YA NO ESTÁN SOLOS

YA NO ESTÁN SOLOS

(fOTO:  ‘Es muy raro que tengamos un caso relacionado con el clero actual, lo cual es un testimonio de toda la educación y prevención que ha habido…’- Doctora Heather Banis, psicóloga clínica. / VICTOR ALEMÁN).

Para Los Ángeles, la renovada crisis de abusos es un recordatorio de los drásticos cambios que ha habido desde aquellas difíciles lecciones del año 2002

Por PABLO KAY

“Ustedes ya no están solos”.

Esa frase fue escrita el 27 de agosto por el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB), el Cardenal Daniel DiNardo, en una disculpa dirigida a los “sobrevivientes del abuso y a las familias que han perdido a un ser querido a causa de este abuso”, en una de sus varias declaraciones sobre el renovado escándalo del abuso sexual clerical.

Hizo también referencia a los “cientos de personas profesionalmente capacitadas” que han estado “trabajando con la Iglesia para apoyar a los sobrevivientes y evitar futuros abusos”, y elogió la política de “tolerancia cero” de la Iglesia de Estados Unidos, sus procedimientos de selección y capacitación, felicitó a los coordinadores de asistencia a las víctimas, y alabó también la pronta información a las autoridades civiles y a los consejos supervisores de laicos.

Actualmente, esa larga lista de mejoras de políticas forma parte de un patrón extendido por las diócesis de todo el país. Ése no era el caso antes del año 2002, cuando la USCCB aprobó el Estatuto para la Protección de Niños y Jóvenes, que implementó una serie de normas en respuesta a la crisis clerical de abuso que empezó en Boston y se extendió a otras diócesis de Estados Unidos.

Pero en una arquidiócesis como la de Los Ángeles, que se enfrentó a su propio ajuste de cuentas durante la crisis de abusos de 2002, ¿cuáles han sido los resultados?

Responsabilidad en acción

 Una de las normas del “Estatuto de Dallas” de 2002 fue que cada diócesis tuviera un consejo supervisor, integrado por varios laicos para que ayudaran a un obispo a evaluar las acusaciones de abuso sexual de los clérigos.

En Los Ángeles, ya existía una figura precursora de dicho consejo: en 1994, el entonces Arzobispo Cardenal Roger Mahony había creado el Consejo Asesor sobre el Abuso Sexual (SAAB), compuesto por cuatro laicos y cuatro sacerdotes.

El juez retirado de la Corte Superior de Los Ángeles, Richard “Skip” Byrne, católico, fue uno de sus miembros iniciales. Él lo recuerda como un consejo relativamente informal que no hizo recomendaciones ni llegó a ningún consenso formal sobre los casos, pero que tomó en serio la confidencialidad de las víctimas supervivientes y de los sacerdotes acusados.

SAAB se convirtió finalmente en el Consejo Supervisor de Conductas Indebidas del Clero (CMOB) en 2002. En cumplimiento con las normas del Estatuto de Dallas, agregó varios miembros, inclinó la balanza a favor de los laicos e hizo recomendaciones sobre cada caso denunciado de conducta sexual inapropiada por parte del clero.

Después de que el Cardenal Mahony hiciera los nombramientos originales del consejo, los miembros de éste se hicieron cargo de nombrar nuevos miembros.

“Intentamos obtener una muestra representativa, en cuanto a involucrar a mujeres y a personas de diferentes disciplinas y comunidades dentro de la Iglesia”, dijo Byrne. “Queríamos ser tan representativos de la población general de la arquidiócesis como fuera posible”.

Desde su inicio, el alcance de CMOB ha incluido la mala conducta del clero hacia los adultos, una característica no incluida en el Estatuto y las Normas de Dallas.

“Los Ángeles merece mucho crédito”, dijo el ex presidente del Consejo Nacional de Supervisión de la USCCB, Nicholas Cafardi, quien señaló en una entrevista telefónica con Angelus News que SAAB era uno de los únicos consejos en el mundo cuando fue creado.

Cafardi, quien es decano emérito de la Escuela de Leyes Duquesne, en Pittsburgh, y un experto ampliamente nombrado sobre el abuso sexual en la Iglesia, señaló que aún hoy la mayoría de los comités de supervisión de laicos se limitan tan sólo a manejar casos de abuso contra menores.

