El padre Luis Valbuena, Oblato de María Inmaculada, se aferra constantemente al pasaje evangélico que guía su vida, y no es otro que el desafío que Jesús lanzó a quien quisiera seguirlo hasta las últimas consecuencias: “De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del Evangelio que no reciba cien veces más ahora en este tiempo…y en el siglo venidero la vida eterna” (Marcos, 20,29-30). Ése es el pasaje, cuenta a Vida Nueva, que lo inspiró a formar parte de una congregación religiosa de misioneros especialistas en misiones difíciles, dejando atrás a su familia, su país y sus costumbres.
VOCACIÓN EN FAMILIA
Luis Valbuena nació en León, en el noroeste de España y fue el más joven de una familia de 12 miembros. “Yo siempre vi a mi familia como 10, más mi padre y mi madre. El más pequeño fui yo”, narra el padre.
El padre Valbuena dice que su familia era católica al cien por ciento, “de las tradicionales, de ésas que no piensan, que se desmayarían si pensaran en fallar a la misa los domingos”, dice de la familia en la que creció en su tierra natal, hasta que decidió explorar el camino trazado por unos familiares que ya estaban en el seminario. “En el caso mío tenía en el seminario a un hermano, a un tío -primo carnal de mi madre- y a un primo carnal. En un momento fuimos cuatro oblatos, mi hermano y dos primos, todos mayores que yo, entonces hasta cierto punto eso influyó mucho en mí para entrar”.
Pero, una vez adentro, el joven Luis no lo vio ni lo tuvo todo tan seguro. Puede ser que algunos digan o crean que de buenas a primeras viene el Espíritu Santo, les toca y les dice: “Vete al seminario”, pero ordinariamente no es ésa la manera como Dios llama, sino que lo hace a través de la familia, muchas veces a través del ambiente, a través de la geografía.
“No envidio -creo que son maneras distintas- a esas personas que dicen: ‘Yo fui al seminario y lo tuve muy claro’. Yo entré al seminario y no lo tuve ni claro ni mucho menos. Tuve que esperar, que discernir. Incluso cuando haces los votos perpetuos, todavía estás inseguro por el hecho de que eres humano y eres limitado”, dice de su experiencia vital y compara los votos con el matrimonio, con cualquier compromiso fuerte que se hace en la vida, donde se tiene que recorrer un camino que muchas veces no es un lecho de rosas ni mucho menos.
NO HAY CAMINO DE ROSAS
“Sí tienes que tener mucha fe y mucha sinceridad para decir a Dios qué es lo que pide de ti. En otras palabras, después, ya cuando creen que estás bastante maduro, haces los votos perpetuos y de ahí en adelante, si crees que todo va por un camino decorado por los ángeles del cielo, si así andas por la vocación sacerdotal, te diré que eso no existe. Tienes que andar pendiente de tu fe y al mismo tiempo de tus fracasos y de que también alguna vez puede ser que te venga la duda. A mí… ¡muchas veces! Cuando te lanzas a esto sabiendo que te comprometes a la obediencia universal, a la pobreza y a la castidad, lo tienes que pensar varias veces, y después, una vez que los has hecho, igual que en el matrimonio, pues te van a venir dudas y te van a venir problemas y tormentas y eso lo pasaron todos los santos. Por ejemplo San Francisco de Asís, ya en su tiempo había miles de franciscanos y no podía entrar en los pueblos de día porque la gente se echaba a sus pies y hasta le estropeaba el hábito para tener recuerdos suyos como santo que había hecho milagros y le dijo a Santa Clara: ‘Yo creo, hermana Clara, que yo me equivoqué. Y Santa Teresa, que tuvo todos esos éxtasis con el Señor y había hecho aquella reforma famosa de los carmelitas y en una ocasión va con su hermana María y le dice: ‘María, yo creo que tenía que haberme casado como tú’, y lo decían en serio. La persona que crea que lanzarse a la vida religiosa o al sacerdocio o al matrimonio es un baño de rosas, sepa que no es así”, aconseja.
