vida nueva

DE LA ‘A’… A LA ‘F’

Por décadas los Distritos Escolares de California han solventado numerosos problemas para mantener un nivel que permita a sus estudiantes acceso a una educación superior y por ende a mejores oportunidades, pero conseguir mejores calificaciones se ha convertido en un gran reto para estudiantes, maestros y jefes de familia.

Irremediablemente afectados por una crisis económica que no causaron -pero que de igual modo son víctimas-, los estudiantes de Primaria y Secundaria de California y el resto del país resienten las presiones que experimentan sus hogares. Muchos de ellos viven con padres y/o madres sin empleo, alucinando el momento de un posible desalojo por no tener para pagar la renta o la hipoteca; conviviendo hacinados con familiares que han buscado refugio en sus hogares por razones similares; o simplemente sobreviviendo en un hogar donde alguno de los cabezas de familia está ausente.

Los maestros, igualmente afectados por la crisis del país, trabajan bajo la amenaza del “pink slept”, que no les garantiza empleo en el futuro; con más estudiantes de los que pueden atender; con menos apoyos logísticos o administrativos; con planes de enseñanza rasurados que los obliga de plano a ignorar temas completos; con instalaciones que por falta de mantenimiento se vuelven inoperantes. Con presiones políticas sindicales, gubernamentales y de Asociaciones de Padres.

Los padres y madres, muchos de ellos con la incapacidad no solamente intelectual de entender lo que se les está enseñando a sus hijos, sino también con severos problemas de lenguaje, e igual con el temor del desempleo, si es que aún no les ha llegado, o de horarios que difícilmente les permite sentarse con sus hijos a trabajar tareas, mucho menos atender sesiones o juntas escolares donde se decide el futuro educativo de sus críos.

“Yo quisiera tener el tiempo para sentarme con mis hijos y ayudarles en sus tareas, pero cuando salgo de trabajar ya es demasiado tarde. No nada más estoy cansada y ellos también ya están cansados, pero muchas de las cosas que a ellos les enseñan yo no las entiendo”, comenta Clara Martínez, madre de dos menores que cursan segundo y cuarto año en una escuela en la zona de Pico Union, que acepta hablar de su experiencia pero “siente pena” de su situación y pide que no se le pregunten detalles que pudieran identificarlos.

“Mire, yo soy luchona y no me doy por vencida. Yo sé que mis hijos necesitan una buena educación para salir adelante, pero yo casi no hablo inglés. Tampoco puedo dejar de trabajar para ir a las juntas de la escuela, luego… ¿cómo les doy de comer?’’, pregunta la mujer, más a sí misma que al entrevistador.

ROMPECABEZAS

La situación de la educación en la mayoría de los estados del país es complicada. En California, los recursos que los gobiernos federal y del estado destinan se han reducido en los últimos cuatro años en casi un 11%. Para simplificarlo, cada escuela ha experimentado recortes de ingresos por estudiante de aproximadamente 530 dólares -o unos 16 mil dólares por periodo escolar al año-. Coincidentalmente, el número de estudiantes que requieren financiamiento para su alimentación durante su estancia en la escuela ha aumentado un 6%; el porcentaje promedio de menores viviendo en la pobreza también se incrementó en un 5%; los programas de reducción de estudiantes por clase decayó significativamente -fórmula que supuestamente mejoraría el rendimiento académico- y en términos generales lo que fue bueno se hizo malo y lo que era malo se hizo peor. Estamos un poco más allá de donde nos gustaría estar.

“En las más de dos décadas que llevo involucrado, e investigando el sistema educativo de California, nunca lo había visto tan mal”, declara en una entrevista Louis Freedberg, Director Ejecutivo del Centro de Análisis EdSource, dedicado exclusivamente a examinar la situación del sistema educativo de California.

De acuerdo a un estudio dado a conocer esta semana en Los Ángeles por esta organización, el sistema educativo de California se encuentra presionado por situaciones derivadas de los déficits económicos del país y que como golpe y contragolpe han reducido las opciones de respuesta.

“¿Cómo podemos esperar que los estudiantes tengan la concentración necesaria para poner atención a sus clases, cuando muchos de ellos llegan a la escuela sin haber desayunado, o preocupados porque sus padres están desempleados o a punto de perder su casa o vivienda?”, pregunta Freedberg durante la presentación de su reporte “Schools Under Stress” (Escuelas bajo Presión). “Cómo podemos esperar que un maestro imparta su clase con eficiencia, cuando está temeroso de ser el próximo en recibir la notificación de que podría ser despedido? ”, cierra Freedberg la otra parte del rompecabezas.

LA CLAVE

Como en la mayoría de las soluciones que enfrenta el país, la respuesta inmediata sería más recursos económicos. ¿Pero cómo obtener recursos de donde no hay?

“La única solución inmediata está en el voto. Lo ideal sería que las dos iniciativas para incrementar los fondos en la educación fuesen aprobadas por los electores, pero desafortunadamente muchos de los que deberían votar por ellas, porque el futuro de la educación de sus hijos está en juego, no votan. La mayoría de los que votan no quieren más impuestos porque no tienen necesidad de una educación pública de calidad. Tienen el dinero para pagar una buena educación para sus hijos, si es que acaso tienen”, explica Freedberg.

Nadie discute que una buena educación es la clave para el desarrollo de cualquier sociedad y prácticamente todos están consientes de que se tienen que destinar más recursos para mejorarla y hay dos proyectos de ley, o iniciativas que aparecerán en la boleta electoral del próximo noviembre; una propuesta por el gobernador Gerry Brown, que aumentaría impuestos entre un 1 y 3% a los residentes de California con ingresos de más de 250 mil dólares anuales; y otra que aumentaría los impuestos de compra y venta de 7.25% a 7.50%, en todo el estado.

Lo ideal sería que las dos se aprobaran, pero dado el hecho de la baja participación de las minorías registradas para votar, la mejor esperanza es que al menos una se logre.

“Con una podríamos al menos detener la caída que estamos experimentando en la calidad de la educación. Ojalá y fuesen las dos”, declara Freedberg, con la esperanza de que la F de su apellido llegue a convertirse en la F de Futuro y no la F de Fracaso. VN

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