella tenía miedo de que, como yo era el más pequeño, cuando todos murieran iba a estar solo. Ella no quería eso. Y precisamente es todo lo contrario: vivo con una comunidad de religiosos y somos hermanos. Tengo 10 hermanos y todos me invitan y me sacan y me hacen gran fiesta. Viene mi cumpleaños el 19 e insisten en querer hacer una gran fiesta. No me siento solo porque tengo la gran comunidad de parroquianos, donde me siento muy querido y aceptado por ellos.

Si me siento solo sería por mi propia culpa o porque así lo quiero sentir, pero no porque viva en esa soledad”.

“Mi hermano —el segundo de los mayores— también tuvo la vivencia de querer ser sacerdote, pero mis papás no le dejaron. Mi hermano se quedó un poco triste, pero un sacerdote le dijo que no se preocupara, que iban a pedir para que en la familia hubiera un sacerdote”, relata, y agrega que eso sucedió en México antes de su nacimiento y que pasó a la historia al venirse a Estados Unidos. “Mi hermano nunca comentó que mi vocación fue a través de él. Él se casó y cuando yo decidí ser sacerdote él se lo comentó a su esposa y entonces los dos estuvieron pidiendo por mi vocación y cuando me ordené sacerdote, él lo reveló a la familia. Fue un momento muy bonito”, relata. Él y no su hermano iba a ser el sacerdote por el que habían pedido.

MISIONERO DEL ESPÍRITU SANTO

El joven Roberto entró a la congregación de los Misioneros del Espíritu Santo a los 19 años de edad. “Me gustó el carisma [de la congregación], me gustó el hábito, me atrajo, me enamoré del hábito. Es negro con unas letras en el centro: JHS”. Entró con un grupo de diez de los que cinco llegaron a ordenarse. Lo primero fue hacer el noviciado, dos años en los que se conoce a fondo el carisma de la orden, donde se estudia sobre la vida religiosa, la espiritualidad, del que dice extrañarlo a veces porque “es tiempo de intimidad con Dios, muy bonito, pero también es tiempo de una crisis intensa porque de estar en el ruido de repente entras a un espacio de silencio, de oración. El cambio es tan radical que uno puede entrar en crisis por cualquier motivo”.
El padre Saldívar confiesa que tuvo dudas que superó con la confianza y la cercanía de Dios. “Es como un enamoramiento, cuando descubres que la persona a la que amas te está amando más de lo que tú te imaginas, es ahí cuando todo cambia y te llegas a enamorar más y no hay vuelta atrás”.

Al final de los estudios, el joven Roberto se ordenó de sacerdote el 12 de agosto de 2000.

EL PRIMER AMOR

Su primer destino fue de pastor asociado en Santa Martha, en Huntington Park, parroquia que define como “el primer amor, que no se olvida porque en los primeros años todo es nuevo, es una experiencia distinta”.

“Lo que más me motivó en ese entonces era que el movimiento de la renovación carismática era muy fuerte en la parroquia. Yo me metí, me entusiasmé por ello, porque era el sacerdote joven, y a los mayores eso de estar cantando y alabando al Señor no les entusiasmaba mucho, no porque no quisieran sino porque se requiere mucha energía. Mi apostolado era realmente con los jóvenes y con la renovación carismática. Formamos toda una pastoral”.

Tras dos años y medio, la congregación en aquel entonces estaba tratando de hacerse provincia -crear un gobierno propio, independizarse de México- en Estados Unidos, porque ésta surgió en México y era gobernada desde ese país. Al hacerse provincia adquiere una identidad propia, donde tiene superior provincial, todo lo que es el consejo de la provincia. En aquellos años se estaba en este proceso y hubo elecciones y el padre Roberto fue nombrado secretario del consejo.
Tuvo que mudarse a Garden Grove para realizar su trabajo administrativo. “No me gustaba”, confiesa. “Muchas letras y muy poca gente. Yo que me estaba acostumbrando a los grupos pasé a reuniones y reuniones. En esos años vino todo lo que fue la explosión de demandas contra la Iglesia y todo eso llevó a la Iglesia a un periodo muy intenso y tenso a la vez. Fue un proceso totalmente diferente para mí”.