El joven Luis ingresó al seminario mayor de los oblatos a los 21 años, pero sin compromiso, a ver si realmente su llamamiento era ése. Después de hacer los votos temporales, empezó lo que él llama su “prueba”, mientras algunos de sus amigos que entraron con él se salieron. Él siguió y a los 27 años hizo los votos perpetuos, empezando su compromiso con la misión de los oblatos e ingresando al seminario mayor, donde pasó seis años estudiando filosofía, teología y las materias que se ofrecían en ese lugar.
MISIONERO EN CALIFORNIA
Cuando llegó el momento de empezar su labor de misionero, el padre Luis no sabía con certeza dónde desempeñaría su labor de difusión del amor de Dios a través de la vida de comunidad y en el servicio de los pobres. Los religiosos, explica, tienen una casa general que está en Roma y ahí distribuyen al personal de acuerdo con las necesidades.
“Uno no sabía dónde iba a ir, era como una lotería. ¡Hombre! se rumorea antes, por ejemplo, a un compañero mío lo mandaron a Alaska, a otro a la India y hablaban también que a otros dos los dejaban a España, a otro a Hispanoamérica y se decía también de que los oblatos del Oeste de Estados Unidos habían pedido refuerzo. Un sobre venía para cada uno, el mío decía: ‘Luis Valbuena, a California’”.
El primer año estuvo en Wilmington, y después pasó a trabajar con los braceros. Ahí se encontró con César Chávez, con quien entabló una gran amistad tiempo después.
“El trabajo con los braceros era cuidar por ellos, darles los servicios religiosos y también cuidarlos de la explotación en que estaban. Ahí fue donde César Chávez y yo trabajamos juntos, porque los tenían en muy malas condiciones e incluso llegaron momentos en que fuimos a Sacramento y no les hicieron caso en uno de los campos, se llamaba Campo Verde, y lo tuvieron que cerrar hasta que lo pusieran en buenas condiciones y a los braceros los pusieron en unas barracas provisionales. La misión consistía en cuidar de ellos”.
El padre Luis vivía en la iglesia Santa Margarita María, y allí junto con otro oblato trabajaba con los que pasaban diferentes tipos de necesidades, no sólo en el sentido de la pobreza física, sino también en el desamparo en muchos aspectos.
“Por ejemplo, el hecho de mandar los cheques a México, a mí me dio lástima cuando vi que había con 200, 300 esperando delante del banco con aquel calor para mandar un cheque. Fui al banco y dije: ‘Yo podría hacer esto en el campo de ellos con algunos muchachos jóvenes de la parroquia, yo les traigo toda la información, ustedes me dan una hojita de información, yo se las lleno para que no estén estos hombres aquí. Están toda la semana trabajando y en lugar de descansar están al sol’. Igualmente, a muchos que no sabían ni leer ni escribir les escribíamos cartas. Me acuerdo que era curioso porque la esposa, novia o madre decía: ‘Tú no sabes escribir y esa carta ¿quién te la escribió? Está muy bien escrita y dice cosas muy bonitas… Pues dile que nos siga escribiendo’. Nosotros les poníamos lo que ellos querían. Hacíamos todo, era un trabajo íntegro, no sólo celebrar misa y atenderlos espiritualmente, era todo”.
PRECIADO TESORO
A cambio recibió un tesoro grande: el respeto y cariño de aquéllos a los que ayudaba en una labor que el religioso considera muy positiva, siguiendo el lema de la orden fundada por San Eugenio de Mazenod: “Dios me mandó a evangelizar a los pobres”.
Siete años después volvió a Wilmington y estuvo tres años en la Sagrada Familia cumpliendo misiones populares, ejercicios, retiros, etc., en una población casi hispana en su totalidad.