“Es importante que tengamos en cuenta el abuso contra adultos, porque ahora estamos empezando a escuchar más y más sobre el abuso que ocurre en los seminarios”, dijo Cafardi, que añadió que ese abuso puede también ocurrir en un entorno parroquial entre un sacerdote y un feligrés.

En 2004, el Cardenal Mahony publicó el “Informe para el Pueblo de Dios”, un documento de 25 páginas que ofrecía una visión general del manejo de cada acusación de abuso creíble contra el clero y rastreaba la evolución de las políticas de la arquidiócesis con respecto al abuso sexual clerical.

Los detalles no fueron fáciles de digerir, pero en un esfuerzo por la transparencia, el informe puso de relieve la inclusión de compendios de casos de abusos reales por parte del clero, identificando los crímenes de abusadores infames como los Padres Michael Baker y George Miller. El informe incluyó también una disculpa personal del Cardenal Mahony, quien reconoció sus propios “errores” en el manejo que hizo de casos pasados.

‘Una constante evolución’

Parte del cambio institucional nacido de la crisis de abuso sexual clerical de principios de la década de 2000 fue la manera en la que las acusaciones de abuso podían ser recibidas, procesadas y reportadas por parte de la Iglesia.

Al igual que el CMOB, el Ministerio de Asistencia a las Víctimas (VAM) de Los Ángeles fue presentado en 2002 como una respuesta directa al Estatuto y a las Normas de Dallas.

Bajo esas normas, la arquidiócesis le informa anualmente a la USCCB sobre cualquier denuncia recibida durante ese año respecto a alguna posible mala conducta actual o pasada por parte de sacerdotes y diáconos, independientemente de si se considera creíble o no, y que involucre a menores.

Los informes son evaluados por una empresa externa contratada por la USCCB para asegurar una verificación independiente y justa de la lucha contra el abuso sexual en cada diócesis. Se ha corroborado que la Arquidiócesis de Los Ángeles se ha encontrado en “total cumplimiento” cada año que ha tenido lugar la evaluación.

Cuando alguien tiene una denuncia de abuso sexual qué reportarle a la arquidiócesis, esa persona llegará finalmente a estar en contacto con la doctora Heather Banis, una psicóloga clínica capacitada que trabajó en escuelas del área de Los Ángeles antes de que el Arzobispo José H. Gomez le pidiera que asumiera este ministerio hace dos años.

Las llamadas o correos electrónicos que ella recibe no siempre provienen de las propias víctimas. Con frecuencia, explica ella, es un amigo o un hermano el que quiere saber cuál es el proceso antes de afrontar el riesgo de hacer una denuncia.

“Representa un gran esfuerzo el llamar a la Iglesia -que fue donde recibió uno el daño -para solicitar ayuda”, admitió la doctora Banis. “La gente tantea mucho el terreno para asegurarse de que puede hablar conmigo o con alguien de la Iglesia”.

Banis ha visto este verano un aumento en las llamadas de las víctimas que se han disgustado o que han experimentado como una provocación las denuncias en contra del ex Cardenal Theodore McCarrick y las detalladas acusaciones que aparecen en el informe del gran jurado de Pennsylvania publicado en agosto.

“Siempre estoy consciente de que se podría dar otro caso”, dijo Banis.

Sin embargo, ha habido cambios inconfundibles desde la implementación del Estatuto de Dallas al cual Banis considera como parte de una historia de un éxito abrumador.

Una revisión reciente de los informes anuales presentados a la USCCB indica que durante los últimos 10 años, de los informes que se consideraron creíbles, la arquidiócesis ha recibido un total de seis denuncias de mala conducta actual que involucra a clérigos con menores. Según el informe, todos ellos parecen describir, como la mala conducta, comentarios inapropiados y posibles tocamientos.

“Es muy raro que tengamos un caso relacionado con el clero actual, lo cual es un testimonio de toda la educación y prevención que ha habido. Y un testimonio para nosotros de que ya no permitimos haya personas que ejerzan un ministerio si existe el riesgo de que cometan ofensas de este tipo”, dijo Banis.

De reactivos a proactivos

Al igual que muchos otros católicos, Joan Vienna encontró poco consuelo al ver este verano los inquietantes titulares provenientes de lugares como Washington, DC y Pennsylvania.

Pero por desalentador que fuera el flujo de informes en las noticias, es también un recordatorio alentador de qué tan lejos han llegado las cosas desde 2004, cuando Vienna empezó a trabajar como la encargada del Programa para Protección de los Niños de la arquidiócesis.

