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VOCES DE VÍCTIMAS DEL SISTEMA MIGRATORIO LLEGAN AL PAPA FRANCISCO

Hijos de inmigrantes detenidos y deportados le escriben al Santo Padre pidiéndole ayuda y oraciones, y dejando al descubierto historias de dolor y esperanzas.

Justo el día de su décimo cumpleaños, y través de una carta que ella misma escribió, Jersey Vargas le hizo un pedido especial al Papa Francisco. “Ya que estás más cerca de Dios, te ruego que ayudes a mi familia. Ha pasado mucho tiempo desde que mi papá no ha estado conmigo, ya en dos cumpleaños… Espero que por favor puedas hacer algo por las familias que están viviendo la misma situación”. Jersey fue una de los tantos hijos de inmigrantes deportados o en proceso de deportación en Estados Unidos, que el pasado enero se presentaron en la Catedral Nuestra Señora de los Ángeles con cartas dirigidas a su Santidad. Una coalición no lucrativa que apoya los derechos de los inmigrantes juntó las cartas de estos menores que le ruegan al Papa Francisco- quien es también hijo de inmigrantes-, que ayude a sus familias separadas, y rece por sus padres y madres arrestados y deportados. El Arzobispo José H. Gomez dijo que enviará estas cartas al Papa.
Según cifras, el gobierno de Estados Unidos ha deportado a alrededor de dos millones de inmigrantes en los últimos cuatro años. Muchos de sus hijos se han convertido en las víctimas más jóvenes de un sistema migratorio que divide a sus familias.

El papá de Jersey, Mario Vargas López, de 43 años, del estado de México, es uno de los que está en proceso de deportación. Él se encuentra en un lejano Centro de Detención de Inmigración en Tennessee desde septiembre del año pasado. Su delito: no tener una licencia de conducir por ser indocumentado.

Él partió a Tennessee hace dos años porque escaseaban las labores de construcción en Los Ángeles. “Iba a las esquinas a buscar trabajo y a veces se pasaba 15 días sin agarrar nada. Muchas veces la patrulla lo corría y me decía ‘qué voy a hacer con cinco bocas que tengo que mantener’. Yo nunca quise que se fuera de California, pero se desesperó y se marchó”, dice su esposa Teodola “Lola” Damián de 36 años, originaria de Pachuca, Hidalgo, en México.

En Tennessee halló de inmediato dos empleos y frecuentemente le mandaba dinero a su familia, hasta que la policía lo detuvo camino al trabajo. Desde entonces apenas han tenido comunicación con él, y ya hace un mes que no saben nada. La última conversación no fue alentadora. En el Centro de Detención le dijeron que su deportación era inminente, sin darle información precisa de su caso, ni la posibilidad de hablar con un juez, según narra Lola.

“Gracias a mi papá tengo vida, gracias a mi papá he tenido comida y un techo donde vivir y una maravillosa familia… Lo que estoy pasando es muy triste. Yo pienso que es injusto que la policía juzgue a mi papá por su color y el lugar de donde viene. La policía lo va a deportar. Me pregunto cómo va a afectar esto a mi familia”, escribió también Jersey en su carta al Papa.

Ella y sus cuatro hermanos, Leydi Abigai de 17 años, Mario de 14, Yancy de 8, y Zeya de 2 años y medio, al igual que su mamá, extrañan a ese padre y esposo responsable y amoroso, único sostén económico del hogar, y quien hace más de 15 años llegó a Los Ángeles con los sueños y la voluntad de brindarle a los suyos una vida mejor.

RUMBO AL NORTE

“Cuando se vino para acá, mi esposo me dijo, ‘me voy al Norte para mejorar la vida de mis hijos y le voy a echar ganas. Quería que viviéramos sin las necesidades que teníamos en México”, recuerda su esposa.

A su llegada a Los Ángeles, Mario trabajó en el área de la construcción los siete días de la semana y en otras labores que a veces le surgían en horas de la noche. “Quería ahorrar y mandarnos traer”, comenta Lola. Finalmente pudo reunir el dinero necesario y los dos hijos que en ese momento tenían, pasaron la frontera con un familiar, en tanto que su esposa y hermano quedaron en manos de un coyote. Sin saberlo, les aguardaba una travesía infernal por el desierto.

“Pasamos por el cerro y tardamos tres días en llegar con un poco de agua y nada de comida. Yo mantenía en la boca un chicle y un pedazo de cáscara de limón. Encontramos solamente una bolsa de papitas dentro de la basura llena de hormigas y como teníamos hambre la limpiamos y la comimos.

En piedras, donde nos quedamos a descansar, había huesos humanos, un brazo, costillas ya peladas. La mera verdad a ese punto yo venía delirando; sentía las manos de mis niños acariciándome pero ya era de hambre; yo sólo quería estar con mis hijos que me esperaban. No recuerdo cómo avanzaba, sólo mi mente pidiéndole a Dios que no me dejara en el desierto. Que me permitiera llegar a ver a mis hijos y a mi esposo. Ése era el único pensamiento que tenía”, rememora Lola.

Y así llegaron a territorio estadounidense, donde los levantó un desconocido exigiéndole a su esposo tres mil dólares por los dos. Pero Mario había sido víctima de una estafa pocos días antes, y no completaba la cantidad que le pedían. Unos individuos le habían llamado diciendo que tenían en su poder a su esposa y hermano, y para entregárselos debía depositarles mil dólares en una cuenta, de lo contrario los abandonarían en el desierto. “Estaba tan nervioso y preocupado y con los niños que ya habían llegado, que les depositó el dinero, y no era cierto; nosotros no estábamos con ellos. Entonces cuando verdaderamente nos entregaron le faltaba dinero y andaba corriendo pidiéndole a amigos que le prestaran, porque si no les daba la cantidad completa, lo amenazaron de que me llevarían a mí o a mi cuñado”.