Al cabo de siete años regresó a Santa Martha por casi tres años como párroco. De ahí pasó a Oxnard, donde ahora cumple su segundo periodo.
“Salí y me nombraron párroco de Nuestra Señora de Guadalupe, que, por coincidencia, era mi parroquia. Entonces pasaba ésta por un proceso difícil por estar recaudando fondos para construir una iglesia. Teníamos una, pero necesitábamos una más grande. Yo llegué justamente ya para echar a andar todo el proceso de construcción. Ya voy para cuatro años aquí y ya construimos una iglesia. La Misa de dedicación fue en marzo de este año”.

FINALMENTE, TAMBIÉN ARQUITECTO

En Oxnard se cumplió su primera vocación, la arquitectura. “Lo más bonito es cómo Dios responde a las necesidades, a los gustos de las personas. Por ejemplo, llegué a trabajar directamente con el arquitecto para la construcción de la iglesia y todo el proceso. Muchos sacerdotes no tienen la oportunidad de construir una iglesia en su vida. El que yo haya tenido esa oportunidad es una bendición, el estar al frente de una construcción de una magnitud de siete millones de dólares. Mi relación con el arquitecto ha sido muy interesante porque juntos hemos creado las ideas de lo que queremos”.
Es como una respuesta de Dios, explica: “Mira, te he dado esto y te doy todavía más. Te doy el gusto de poder construir, de poder trabajar directamente como arquitecto. Igual pude disfrutar de lo que fue mi primera vocación, de lo que me llenaba al principio”, dice para concluir enviando un mensaje y un reto a quienes pudieran estar pensando en dedicarse al ministerio sacerdotal.

“Yo creo que toda vocación puede ser aburrida. Veo muchos matrimonios aburridos, personas que en sus trabajos están aburridas, yo creo que es la pasión con la que hacen las cosas. Dios en un día te puede dar tantas experiencias que no te da tiempo para decir: ‘Estoy perdiendo mi tiempo’, como muchas personas están perdiendo su tiempo. Es una gran satisfacción ayudar a las personas, yo creo que es de las mejores satisfacciones que uno puede tener. Tener una casa, tener un carro te pueden dar una satisfacción porque los puedes presumir, pero se acaba la alegría en el momento. Pero la satisfacción de traer a una persona a la paz, a la felicidad, de poder ayudarla, ésta perdura por siempre. Yo recuerdo experiencias de gente a la que a lo largo de todos estos años he podido ayudar y puedo decir hasta el presente que siento una gran alegría y satisfacción de cómo Dios trabajó en ellos, que Dios me utilizó a mí, que puedo ser insignificante, para que esta persona lograra un cambio”.

MENSAJE PARA LAS VOCACIONES

“Atrévete a imaginarte ser sacerdote. Imagínate lo que podría suceder. Si lo haces, yo creo que sería el inicio de un cambio que no solamente te llevará a ti a la felicidad plena, sino también a muchas otras personas”.

Padre Roberto Saldívar, M.Sp.S.
Nuestra Señora de Guadalupe
500 North Juanita Ave.
Oxnard, CA 93030
(805) 483 0987

PREGUNTITAS

COMIDA: “Va a sonar chistoso, pero me gusta el arroz con frijoles, lo que se llama en Centroamérica casamiento: arroz blanco que le mezclan los frijoles. Ésa es mi comida favorita”.

COCINA: “Me encanta cocinar comida italiana y también, bueno, la mexicana, tengo unos sobrinos por allá que se andan especializando en ser chefs y tengo también algunos cónyuges de mis sobrinos, entonces seguido nos juntamos en casa para hacer creaciones de comida”.

DEPORTE: “Me gusta la natación. Lástima que no la hago seguido, pero me encanta”.

DÍAS LIBRES: “Me fascina ir a Disneylandia. De hecho, tengo mi pase anual y si alguien le saca provecho a eso soy yo. Mis personajes favoritos son Mickey Mouse y Tigger. Mis días libres, que son los miércoles, muchas veces me voy a Disneylandia con otros amigos sacerdotes que también lo tienen, así que somos niños por un día. Nos subimos a los paseos. Mi mamá y mis hermanos me dicen que estoy un poquito loco por ir tantas veces a Disneylandia, que si no me aburre o cansa. Yo creo en las palabras del Evangelio de que el que no sea como niño no puede entrar en el Reino de los Cielos, así se cumple”.VN

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