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MUÉSTRANOS AL PADRE

Foto: Monseñor José H. Gomez bendice la Puerta Sagrada- ‘el Arco de Misericordia’- ubicada en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles.

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ

Arzobispo de Los Ángeles

Espero que todos hayan pasado una hermosa Navidad en unión con su familia y seres queridos. Les escribo desde la Casa de Oración para Sacerdotes Cardenal Manning, donde estoy de retiro esta semana junto con mis hermanos obispos aquí de Los Ángeles y de las diócesis de Fresno, Monterey, Orange, San Bernardino y San Diego.

En mi oración, y al celebrar las liturgias de Navidad, tuve la fuerte intuición de que en este nuevo año, durante este Jubileo de la Misericordia, tenemos que redescubrir el amor personal de Dios hacia nosotros, el amor que tiene por nosotros como “Padre nuestro” que es.

Cada año, durante esta temporada, escuchamos esas sorprendentes palabras de San Juan: “Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos”.

Dios es nuestro Padre y nosotros somos sus hijos e hijas. Eso es lo que es Dios y lo que somos nosotros. Esta relación es la base de todo lo demás en nuestras vidas.

Jesús vino al mundo para revelarnos esta relación. Es la clave para entender su Evangelio, para entender esa buena noticia de la paternidad de Dios y de nuestra filiación divina.

“Sus enseñanzas, su ministerio, su mismo estilo de vida; todo en Él se refiere al Padre”, dijo una vez San Juan Pablo II. “El Padre es el centro de la vida de Jesús, y Jesús, a su vez, es el único camino que nos da acceso a Él. … Jesús es el punto de encuentro de los seres humanos con el Padre, quien, a su vez, se hace visible en Él”.

En este Año de la Misericordia, tenemos que abrir nuevamente los Evangelios y releerlos bajo esta luz. Hemos de notar cómo todo lo que Jesús dice y hace, lo hace con el fin de revelar el rostro de Dios, que es el Padre de las misericordias.

El saber que Dios es nuestro Padre nos debe llenar de alegría, de confianza y de sentimientos de un profundo amor filial. Debemos amar a Dios con la clase de amor con la que los niños pequeños aman a sus padres, confiando en que nuestro Padre sólo quiere nuestra felicidad y lo que es mejor para nosotros.

Todos necesitamos ser renovados en este sentir que Dios nos ama y vela por nosotros. Podemos presentar nuestros pedidos a Dios, incluso las cosas más pequeñas, los más pequeños favores. Nuestro Padre sabe lo que necesitamos, incluso antes de que se lo pidamos, así que nunca debemos preocuparnos por nuestras vidas, como dijo Jesús. “Pidan y se les dará… Toquen y se les abrirá”.

El saber que Dios es nuestro Padre también nos debe proporcionar un sentido de responsabilidad hacia nuestra familia, la Iglesia. Jesús les dijo a María y San José: Yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre”.

Nosotros hemos de tener este mismo y profundo deseo de agradarle a nuestro Padre y de conocer el corazón de nuestro Padre; de conocer todos sus deseos e intenciones para nuestras vidas y para el mundo.

Como hijos e hijas de Dios, deberíamos estar haciendo la voluntad de nuestro Padre, construyendo su familia, construyendo su reino en la tierra.

Todo está ahí, en la oración que Jesús nos enseñó: “Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo”. Dios está llamando a todos sus hijos a hacer su parte, día a día y poco a poco, para que su Reino se vuelva una realidad. Primero en nuestro corazón y luego en el mundo.

Así es como Jesús vivió y así es como nosotros hemos de vivir. “El que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos es mi hermano, mi hermana, y mi madre”, dijo Él.

Y como bien sabemos, la voluntad de Dios, su corazón, es la misericordia. Jesús nos dijo: “Sean misericordiosos, como su Padre celestial es misericordioso”. Así que en este nuevo año, tratemos de vivir con su misericordia en nuestras vidas. Tratemos de ser misericordiosos y clementes con los demás, a ejemplo de Él, que siempre está dispuesto a perdonar y a ser misericordioso con nosotros.

Tratemos de llevar la luz de nuestro Padre, su compasión y su paz a nuestro mundo, a nuestros hermanos y hermanas, a nuestras familias, a nuestra sociedad.

Tratemos de conocer a Dios como nuestro Padre, de verlo a través de los ojos de su Hijo.

En este Año de la Misericordia, mantengámonos cerca de Jesús, conservemos nuestra mirada puesta en Él. Este año, procuremos ser más diligentes en leer cada día una pequeña parte del Evangelio, tratemos de rezar con mayor intensidad durante la misa, y de pasar más tiempo con Jesús en el Santísimo Sacramento.

Todos estos son medios para irnos acercando más a Jesús y, a través de Él, a Dios.

Al empezar este nuevo año, este Año de la Misericordia, oremos unos por otros. Pidámosle a Jesús, como lo hicieron sus discípulos: “Muéstranos al Padre”.

Y pidámosle a nuestra Santísima Madre María que nos ayude a todos a crecer en nuestro conocimiento del amor de nuestro Padre, y a conocer la ternura de su misericordia en nuestras vidas. VN

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El nuevo libro del Arzobispo José H. Gomez, ‘Inmigración y el futuro de Estados Unidos de América’, está disponible en la tienda de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. (www.olacathedralgifts.com).

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