“Cuando llegué, como a las doce de la noche, mis pies estaban llenos de ampollas de agua y lo único que quería era abrazar a mis niños. Cuando besé al bebé, rápido abrió sus ojos y se vino conmigo. Mi hija tenía como cuatro años y le había ayudado al papá a cambiarle los pañales al hermanito. ‘Para empezar vamos a sufrir, pero más adelante nos vamos a recuperar’, me decía mi marido”.

Según cuenta Lola, tardaron mucho en establecerse. “Estábamos encerrados, teníamos miedo porque nos decían que era peligroso; pensábamos que si salíamos la patrulla nos iba a llevar”. Y en medio de la adaptación a su nueva tierra, nacieron sus tres hijos más pequeños.

CONTRA VIENTO Y MAREA

La educación de sus hijos siempre ha sido prioridad para Lola y su marido. “Cuando llegué fui a buscar escuela para mi hija mayor; yo no sabía nada de cómo se hacía eso; andábamos preguntando, hasta que encontramos un lugar. Con el tiempo empecé a ir a las juntas escolares, igual su papá. Cuando a mis hijos les daban diplomas, allí estábamos nosotros muy orgullosos”.

Todos sus hijos son muy buenos alumnos y se han hecho merecedores de reconocimientos escolares. “Mis hijos le echan ganas a estudiar y a ser buenos niños. Yo siempre estoy atrás de ellos, aconsejándoles que sean muy respetuosos con sus maestros y compañeros. Que nunca responden con violencia, porque eso no conduce a nada”.

A sus cinco hijos les ha afectado profundamente la ausencia de su progenitor, hasta en su desempeño en la escuela, según cuenta Lola. “Les angustia pensar de lo que pueda estar pasando y cómo lo están tratando”. Leydi, la mayor, se siente impotente de no poder hacer algo para ayudar a su papá, en tanto que a Lola a menudo le viene una gran depresión y según dice, si no fuera por sus hijos no hallaría fuerzas para levantarse y seguir adelante.

Leydi cursa el último año de secundaria, y desea seguir estudiando. Durante su trayectoria escolar ha estado siempre en clases de honor. Ella también le envió una carta al Papa. “Quisiera pedirle que por favor nos ayude. Mi familia siempre ha estado unida y la única razón que aceptamos de que él se fuera fue porque necesitábamos el dinero para sobrevivir”, recita uno de los párrafos, y agrega que lo que más le gustaría es que su padre estuviera con ella en su graduación. Mientras, la adolescente se esfuerza en conseguir un empleo para ayudar a mantener a su familia. En tanto que su mamá, cuatro veces al mes limpia el edificio donde viven por un total de 80 dólares, y a veces asea la casa de una señora que le paga 50 dólares por 10 horas de labor. También vende tamales los domingos, pero todo esto no es ni remotamente suficiente para cubrir las necesidades básicas de sus hijos.

Lola manifiesta que desea conseguir un trabajo estable que le permita mantener a sus cinco hijos, una tarea complicada para una madre con un infante de dos años y medio.

Esta familia, feligresa de la Iglesia Santo Rosario, necesita ayuda, tanto sea monetaria, como donaciones de ropa y alimentos. Pero existe también otra necesidad. “Necesito que alguien nos escuche y nos diga qué hacer con el caso de mi esposo. Hace como un mes que no tenemos noticias suyas”, reafirma Lola.

Una Reforma Migratoria es la gran esperanza de esta humilde familia.

“Quiero hacer un pedido de que se apruebe una Reforma Migratoria para que no se separen a los padres y madres de sus niños”. Su pedido es el de millones y se propaga a lo largo y ancho del país mientras que al Papa Francisco le van llegando estas voces. VN

CARTA DE JERSEY VARGAS A SU SANTIDAD, EL PAPA FRANCISCO

Esta carta Jersey la leyó el pasado 9 de enero en la Catedral Nuestra Señora de los Ángeles, coincidiendo con el día de su cumpleaños, y con la noticia de que su abuelo paterno acababa de fallecer en el estado de México.

“Querido Padre Francisco, hola mi nombre es Jersey y hoy es mi cumpleaños y lo que más quisiera es que mi padre estuviera hoy en mi cumpleaños, porque este es un día muy especial para mí, y mi papá es muy importante y ha pasado mucho tiempo desde que él no ha estado conmigo, ya en dos cumpleaños. Gracias a mi papá tengo vida, gracias a mi papá tengo comida y un techo donde vivir y una maravillosa familia. Mi papá trabaja en construcción y nunca para de trabajar porque él nos mantiene. Cada día viene del trabajo cansado. Lo que estoy pasando es muy triste porque él está ahora en la cárcel de inmigración. Yo pienso que es injusto que la policía juzgue a mi papá por su color y por el lugar de donde viene. La policía lo va a deportar. Me pregunto cómo esto va a afectar a mi familia. Como él no está acá, mi mamá y mi hermana están tratando de encontrar un trabajo. Ojala que tú puedas hacer algo por la situación que mi familia y otras familias están pasando. También que hagas una oración por mi abuelito Félix que estaba muy enfermo y hoy ha fallecido, y como mi padre va a ser deportado no va a volver a ver a su padre nunca más. Tú que estás más cerca de Dios te pido que ayudes a mi papá y no lo deporten y que hagas una oración para mi abuelito, por favor”.

SI DESEA AYUDAR A LA FAMILIA VARGAS, puede comunicarse con la señora Teodola Damián al (818) 916-9386.

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