SAN JOSÉ LAS FLORES, UN REMANSO DE PAZ EN EL SALVADOR

Por RÓGER LINDO

SAN SALVADOR.– Recientemente, un grupo de ciudadanos de Cambridge, Massachusetts, visitó San José Las Flores, un pueblo en las estribaciones montañosas de Chalatenango. En estas serranías, igual que en el resto del departamento, se peleó una guerra por más de una década hace casi 30 años. Los cerros La Cruz y La Bola, en las afueras del pueblo, eran escenario constante de combates entre guerrilleros y soldados del Ejército. Frecuentemente, estos se extendían hasta las calles y casas de la población.

Hoy Las Flores es un remanso de paz como ningún otro en El Salvador. Terminado el conflicto en 1992, los pobladores escogieron vivir de una manera que los distingue del resto, optando por una comunidad unida, donde las decisiones se adoptan colectivamente y los violentos no tienen entrada.

Los visitantes estadounidenses acarrean un lote de útiles escolares para la escuela primaria de Las Flores, además de canciones y bailes recolectados y arreglados para los niños chalatecos por estudiantes de Cambridge, Massachusetts. Los acompaña un grupo de jóvenes estudiantes de planteles de esa ciudad norteamericana que vienen a tomar contacto con El Salvador para aprender de la experiencia.

No es la primera vez que llegan visitas de esa ciudad estadounidense. No han parado de venir desde que Cambridge adoptó Las Flores como “ciudad hermana” en 1987. Un año antes, en desafío al Ejército que prácticamente había reducido el pueblo a la condición de pueblo fantasma, sus pobladores regresaron de refugios en San Salvador y Honduras para repoblarlo. Desde entonces, el proyecto  de ciudades hermanas de Cambridge ha acompañado a Las Flores en su ruta hacia una comunidad de paz y desarrollo.

 Otra forma de vivir

La junta directiva, la Alcaldía y las monjas de la Asunción trabajan codo a codo en obras de beneficio popular. Entre estas se cuenta un taller de artesanías, un minisúper, un comedor popular, una sastrería y un proyecto ganadero con 167 cabezas de ganado. Además, operan un turicentro a las orillas del Sumpul, el mismo río donde, hace 34 años, alrededor de 600 civiles perdieron la vida a manos del Ejército.

Estos logros le deben mucho a las gestiones de la hermana española María Teresa, de la Congregación de la Asunción, que han conducido a la obtención de valiosos recursos y ayudas para el municipio. Se radicó aquí al inicio de la repoblación, y ha estado al lado de los floreños en las buenas y en las malas. Juntos resistieron los asedios del Ejército, y han sobrellevado los retos que les lanzaron la paz y la reconstrucción.

El bien más preciado en Las Flores, especialmente en lo que toca al bienestar de los menores, es la seguridad. Al acabar la guerra, mientras el resto del país se rendía al poder de las pandillas, el narcotráfico y el crimen organizado, el municipio ha acertado en blindarse frente a la violencia. “En toda asamblea que hacemos se hace énfasis en que hay que tener cuidado para no venderles solares o algún terrenito, ni alquilar casa a gente desconocida, ya que pueden ser pandilleros”, explicó el alcalde, Felipe Tobar.

“Para que entre alguien aquí tiene que ser aceptado”, añadió.

No se ha registrado un solo homicidio en el municipio en varios años. Por otro lado, sus habitantes rechazaron la minería en una consulta popular por temor a los daños que pudiera ocasionar al medio ambiente y los mantos acuíferos de la zona.

La escuela primaria es uno de los proyectos que más enorgullecen a esta población. Las aulas se miran tan bien equipadas como las de un país mucho más rico. Los estudiantes cultivan un huerto, participan en talleres de danza, radio, jardinería y bisutería. Se ven saludables, bien alimentados, llenos de autoconfianza. “La escuela”, dice Nancy Ryan, una de las fundadoras del proyecto de hermanamiento con la población, “es la cosa más importante para el proyecto de solidaridad de Massachusetts”. Las Flores es además un municipio libre de analfabetismo, resultado de una campaña encaminada a que todos los niños asistan a la escuela. Con ayuda del Gobierno, también se aplicó un plan de educación de adultos.

A lo largo de casi 30 años, el proyecto de ciudades hermanas de Cambridge ha encontrado genuinas razones para retornar una y otra vez a San José Las Flores, por cuyos humildes logros siente una sincera admiración. Las Flores “nos inspira con su visión de una sociedad que vive para la paz y para resolver sus problemas comunes”, escribe Cathy Hoffman, semanas después de su última visita, en un mensaje de correo electrónico. “Cada vez que vamos tenemos la oportunidad de renovar amistades, y constatamos los avances que se hacen en educación, en salud, en reforestación, y tenemos también la oportunidad de admirar esa bella forma colectiva que tienen de gobernarse”. VN

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