UN LUGAR PARA HONRAR A SUS ANTEPASADOS

UN LUGAR PARA HONRAR A SUS ANTEPASADOS

(fOTO-. El Obispo Auxiliar Edward Clark de la Región Pastoral de Nuestra Señora de los Ángeles platica con el jefe Anthony Morales, de los Gabrielinos. / VICTOR ALEMÁN).

Las tribus de nativos americanos del condado angelino obtienen tierras en los cementerios católicos para volver a enterrar los restos encontrados durante el desarrollo del área

Por PILAR MARRERO

En una luminosa mañana a fines de noviembre, unos 25 nativo americanos de la tribu Gabrielino/Tongva de la Misión de San Gabriel se reunieron para bendecir un pedazo de tierra donde muchos de sus ancestros obtendrán finalmente un entierro adecuado.

Andy Morales, el hijo del jefe de la tribu Anthony Morales, preparó la tierra con cantos ceremoniales, quemando salvia y esparciendo un poco de tabaco sobre la hierba verde, mientras dos obispos católicos y un capellán observaban respetuosamente y oraban junto a los indígenas.

“Este día simboliza la reunión de las religiones de nativos americanos y católicos”, dijo Andy Morales, mientras comenzaba a dirigir la ceremonia y el canto. “Eso demuestra fuerza y unidad y también es un día de sanación para nuestras familias y nuestros antepasados”.

El terreno que recibieron está ubicado en el Cementerio Católico Queen of Heaven en Rowland Heights, que pasa entonces a ser el sitio permanente para el entierro de los antepasados tribales gracias a un reciente acuerdo entre la tribu y la Arquidiócesis de Los Ángeles.

Una ceremonia similar había ocurrido una semana antes en el Cementerio Good Sheperd en Lancaster para la Tribu Fernandeño-Tataviam de la Misión de San Fernando. En ambas estuvo presente el Obispo Auxiliar Edward Clark de la Región Pastoral de Nuestra Señora de los Ángeles.

Era un asunto de justicia y tardó mucho tiempo en llegar, dijo Clark.

“Ambas tribus apelaron a la Arquidiócesis porque no tenían un lugar para enterrar a sus antepasados cuyos restos aparecieron al hacer construcciones. Ahora también hay una ley federal que exige que museos y centros de investigación entreguen los restos a las tribus”, dijo el obispo.

Fue entonces que ambos grupos nativos pidieron al Arzobispo de Los Ángeles José Gomez que encontrara un lugar para ellos.

Los miembros de ambas tribus eran parte de los pueblos originarios del Sur de California: los Tongvas ocupaban gran parte de la Cuenca de Los Ángeles y las Channel Islands, y los Tataviam vivían en el norte del Condado de Los Ángeles y Santa Clarita. Durante el período español, fueron esclavizados para construir la Misión de San Gabriel en la Ciudad de San Gabriel y la Misión de San Fernando, en la Ciudad de Los Ángeles.

Después de eso, pasaron a ser “invisibles”, dijo Julia Bogany, la oficial de asuntos culturales de los Tongvas.

“Los muertos eran enterrados en sus aldeas, pero cuando la tierra desapareció, a nadie se le ocurrió desenterrarlos. Nosotros jamás haríamos eso”, dijo Bogany. “Siempre digo que, como mujer Tongva, me siento invisible pero en realidad nunca abandoné mi tierra”.

A lo largo de los años, miles de restos pertenecientes a miembros tribales han sido desenterrados durante la construcción y el desarrollo en el área de Los Ángeles.

Los protocolos de Tataviam y Gabrieleño exigen un nuevo entierro lo más cerca posible del lugar original. Eso no siempre se logra ya que muchos constructores no acceden y evaden una solución al problema. Muchos restos de indígenas están enterrados en las misiones, pero el espacio allí era limitado y se llenó hace mucho tiempo.

Rudy Ortega Jr., presidente de la tribu Fernandeño-Tataviam, dice que la nueva tierra otorgada a su tribu en el Cementerio de Good Shepherd en Lancaster brindará cierta “seguridad y ubicación”.

“La tribu no tiene tierras ni propiedades”, dijo Ortega. “No tenemos reconocimiento federal. Ahora tenemos que planear el entierro de aproximadamente 20 restos de los que tenemos conocimiento, que van desde la década de 1880 hasta 1980. Y mientras la gente continúe construyendo y excavando, seguiremos encontrando más”.

El jefe Anthony Morales, de los Gabrielinos (o Gabrieleños), dijo que más de 6 mil de sus ancestros Tongva están enterrados en la Misión de San Gabriel, pero que han pasado 247 años desde la última vez que tuvieron acceso a enterrar a alguien en esa tierra.

“Lo que es tan triste es que mucha de nuestra gente todavía está metida en cajones en museos, almacenes y universidades”, agregó Silvia Mendivi Salazar, coordinadora del Ministerio de Asuntos Nativos Americanos para la Arquidiócesis de Los Ángeles. “No puedo hablar por todos, pero la mayoría de nosotros tenemos un gran respeto por nuestros antepasados, creemos que su espíritu vive y respetamos a los muertos como lo hace la Iglesia Católica”.

Varias mujeres miembro de la familia Valenzuela (“la familia Tongva más grande en existencia”, como explicó una de ellas) observaron la ceremonia mientras participaban en los cantos y oraciones.

Una de ellas, June Lucero, de La Puente, dijo que es muy importante para su gente poder visitar las tumbas de sus antepasados.

“Es un gran honor estar orgullosos de visitar a tus antepasados y decir, hola, ¿qué tal? Y poder recordarlos”, dijo. “Es un buen sentimiento en el corazón saber que uno está cuidando a sus antepasados. Las empresas constructoras los destruirían, hemos visto lo que son capaces de hacer y estamos agradecidos de tener esta tierra nuevamente”.

Después de realizar los cantos, rezos y bailes ceremoniales, el jefe Morales declaró que “hemos enviado el mensaje a nuestros antepasados”. Luego posó para fotos con miembros de la banda y todos los dignatarios católicos presentes.

Para June Lucero, la “Valenzuela”, una palabra en lengua Tongva describe cómo se siente tener un lugar para los restos.

“Ewachem”, dijo ella. “Eso significa: todavía estamos aquí”. VN

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