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LAS DURAS LABORES MANUALES TAMBIÉN PREPARAN PARA RESPONDER AL SEÑOR

El trabajo en el campo, construcción y jardinería maduraron al sacerdote Pedro Lucía para dar el sí al Maestro que lo llamaba

Por JUAN JOSÉ GARCÍA, Ph.D.

La construcción y la jardinería prepararon al joven Pedro Lucía Reyes Sch.P. para su misión actual: construir Iglesia y alimentar (regar) a sus miembros con la Palabra a fin de que en ellos crezca el Señor Jesús.

Nació en San Luis Acatlán, Guerrero, México, por la zona de Acapulco, tercero de los cinco hijos del fallecido Herminio Lucía Luna y de Flora Reyes Flores, familia de agricultores por cuenta propia, profesión a la que muy pronto tuvo que ayudar Pedro.

Ambos padres eran muy religiosos. “Mi papá -dice a VIDA NUEVA- tenía mucha fe. No se perdía una misa de los domingos y las fiestas de guardar, oraba diariamente por la mañana y antes de acostarse. Mi mamá era muy católica, pertenecía a la Legión de María, era muy mariana”.

Por otra parte, ningún miembro de la familia cercana o lejana se dedicó a la vida religiosa como tal. “Yo fui el primero”.

Desde los cuatro años de edad tuvo que ayudar a la familia en los trabajos del campo “en la medida de mis fuerzas”.

Finalmente, cuanto tenía nueve años de edad “me apuntaron a la primaria que terminé a los 15. Por entonces, era corriente que los padres no dieran demasiada importancia a la educación, por eso empecé tan tarde. Desde el principio me gustó la escuela. Yo era muy tranquilo y tenía curiosidad por aprender”.

Una ventaja de la escuela es que le libraba del trabajo del campo, pero los fines de semana lo enviaban a guardar cabras, cosa que no le agradaba porque se perdía jugar e ir a la playa con sus amigos y amigas. “Yo lo miraba como un castigo”, pero era su aportación al trabajo de la familia que era pobre “pues los fertilizantes y químicos se llevaban gran parte de las ganancias”.

Terminó la secundaria a los 18 años. Siguió con la preparatoria -equivalente al “High School” de California-, pero sólo un semestre, pues se enroló en el ejército mexicano en Guadalajara del que desertó a los dos meses por no aguantar “la disciplina, ni el maltrato de los superiores, ni la burla de los iguales”. Y ya no regresó al hogar familiar.

CAMBIO DE PROFESIÓN

No volvió a la agricultura. “Me puse a trabajar en lo que llaman ‘chalán’, o ayudante de albañil, y aprendí el oficio y así pude ayudar económicamente a mis padres”. El dinero que le quedaba servía para divertirse sanamente, sin perder en ningún momento el ansia de superarse en la vida.

Por los años 90 había mucho trabajo en la construcción en Cabo San Lucas de Baja California Sur, y allí laboró por tres años con albañiles conocidos, hasta que su hermano menor, que residía en Los Ángeles, le envió un telegrama invitándole a venir acá y ofreciéndole pagar “el coyote”. Dicho y hecho. Llegó a la ciudad y comenzó en la construcción y, llegado el caso, en jardinería con su hermano u otros contratistas.

Siguiendo su afán de mejorar, “después de diez horas de trabajo, me bañaba y me iba a clases de inglés”, manifestó.

GRUPO JUVENIL Y VOCACIÓN

En todo este tiempo, Pedro no perdió los valores que le infundieron sus padres y, entre otras cosas, “me quedé con la costumbre de ir a misa los domingos, quizá por la soledad que sentía”, dice ahora. Entró en contacto con un grupo juvenil de la Iglesia del Divino Salvador a donde iba todos los miércoles. “Me gustó porque hacían oración, música y predicación”.

Algunos padres escolapios ayudaban en la parroquia y así entró en contacto con esa orden religiosa mediante el padre Roberto Morales. La orden de los escolapios fue fundada en Roma en 1597 para dar respuesta “a la necesidad educativa de los pobres”. Para el Santo fundador, “la educación es un derecho” y por ello “el ministerio específico o carisma de la orden es el ejercicio de la educación”. Quizá por eso le atrajo el padre Morales. “Me jaló mucho por su carisma que atraía mucho a los jóvenes”. Después de un tiempo, invitó a varios jóvenes a un retiro espiritual en una casa de la orden. “En principio yo me dije ‘esto no es para mí’, pero fuimos varios y solamente yo me quedé”.