Ya en la década de 1960 fue a San Fernando, a Santa Rosa de Lima, la única iglesia en aquel tiempo que servía a los hispanos del Valle. Ahí estuvo seis años con una actividad extraordinaria, una parroquia fabulosa, con nueve misas.
“De ahí me eligieron en los oblatos de Estados Unidos para ir a Roma y en Roma me pidieron que me quedara como parte de la mesa directiva por seis años. Mi trabajo era visitar nuestras misiones, especialmente en Hispanoamérica”, relata.
Anduvo por casi todo el mundo visitando las misiones de los oblatos, teniendo contacto con los misioneros, etc. Cuando lo pidieron que se quedara seis años más, el padre Luis consideró que era mucho. “Es un trabajo bonito, pero muy exigente y al mismo tiempo muy impersonal porque es ir tomar el avión para aquí y para allá y no es el ambiente familiar de las parroquias, con la gente”, y él quería volver a eso.
“Volví y fue cuando me fui a la iglesia María Inmaculada en Pacoima, que en aquel tiempo sólo tenía una misa en español. Me di cuenta de que aquello no podía ser y de una misa pusimos ocho y dos en inglés. Ahora será una de las parroquias mayores de la Arquidiócesis, porque son como 12 mil o 13 mil las personas que van todos los domingos”. En ella permaneció seis años.
Siguiendo su misión, fue a Wilmington, a la Sagrada Familia, de párroco durante nueve meses. En esa ciudad fundó una unión de crédito. “Había comenzado otra en Santa Rosa antes porque me di cuenta que era muy difícil para la gente sacar créditos en bancos públicos entonces… comenzamos lo que son las uniones y ahora están muy fuertes”. Luego pasó al Valle Imperial y comenzó el trabajo en los medios de comunicación, que es la labor que desempeña en la actualidad.
“De Wilmington vine a la parroquia de María Inmaculada por cuatro años a ayudar y después de allí ya tenía actividad en radio y TV de tiempo completo. En este momento es lo que hago, tengo tres programas de radio a la semana y uno que sale todos los días en K-LOVE (una emisora hispana local en español) a las 5:30 de la mañana, un minuto de reflexión para el día, después otro ‘Tu compañero católico’, que sale por 70 emisoras aquí en Estados Unidos y también por radio satélite. Y después todos los domingos de 11 a 1 p.m. la Misa del Pueblo y Religión y Vida. La segunda en la KTNQ 1020 AM en Univisión, y después estoy también con El Sembrador, tengo programas de diferentes clases”.
A estas actividades radiales, el padre Valbuena suma su labor los fines de semana en la parroquia de San Marcelino, en City of Commerce, donde colabora con las cosas de sacramentalización, misas y más. También ayuda en la misión de San Fernando y comparte una residencia con sus hermanos oblatos en el Sur de California.
OTRO CRISTO EN EL MUNDO
Todo cristiano debe ser otro Cristo en el mundo, pero ningún cristiano está aquí para representar a Cristo él solo. Todos los bautizados estamos aquí para participar, por medio del bautismo, en el sacerdocio, el profetismo y el reinado de Cristo. Esa labor no debe recaer sólo en el sacerdote. Los matrimonios, las familias, representamos a Jesucristo en este mundo y puede ser que Dios nos llame.
“La mies es mucha, los operarios son pocos, debemos rezar para que Dios mande operarios a su mies, eso es algo que se lo decía a todos, no sólo a los sacerdotes para que subamos al púlpito a hablar de eso. Recen: ‘Si es tu voluntad Señor que mi hijo o mi hija sigan esta vida, inspíraselo y después -sin machacar otra vez- expón lo que es la vocación y sin oponerse tampoco’”, aconseja el padre Luis.
“A nuestro fundador, San Eugenio de Mazenod, su madre le decía: ‘Pero hijo, si eres el único hombre de la casa, se va a perder nuestro apellido’. Y fíjate si se perdió que ahora el apellido Mazenod lo conoce todo el mundo. Si se hubiera casado lo hubiera perdido entonces”.