Vienna expresa que cuando aceptó el trabajo: “Sentí que Dios estaba llamando a su pueblo a despertar, a hacer algo de una manera significativa y eficaz”.

Desde entonces, dice Vienna, programas tales como el de Protección de los Hijos de Dios -el más conocido de los programas VIRTUS- han provocado un cambio en los esfuerzos por combatir y prevenir el abuso sexual en entornos relacionados con la Iglesia, a la vez que impulsan la rendición de cuentas de quienes ocupan puestos de responsabilidad.

Ese cambio se atribuye en gran medida a la significativa disminución de los casos de abuso infantil que involucren a clérigos, maestros y personal parroquial en Los Ángeles y a lo largo de todo el país.

Una parte importante del cambio, dice Vienna, ha sido inculcar una mentalidad mejor descrita como “proactiva” cuando se trata de detectar señales de advertencia que prevengan el abuso de los niños antes de que éste tenga oportunidad de ocurrir.

“Antes, se trataba de detectar señales de abuso en un niño”, explica Vienna. En otras palabras, “la educación estaba centrada en las señales indicativas, después de haber sucedido los hechos”.

“VIRTUS se enfocó a ser proactivo: a buscar cosas que no se ven correctas, a cuestionar, a no desentenderse de las cosas. Ese fue un gran cambio en la educación”.

Durante los últimos 14 años, el entrenamiento VIRTUS ha sido un requisito para todo el clero y para los demás adultos que trabajan o se ofrecen como voluntarios para laborar en la arquidiócesis, así como también para todos los niños inscritos en las escuelas católicas. Al principio, admitió Vienna, hubo cierta resistencia al programa por parte de los empleados parroquiales.

Parte de la superación de los conceptos erróneos sobre el objetivo del entrenamiento VIRTUS fue enfatizar que “lo que estamos llevando a la práctica no es un programa sino un ambiente seguro, una mentalidad total, un completo cambio de perspectiva”, según Vienna.

Anita Robinson ha sido capacitadora voluntaria de VIRTUS desde 2005 en la Iglesia de San Juan Evangelista, en el Sur de Los Ángeles. Ella imparte hasta ocho capacitaciones en un año, algunas de ellas en otras parroquias que no tienen su propio encargado de la capacitación.

En el transcurso de 13 años, dice que ha visto un “cambio de paradigma que ha ido de la obligación al compromiso” en las actitudes que las personas tienen hacia la capacitación.

“Al principio, la mayoría se limitaba a informarse sobre el programa, y las capacitaciones se llevaban a cabo a un nivel de información mínimo. La gente estaba allí por obligación, para cumplir con los requisitos [de la USCCB]”.

“Ahora veo voluntarios y personal que buscan y participan mucho más activamente en la capacitación”, añadió.

Robinson ha impartido el curso a estudiantes universitarios locales que se presentaron por interés en lugar de por requerimiento, así como también a otros que transmitieron voluntariamente lo que aprendieron en capacitaciones que ellos impartieron a su vez.

Desde 2004, cerca de 329 mil adultos del área de Los Ángeles han participado en los entrenamientos de VIRTUS. Se requiere que los sacerdotes de L.A., como todos los demás, tomen cada cuatro años el curso Protegiendo a los Hijos de Dios.

¿Un modelo para el futuro?

 Actualmente, los expertos sobre el abuso sexual, como Cafardi ven una historia ampliamente positiva, expresada en un antes y un después del Estatuto de Dallas. “Desde Dallas en adelante, tratamos a las víctimas con mucho más respeto que antes”, dijo Cafardi.

“Antes de Dallas, los sacerdotes eran favorecidos [al ser denunciados] por sobre sus acusadores. Dallas cambió eso”, explicó.

Con décadas de experiencia como juez en Los Ángeles, Byrne piensa que la Iglesia hace un trabajo mucho mejor al disciplinar la mala conducta de sus propios miembros por sobre que el que hacen otras instituciones, como por ejemplo los departamentos locales de policía.

“Pienso que la Arquidiócesis de Los Ángeles es un modelo para el país, e incluso para el mundo”, dijo el feligrés de la Iglesia de Cristo Rey en Hancock Park. “No encuentras este tipo de cosas en Los Ángeles”. VN

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