De ahí fue a Celaya, México, para el noviciado, pero, al constatar el estado de salud de su padre, pidió permiso para demorar su entrada en el noviciado. De nuevo a la construcción y jardinería en Los Ángeles para ganar dinero y ayudar a sus padres.

DIOS SIGUE LLAMANDO

Aún así, “la vocación seguía tirándome. Sentía la vocación que debía estar disponible para Dios. Si Dios me llama, Él pondrá los medios para [ayudar a] la familia”, pensaba.

Por segunda vez tuvo que despedirse de su hermano, quien recibió con alegría la noticia de la vocación porque era muy religioso. “Eso sí -me dijo- tú te vas para Celaya y yo me voy para Chicago. Aún reside en esa ciudad, pero mantenemos un contacto permanente. Nos queremos mucho”.

“Volví con los escolapios y me quedé, y de nuevo a Celaya para el noviciado. Al pasar por mi pueblo, mi padre, bastante enfermo, me animó a superar mi pena por dejarlos. ‘Yo ya hice mi vida, tú haz la tuya -me dijo-.No te pares por mí, yo ya soy mayor’. Eran palabras como venidas de Dios. Confié más en Dios, en la vocación”.

Estudió Filosofía en Mexicali. Durante el juniorado, tiempo de oración, discernimiento y convivencia con otros jóvenes y niños, trabajó en la “Escuela de Tareas de Calasanz” con los estudiantes y los fines de semana no guardaba cabras como durante su infancia, sino que pasaba horas en las cárceles de menores ayudando a los muchachos a reencontrar el buen camino.

Luego estudió Teología en Tijuana, en el Seminario Diocesano. Al terminar el segundo año fue enviado a San José de Costa Rica donde trabajó “literalmente con niños de la calle en Ciudad Hogar Calasanz”.

Terminó los estudios de Teología en Tijuana y se ordenó sacerdote el 12 de mayo de 2008 en Mexicali, ciudad donde comenzó a estudiar a los 38 años de edad. Se graduó de maestro de primaria en la Escuela Normal de la ciudad con un título en estudios civiles, que le sirvió posteriormente para enseñar en las escuelas públicas de Tijuana y Ensenada.

SANTA TERESITA

Hace tres meses, el padre Pedro Lucía llegó a Santa Teresita, parroquia compuesta sobre todo por mexicanos y centroamericanos, del Este de Los Ángeles.

En ella encuentra campo para ejercer sus antiguos oficios: construir la Iglesia de Dios y abonarla con los Sacramentos y la Palabra, además de educar enseñando según el carisma de su orden.

Lo primero, dice, “es conocer a la comunidad” para luego evangelizarla educando. Es el sueño que tengo y espero llevarlo a cabo. Hace falta mucho trabajo en ese campo. La fe se vive en grupo y en comunidad y, cuando la compartimos, en ella Dios habla y nos hace ver que nos ama”. Por eso, dice que planea forma grupos juveniles donde se siembre y fructifique la Palabra y el ejemplo como le sirvió a él en la parroquia del Divino Salvador de la calle Figueroa. Igualmente piensa colaborar en la escuela de la parroquia dirigida por la hermana Catherine Antczak, de la Misión San José. VN

PREGUNTITAS

¿Qué le gusta comer?- “Me gusta mucho la comida mexicana, el pescado, y sobre todo el mole”.

¿Sabe cocinar?- “No tengo ese don”.

¿Practica algún deporte?- “Juego alguna cascarita de fútbol (juego informal) con los amigos. Me gusta mucho ver el fútbol-soccer”.

¿Qué lecturas hace?- “Me gusta leer novelas, libros de historia, espiritualidad y teología. Un poco de todo”.

¿Tiene días libres?- “No. Si acaso algunos días tengo ratos libres”.

¿Qué países ha visitado?- “Estados Unidos, Costa Rica, España, Italia. En España visité los ‘lugares calasancios’, incluido Peralta de la Sal, donde nació el fundador de los escolapios.

¿Cómo le gustaría ser recordado?- “Como me conoce la gente, como un amigo, como un hermano”.

¿Qué consejo daría sobre la vida religiosa?- “Si una persona me consultara sobre la vida religiosa, le diría que es muy bonito cuando uno se da completamente a Dios. Discernir si tiene vocación religiosa es un proceso. Que elija un director espiritual, alguien que le vaya guiando, a quien contar su historia, y luego dejar que Dios sea quien guíe. Mucha oración. Es un proceso”.

SANTA TERESITA CHURCH

2645 Zonal Avenue

Los Ángeles, CA 90033

(323) 221-2446

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