En el planeamiento familiar de un matrimonio que tiene hijos e hijas debe entrar el futuro económico, intelectual y religioso de la persona. Dentro de ese futuro religioso naturalmente debe entrar el posible llamamiento de Dios a que se dé un poquito más que los demás. VN
¿QUÉ LE GUSTA COMER?
“La comida en general me gusta toda. Me gusta el pescado y, como soy español, me gusta el cordero. La paella, no la sé hacer pero me gusta. A los españoles el arroz nos gusta con todo. Para ser misionero tienes que tener buena boca. Muchas veces cuando viajas por ahí te ponen de todo. En esos viajes he comido internacionalmente”.
¿SABE COCINAR?
“Nada, un par de huevos nada más”.
¿LE GUSTA EL DEPORTE?
“Me gusta mucho. Ahora practico sobre todo el golf. Cuando ya eres senior puedes jugar al golf porque te dan descuento, en estos campos de la ciudad puedes jugar por 12 dólares. Me ha gustado siempre el fútbol (soccer), el deporte en general. Todos los días veo algo de deporte si puedo, si tengo tiempo. El fútbol nuestro lo jugué toda mi vida, y después el frontón, pero me gusta todo, me gusta mirar el tenis”.
¿QUÉ PAÍSES CONOCE?
“Conozco muchos en el sentido de haber estado en ellos donde están los oblatos. Sudamérica la conozco toda porque estamos en todas partes. Conozco Oriente también, no llegué a África, el año que yo me retiré el que me sustituyó tenía que ir a África”.
MENSAJE: CRISIS EN LA IGLESIA
“En este tiempo en que hay crisis dentro y fuera de la Iglesia tenemos que ser optimistas, tenemos que darnos cuenta lo que decía Juan Pablo II: ‘No tengan miedo’. Eso lo dijo Jesucristo cuando estaban en un naufragio y ya parecía que se iban a hundir: ‘No tengan miedo’… Creo que el libro que más describe la actitud del cristiano debe ser el Apocalipsis, en que las fuerzas del mal golpean y hasta parecen en algunas ocasiones que van a vencer, pero después al final vence el Cordero y vence el bien y vence Dios. En este momento pasamos por muchos pecados internos de la Iglesia, pero la Iglesia ha estado en muchas épocas peor, mucho peor que ahora… y siempre la Iglesia, después de 21 siglos, es la única institución que queda. Así que tiene que ser uno optimista… Jesús dijo a los apóstoles, que es como si lo dijera a todos: ‘El demonio os va a zarandear, pero no tengáis miedo. Ése es el mensaje: Hay que ser optimistas, pero realistas al mismo tiempo sabiendo que con Dios el mal no puede… No podemos decir: ‘No está pasando’, sí está pasando, pero Dios está con nosotros y, como decía a aquellos discípulos: ‘No tengan miedo, yo estoy con ustedes’”.
MENSAJE ACERCA DE LAS VOCACIONES
“En primer lugar si creen que celebrar misa y administrar los sacramentos es aburrido, no saben lo que son los sacramentos y no saben qué es la misa. (Los sacerdotes) No estamos solamente para eso, a través de la misa hacemos a Cristo presente entre nosotros, si creen que eso es aburrido pues no tienen fe. Administrar los sacramentos para que la gente pertenezca a la Iglesia de Dios, al cuerpo místico, para que fomenten la vida espiritual de unión con Dios, si eso es aburrido, no saben lo que es Dios ni qué es la fe ni lo que es nada, no, no saben lo que es el mundo que trajo Jesucristo…Si el sacerdocio fuera, como decía antiguamente un dicho: Ser cura de misa y olla, entonces, la verdad que no vale la pena. Pero no es así, es tratar de seguir adelante con la misión de Jesucristo”.