LAS ESCUELAS CATÓLICAS SON LA ESPERANZA PARA NUESTRO FUTURO

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ Arzobispo de Los Ángeles

Al comenzar el nuevo año escolar, he estado pensando sobre lo importantes que son las escuelas católicas para el futuro de nuestra nación.

Aquí en Los Ángeles, nuestras escuelas católicas están haciendo una importante contribución a la estructura social de la región y al bien común. Nosotros servimos a 80,000 estudiantes y, por lo tanto, somos el tercer sistema escolar más grande en California. Aproximadamente 70 por ciento de nuestros estudiantes son de minorías étnicas. Más de un tercio viene de familias que viven debajo del nivel de pobreza.

Lo que nuestros estudiantes están logrando es verdaderamente asombroso. Y esta historia se está repitiendo en las escuelas católicas de todo nuestro país.

Con más de 2 millones de estudiantes en toda la nación, las escuelas católicas constituyen el sistema escolar privado más grande de la nación, y el 15 por ciento de los estudiantes en nuestras escuelas no son católicos.

Durante mucho tiempo he tenido la esperanza de que nuestros políticos y líderes civiles comenzaran a prestar más atención a las escuelas católicas en su búsqueda de soluciones a los problemas educativos de nuestra nación. Porque a través de los años los estudios siempre llegan a la conclusión de que las escuelas católicas alcanzan mejores resultados educativos a un costo más bajo que las escuelas públicas.

Nacionalmente, se gasta aproximadamente $10,300 al año para educar a un estudiante en las escuelas públicas, comparado con $7 mil por estudiante en las escuelas católicas. Y las escuelas católicas tienen un índice más alto de graduación y de ingreso a la universidad, así como mejores resultados del SAT, especialmente entre los estudiantes de bajo ingreso y en desventaja económica. A nivel nacional, 99 por ciento de los estudiantes de escuelas secundarias católicas se gradúan, en comparación con 73 por ciento de escuelas públicas.

Sin embargo, a pesar de estos resultados impresionantes, las escuelas católicas permanecen “conspicuamente ausentes en los diálogos nacionales y regionales sobre reforma escolar”, según un estudio publicado en el verano por el Centro para Educación Católica de Los Ángeles, de la Universidad Loyola Marymount.

Ese estudio se ha enfocado en estudiantes de bajo ingreso de nuestras escuelas arquidiocesanas que reciben apoyo de nuestra Fundación para la Educación Católica (CEF). Pero sus resultados deben ser más ampliamente conocidos.

Esos resultados sugieren que para enfrentar la pobreza de los núcleos urbanos y los problemas sociales que le siguen, quizá la inversión más importante que podemos hacer es dar acceso a una educación de calidad a los niños de las familias de bajo ingreso.

Eso es precisamente lo que hace CEF. Y por eso creo que es uno de los programas sociales más importantes de la Iglesia. En los últimos 24 años, la Fundación ha proporcionado 120,000 colegiaturas a nuestras familias más necesitadas, con un valor total de $108 millones.
El estudio ha observado que todos los estudiantes ayudados por CEF van a la escuela secundaria y el 98 por ciento de ellos se gradúan. En contraste, la tasa de graduación en las escuelas públicas de Los Ángeles es de 66 por ciento, y 71 por ciento en las escuelas públicas de California en general.

Más impresionante aún: 98 por ciento de los estudiantes de CEF ingresan a la Universidad. En su mayoría, ellos son los primeros en sus familias que llegan a la Universidad.

CEF no es simplemente un programa de donaciones gratis. Las familias de los estudiantes CEF hacen grandes sacrificios para pagar una parte de la colegiatura. Ellos hacen esos sacrificios para que sus hijos puedan aprender en un ambiente donde las pandillas, las drogas y la intimidación no son toleradas y donde se enseñan los valores de fe, familia, trabajo duro y logros.

Hace pocas semanas tuve el privilegio, como presidente de CEF, de ayudar a lanzar nuestra nueva “campaña de legado”, para animar a que nuestros bienhechores incluyan a CEF en su testamento o la hagan su fiduciaria.

La idea de la campaña vino de una generosa donación de $11.3 millones de Frank y Blanche Seaver Trust. Sólo esta donación asegurará que por lo menos 600 estudiantes reciban ayuda todos los años, además de las 7,300 colegiaturas que CEF ya proporciona.

Y nosotros esperamos que esas generosas donaciones de legados de otras personas nos puedan ayudar a ofrecer asistencia para las colegiaturas a aproximadamente 30 mil de nuestros estudiantes de bajo ingreso y que son elegibles para la ayuda.

Nuestras escuelas enfrentan desafíos. Los más serios vienen de las necesidades económicas de familias que no pueden pagar por los costos de la colegiatura de una escuela católica. De modo que necesitamos encontrar una manera de ayudar.

La educación sigue siendo algo esencial para la misión de nuestra Iglesia. Las escuelas católicas han ofrecido un camino para salir de la pobreza y una oportunidad para convertirse en líderes de la vida cívica y cultural a varias generaciones de inmigrantes y grupos minoritarios.

Necesitamos asegurarnos de que esta misión católica de ofrecer esperanza e inspiración, siga vigente para los norteamericanos más nuevos y también frente a los nuevos desafíos existentes en nuestras ciudades.

En esta gran misión, todos –clérigos, religiosos y laicos– tenemos una responsabilidad. Trabajemos juntos para que nuestras escuelas católicas crezcan, para que puedan llegar a nuevas áreas donde hagan falta las escuelas, y para que podamos recabar los fondos necesarios para ofrecer una educación católica a todos los estudiantes que la quieran.

Sigamos rezando unos por otros esta semana.

Y pidamos a nuestra Santísima Madre María que nos ayude a todos a ser generosos en apoyar la misión educativa de la Iglesia de enseñar y proclamar la esperanza en el nombre de su Hijo. VN

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